COLEGIADO DE SACERDOTES DIÓCESIS CHILPANCINGO – CHILAPA
PASCUA V A 2023
CEC 661, 1025-1026, 2795: Cristo abre para nosotros el camino del cielo.
CEC 151, 1698, 2614, 2466: creer en Jesús.
CEC 1569-1571: la ordenación de los diáconos.
CEC 782, 803, 1141, 1174, 1269, 1322: “la estirpe elegida, el sacerdocio real”.
I. CRISTO ES EL CAMINO PARA NUESTRAS ASPIRACIONES
Tenemos aspiraciones a un mundo mejor, donde reine la justicia y la paz, sólo encontrarán su realización plena en Cristo resucitado, porque Él es «la clave, el
centro y el fin de toda la historia humana» (Gaudium et spes, 10).
Hay caminos buenos, aunque pedregosos y con espinas; y otros falsos, fáciles,
agradables pero que no nos llevan a buen fin sino a vivir engañados, en el materialismo únicamente, etc.
Cristo nos señala el camino y él es el camino. Fuera de Cristo no hay verdad ni vida: él es el único camino. Él es el camino a seguir para llegar a la suprema
verdad y a la vida de resucitados.
Necesitamos descubrir la sublimidad de nuestra vocación (GS 22). Saber para qué
estamos hechos, saber a dónde vamos, a dónde nos dirigimos, vivir con rumbo, con brújula, saber nuestra tarea o misión.
Cristo nos señala el camino más seguro, más recto, más efectivo para crecer como personas y llegar al Padre.
Cristo va delante de nosotros: “vayan a Galilea, allá me verán”. Hay que seguir sus
huellas. Como bautizados hay que seguirle.
El camino es a la vez compromiso. El camino más seguro para salvarnos: vivir
sirviendo, como los diáconos elegidos (catequistas, ministros, cantores, servicio
litúrgico, caritas…)
Somos un pueblo que camina… La eucaristía es viático, alimento para el camino.
Con su Palabra que nos dirige y su cuerpo y sangre podemos caminar
gozosamente durante la jornada, durante las semanas, meses y años.
Los sacramentos, cuando los recibimos, nos hacen ser piedras vivas -2ª lectura-.
Hay que construirnos y reconstruirnos; construir la iglesia con vista escatológica:
“voy a prepararles un lugar…”
Tenemos aspiraciones en lo humano y lo escatológico, en lo terrenal y eterno que
se unen.
Dios nos quiere junto a él. Cristo es el hospedero al final de la vida, para eso ascendió al cielo. Nuestro destino final es el cielo; hay que tener claro hacia dónde vamos. Hay que tener ese santo deseo de ir al cielo, como el joven rico que
deseaba conseguir la vida eterna.
Cristo es Camino, Verdad y Vida, pero el espíritu Santo es el Guía.
Cristo es el camino que necesita ser caminado –Teresa de Calcuta-
Machado decía que “no hay camino” y que “se hace camino al andar”, porque él
era ateo.
El camino de los Mandamientos es camino seguro para una sociedad justa y fraterna, para testimoniar la fe al menos en lo mínimo. Si vivimos como se nos
antoja estamos perdidos.
La verdad esencial que hay que creer está en el Credo. La verdad no es sinodal, no depende de la mayoría de votos que la aprueban; nosotros tenemos dogmas basados en la Revelación, la cual no cambia, como no cambia la ley natural.
La sinodalidad no es deliberar, sino para escuchar las distintas voces y lo que
sirva lo asumimos.
La sinodalidad nos ha de conducir a descubrir la verdad; no es para que nos lleve
al despeñadero.
Hay doctrinas falsas: que Satanás no existe, que el infierno está vacío…
Muchas veces se acepta la mentira con tal de ser aceptados por los demás; así se
deja permear la mentira; por ejemplo, el asunto de las imágenes se resolvió desde
el S. VIII en un concilio ecuménico.
Tenemos dogmas, pero hay que irlos renovando no el contenido sino en el
lenguaje, para que tenga vigencia; los dogmas los hemos de hacer florecer
continuamente.
“No se turbe vuestro corazón…” El Papa se puede equivocar, pero no cuando
habla como Pastor en asuntos de fe y costumbres.
El camino es moral. Hay que invocar al Espíritu Santo para que nos ilumine en
nuestras confusiones.
Nuestra vida se puede basar en la propuesta de Dios o al contrario en la del mundo.
Cristo es el camino para llegar al Padre, el Camino aquí es una persona, y este
camino se camina no con los pies sino con el alma.
Este camino no confunde a nadie, porque es un camino seguro. Más vale caminar
cojo, pero en el verdadero camino.
La vida tiene una meta, tiene su sentido; así como la bicicleta se mantiene dando
vueltas y si no se cae, así Cristo es el camino de la libertad, hay que ir decidiendo
continuamente conforme a Él. Quien quiere ser libre necesita dar pasos no según
él sino según Dios mismo. Si no nos renovamos caemos en el sin sentido. Se requiere la renovación de la vida en el ritmo que Dios vaya marcando; no hay que quedarnos estacionados. Es posible vivir bien, pero siempre hacia adelante, Como
en el éxodo, hay que caminar hacia la tierra prometida. Lo más hermoso de la vida cristiana es mantenerse en el camino.
¿Cuánta gente no ha caído en el vacío, en el sinsentido, en la muerte?
Libro “La verdad de la vida”, de Amadeo Cencini, dice que la verdad es Cristo muriendo en la cruz.
Hablar con la verdad es una forma de caridad Caritas in veritate.
Vivimos en el relativismo, pero el relativismo también es relativo, falso o al menos
mediocre. La verdad absoluta y suprema es Cristo.
La verdad (aleteia) es una revelación, es algo que está oculto pero que se está
dando a conocer; eso es el misterio. La verdad es brote, como los brotes de las hojas y de las flores que llegan a resplandecer y fructificar a su tiempo.
Lo más feo es convertir la vida en mentira; nos acostumbramos a vivir de mentiras
y falsedades; pareciera que la mentira es parte sustancial de la vida, pero no,
estamos hechos para la verdad. Tal parece que la mentira ya es parte de la vida y
que así hay que vivir.
Dejar la verdad es dejar a Jesús. La verdad es el mismo rostro de Dios; en Cristo
podemos ver el rostro de la verdad.
II. EVANGELIO PARA NUESTRA SOCIEDAD
En gran parte se vive en una sociedad materialista, muy secularizada, que ha perdido el deseo de ir al cielo.
Tenemos una sociedad desorientada porque nos falta tomar en cuenta al Espíritu
Santo que es quien cambia los corazones.
La persona, la familia y la sociedad no serán plenamente humanas si limitan
sus aspiraciones a sólo poseer, consumir y disfrutar, pues, «el hombre…, no
puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás» (Gaudium et spes, 24).
La construcción de un mundo donde reine el amor y la concordia comienza en cada corazón humano, cuando en él se hacen vida los criterios, la escala de valores y las actitudes evangélicas del Señor.
La vida social debe ser conforme a la verdad antes que conforme a los criterios de la política o la economía.
La verdad nos hace vivir en la libertad; si no es así, estamos esclavizados.
Necesitamos aspirar a una sociedad más justa y fraterna, donde haya principios
morales y donde nos comprometamos todos, por ejemplo, a actuar contra la
corrupción.
Necesitamos leyes que sean conforme a la ética, no leyes injustas ni inhumanas.
La Moral no se puede poner a votación, no se puede discutir si se sigue o no, porque la Moral en gran parte corresponde a la naturaleza, la cual con sus leyes
inmutables no perdona. Así como la Iglesia no está sobre la Palabra de Dios sino
que la Palabra de Dios es el criterio que ha de seguir la Iglesia, así la ética es
primero antes que los criterios de otras ciencias.
Hay que procurar tener criterio; atrevernos a pensar profundamente; hay que ser
críticos, no criticones, para que podamos descubrir la realidad, la verdad. No permanecer con los ojos cerrados ante la verdad; que cada uno logre sacar
buenas conclusiones sobre lo que es la verdad en cada asunto de la vida.
Rescatar lo de tener una buena escala de valores. Por ejemplo, no están en el
mismo nivel todas las religiones. Cristo es la verdad.