Domingo X ciclo A 2023
Catecismo de la Iglesia Católica: nn. 545, 589: Jesús llama y perdona a los pecadores; 2099-
2100: el sacrificio agrada a Dios; 144-146, 2572: Abrahán un modelo de fe.
I. LLAMADOS POR CRISTO PARA SERVIR AL OTRO, COMO MATEO
“No hay santo sin pasado ni pecador sin futuro”. Así fue con la vocación de Mateo.
Mateo está en la aduana, ahí cobra los impuestos, hay corrupción ahí por el dinero que se
mueve. Jesús pasa, lo mira, lo llama a su corazón, a su alma para que deje entrar a Dios a su
vida por dentro. Mateo se convierte inmediatamente en discípulo.
Una vocación no únicamente es un llamado divino sino también una creación nueva, tiene que
ver con el bautismo y la confirmación, cuando la creatura empieza una vida nueva, una vida de
conversión profunda hacia Dios.
La vocación a la vida, luego a ser cristianos, laicos comprometidos y finalmente a la santidad,
la cual no se logra sin practicar el amor misericordioso al estilo de Cristo.
Tenemos el llamado y tenemos las herramientas para seguir a Cristo y servirlo en medio del
mundo.
Necesitamos continuamente esforzarnos por comprender por inspiración divina lo que es recto
y bajo su guía hacerlo realidad, amando y siguiendo a Cristo como Mateo.
La revolución del evangelio es la misericordia, no tanto lo exterior de los sacrificios, de los ritos
que hacemos o aparentamos.
Vivimos en una sociedad plural, los marginados de ahora son, por ejemplo: los drogadictos,
alcohólicos, sicarios, las prostitutas y todos los que resultan incómodos y no se quieren
convertir. No son sanos ni santos, pero necesitan la Palabra de Dios. No nos debíamos
escandalizar por estas miserias humanas, sino más bien replantearnos qué podemos hacer
para mejorar las condiciones de vida humana y cristiana.
Los laicos cuando no acercan a la iglesia, alejan de ella. Necesitamos ser empáticos con esas
realidades dolorosas que se sufren sobre todo en el campo social.
Nos está faltando el amor, la ternura, la misericordia para con los que se están muriendo de
drogadictos, alcohólicos y todos los de abajo, los parias, los que no tienen a nadie. Esta área
necesitamos fomentar: estar con los tristes para ofrecer alegría, con los pecadores para
ofrecerles el perdón de Dios, estar con los pobres para ofrecer la riqueza de Dios.
Necesitamos formar evangelizadores que atiendan a esos enfermos espirituales y emocionales,
así como se forman médicos y enfermeras para atender a los enfermos corporales; hacer así
como Cristo que sanó espiritualmente a Mateo de sus pecados para que luego fuera su
colaborador.
Encarnar el evangelio en algo concreto, por ejemplo, atender con amabilidad a la gente que
llega preguntando por algún servicio religioso.
II. EVANGELIO PARA NUESTRA SOCIEDAD
Los excluidos, abandonados, muchas veces son excluidos en primer lugar por su propia familia
(también por la sociedad) y ese mismo abandono, exclusión, maltrato, etc. hace que caigan en
la soledad, en las drogas, en el sinsentido de la vida.
La iglesia es madre y maestra, su papel es ayudar, acompañar, no le corresponde sustituir en
sus decisiones a cada persona ni sustituir a las autoridades civiles.
A veces también nos falla la pedagogía, el cuidado, para mover a la conversión a los pecadores;
a algunos que no quieren cambiar por sí mismos (como los que con su adicción ya solo esperan
la muerte) y en otros casos porque no los ayudamos de la manera más prudente; pero que por
parte de la sociedad e iglesia no falte esa ayuda, esa es nuestra misión y tarea, ya que hay
quienes sí se dejan ayudar y hay quienes no.
Ayudar todos (autoridades civiles, sociedad e iglesia) a una auténtica conversión, revolución,
transformación social de fondo en beneficio de la mayoría de los ciudadanos y no de unos
cuantos. Se requiere mucho amor solidario.