DOMINGO XVII ciclo A 2023
APORTE DEL COLEGIADO DE SACERDOTES DE LA DIÓCESIS DE CHILPANCINGOCHILAPA
I. EL TESORO DE LA SABIDURÍA Y EL REINO DE LOS CIELOS
Saborear la verdad, distinguir entre el bien y el mal, es lo que pidió Salomón a Dios.
De acuerdo a la ley natural, la cual es inmutable y eterna, en verdad hay valores universales: la verdad, la justicia, el amor, la paz.
El primer tesoro es la verdad, la cual en sí misma es única y universal, no es relativa, pues, ciertamente hay verdades absolutas, por ejemplo, la verdad sobre lo que es el ser humano, sobre su dignidad incomparable con el resto de seres terrenales.
Descubrir dónde está lo más valioso de la vida, seguir la conciencia recta.
Si uno quiere ser más perfecto, el siguiente paso es trabajar por los valores del reino de los cielos, en lo cual consiste la vida cristiana.
La Palabra de Dios en sí misma es sumamente valiosa, lo descubrió Salomón, San pablo, Cristo directamente lo dice.
El principio de la sabiduría es el temor a Dios. Hay que abrirse a la voluntad de Dios.
La sabiduría es la que busca la raíz de las cosas para que sean comprendidas en su profundidad. El fin último de la vida es acertar, aprender a vivir; ese es el sabio. A pesar de tantos hierros logramos el objetivo de haber vivido bien; ese es el sabio.
Optar por los valores del reino. Es un tesoro tener fe, confianza puesta en el Señor; esto nos lleva al amor al prójimo y a la caridad. Cristo es el tesoro más precioso del reino de Dios y no hay que anteponer nada a él.
Ser sabios en lo principal, por ejemplo, los Apóstoles fueron capaces de dejarlo todo, renunciar a cosas buenas por alcanzar cosas mejores: vivir por Cristo y para Cristo, cumpliendo la tarea que les encomendó de predicar el evangelio en todas partes, administrar los sacramentos, guiar a las comunidades y ejercitar la caridad. Cumpliendo esto se santificaron.
Los sacerdotes también somos un tesoro para la Iglesia. Ojalá la gente encuentre el tesoro de Dios por nuestra predicación y por los sacramentos que les administramos. Ciertamente es una gran responsabilidad ser instrumentos de Dios para que otros encuentren el tesoro
escondido del reino de los cielos. Que seamos como los peces buenos, pues hemos sido elegidos por Cristo para ser sus representantes.
Hay riquezas antiguas (las del increyente) y riquezas nuevas. Hay que invertir bien para alcanzar el éxito y felicidad plena; esto es sabiduría.
Entre Salomón y Dios no hubo choque, pues no ofendió a Dios pidiendo lo que no necesitaba. Se vale pedir a Dios cosas materiales, pero en segundo lugar. Por eso Dios no da a veces lo material porque en lugar de ser para bien será para mal si te lo da.
No es que Dios no cumpla, sino que Dios a veces tarda en dar para que el hombre busque lo que quiere con más ardor.
Hay cosas que realmente Dios no da, por ejemplo quien tiene un obstáculo biológico para tener hijos. Si Dios no lo da es para el bien de la persona, aunque no se le permite al hombre conocer las causas, pues Dios da a conocer los misterios del reino a quien quiere. Hay que esperar. Lo que Dios te dio, ¡qué bueno!, agradécele. El que recibe algo de Dios es para que se mantenga en acción de gracias por lo que recibió.
¿Por qué hay que sacrificarse, renunciar a algunas cosas? Por un bien mayor, por eso vale la pena. Ejemplo, los mejores y triunfadores deportistas llevan una vida muy disciplinada: llevan dieta, se ejercitan hasta que les duelan los músculos. Así los apóstoles no tuvieron miedo al martirio, por ese bien mayor y eterno, pues, los bienes temporales, efímeros y menores, pasan o se acaban.
El tesoro escondido es el tesoro de la Biblia, ahí está la sabiduría infinita de Dios que no ha sido abarcada. Dice el salmo 128: “para mí valen más tus enseñanzas que miles de monedas de oro y plata”. Al hombre le ha faltado la sabiduría divina, por ejemplo, para que no caiga en el debate de la vida y termine infravalorándola. “Todo lo puedo considerar basura con tal de ganar a Cristo” (Flp 3,8).
Hagamos nuestros los sentimientos del mismo salmo: “amo tus mandatos, más que el oro purísimo; por eso aprecio tus decretos, y detesto el camino de la mentira”.
En la tierra cualquiera tiene su verdad, miente y se miente; pero hay que salir del engaño, hay que regir la vida por otros niveles mucho más elevados: el amor a las cosas celestiales. Cuando encontramos este tesoro somos capaces de dejar todo lo humano atrás y vivir para lo más grande, ante lo cual nada se puede comparar: el amor a Cristo. Hay que ir profundizando lo que ya sabemos, sin pretender agotar el misterio.
Con sabiduría hacer también una apologética interna, ejemplo, evitar que la ideología de género penetre en la predicación que hacemos del evangelio. Nunca perder el sensus fidei, pues contamos con la luz del Espíritu Santo para ir descubriendo la verdad e ir solucionando las dificultades que encontramos en el camino de seguimiento a Cristo.
Hay que ayudar a la gente a fascinarse por el reino de los cielos, porque somos amados por Dios; Él es infinito y por eso nos ama infinitamente.
Por ejemplo la película “Barbie” trae contenido de la ideología de género que mete en la mente de los que la ven –en especial a los niños-, en cambio la de “Sonidos de Libertad” contó con muy poco presupuesto, pero nos enseña valores universales.
II. PARA VIVIR MEJOR COMO SOCIEDAD
Somos seres en búsqueda. Tratamos de descubrir lo mejor o lo más valioso.
Usemos el razonamiento humano para darnos cuenta de una sana jerarquía de valores, por ejemplo, la verdad, bondad, belleza natural de las cosas y la verdad, bondad y belleza que están en plenitud en Cristo, en el reino de Dios.
Hay que buscar esos valores; encontrándolos, hay que sacrificarse para adquirirlos, dejando atrás la mentira, la maldad, lo indigno.
Hay valores que dan a la existencia humana la posibilidad de ser precisamente humana, por ej., el trabajo honesto, defender la familia, valorar la vida misma. Estamos predestinados a vivir la bondad hasta llegar a vivir el Sumo Bien que es llegar a la presencia de Dios.
Cada bien que se elige tiene un valor; puede haber torpeza en la elección; aunque a veces si uno se equivoca no lo hace con mala voluntad.
No hay que quedarnos en lo que uno por sí mismo considera que es verdadero y bueno sino a lo que Dios dice que es verdadero, bueno, justo, santo.
Si el nivel educativo es bajo es lógico que la forma de gobernar con sabiduría y justicia es baja. Hay quienes sí piensan más en hacerse ricos, famosos, vencer a sus enemigos que quedar bien ante el Creador.
Lo que hizo Salomón vale para todo hombre, ejemplo, no pide a Dios algo en beneficio únicamente para sí mismo, sino para beneficio de la comunidad: la sabiduría que procede de Dios, para gobernar con eficacia al pueblo que se le encomendó.
El reino de Dios es el contexto que abarca la vida presente y la vida futura, pues no es comida ni bebida sino justicia y paz en el Señor.
Hay que saber elegir lo que más nos conviene, sin exigir que suceda ya en este momento, pues el reino de Dios es no solo un reino presente sino también un reino futuro.
Que al final de la vida, cuando Dios haga el juicio final como consecuencia de nuestra fe y nuestras buenas obras nos coloque en el lugar de los “peces buenos”, no donde estén los peces malos, injustos, asesinos, crueles, sanguinarios, caníbales…
III. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
1777-1785: escoger según la conciencia, en acuerdo con la voluntad de Dios.
1786-1789: discernir la voluntad de Dios expresada en la Ley en las situaciones difíciles.
1038-1041: la separación del bien y del mal en el juicio final.
1037: Dios no predestina a nadie a ir al infierno.