I.CORREGIRNOS MUTUAMENTE, PERO CON AMOR

Dios quiere la salvación de todos y que nos ayudemos unos a otros por amor. Está prohibido buscar salvarse solos, ha dicho el Papa Francisco.
A veces nos hacemos daño con la crítica destructiva, porque de momento, coexisten el bien y el mal, aunque al final Cristo vencerá todos los males, incluso la muerte que es el mayor de todos.
Todos de alguna manera somos ovejas perdidas, andamos extraviados, hemos de corregirnos a nivel personal, matrimonial, en los grupos, en la iglesia y en la sociedad.
Para vivir en comunidad o en familia, para construirla, hay que corregirnos mutuamente para no escandalizar a los demás.
Sin corrección no mejoramos ni avanzamos hacia la santidad. Vivamos ya aquí en la tierra las primicias del Reino de los cielos. Somos responsables unos de los otros. “No tengamos más deudas que el amor” -San Pablo-. El Decálogo se resume en el mandamiento de amar (Catecismo, 2055).
Ayudar al hermano para que se aparte del mal camino, para que viva y no muera; la intención es conservar la vida; si muere puede ser por culpa de él o por culpa tuya; según el culpable es la pena.
Según Ezequiel 33, 7-9, el profeta es puesto como centinela que avizora a los enemigos; en este caso, mientras están los israelitas desterrados en Babilonia, no cuida de una ciudad propia, sino que lo hace por fraternidad. El centinela también corrige, ayuda, con esta finalidad hace la denuncia. El centinela está atento no solo para denunciar sino para ayudar a las personas. Cuida con delicadeza, con atención y dedicación, para que la comunidad no caiga en un problema.
La primacía la tiene el amor. Corregir y corregirnos con amor: “Ama y haz lo que quieras” –San Agustín-. El amor es la única manera natural de vivir. El amor a los demás es signo de que hay un nuevo nacimiento de la vida divina en la persona, porque es la mejor forma de vivir y compartir la vida.
Salmo: “No endurezcas tu corazón”, porque esto que impide hacer el bien; el que no hace nada por su propio bien ni el bien del otro también tiene endurecido el corazón.
Es mejor reconciliarse, porque atar y desatar tiene influencia escatológica.

I.PEDAGOGÍA PARA UNA CORRECCIÓN EFICAZ

Suele haber una guerra de todos contra todos, falta meterse en una dinámica de corrección fraterna.
El qué (la corrección) no tanto es el problema sino el cómo. No te quejes, habla a cada persona por su nombre (porque es lo más agradable oír). Por caridad pastoral estos problemas humanos es básico atenderlos antes que las enseñanzas dogmáticas.
Oficios que corrigen: los papás, maestros, sacerdotes, autoridades civiles… Pero antes que corregir al hermano hay que corregirnos a sí mismos y, si no podemos, dejarnos corregir por los demás.
Las heridas que llevamos de modo personal y que no hemos sanado, hacen interpretar lo que es amor como falta de amor y viceversa.
De lejos podemos lanzar insultos contra el que anda mal pero así no lo ayudamos. No tanto se trata de reprender sino de ayudar y dejarse ayudar. Hacerlo con tanto cariño y amor, que el otro no se sienta herido, dañado…
Si la metodología no es evangélica aparece la inmadurez, ej. golpes bajos, fuego amigo, hablar mal de los demás. Se nos levanta el ego, la soberbia, la falsa humildad mediante la hipocresía.
Empleemos la verdad, la humildad y caridad para poder ayudar al hermano. La caridad fraterna debe estar presente en todo momento y circunstancia.
Grandeza de la reconciliación: primero hay que ganarse al otro como amigo, luego buscar corregirlo a solas para que haga caso.
La comunidad nos forma, por eso no hay que estar aislados. El reto en la formación sacerdotal inicial y permanente es “vivir” en comunidad. ¿Cómo ayudar a los hermanos que de manera sistemática no se integran a la vida comunitaria?
El primer tribunal es a solas; segundo: acompañarnos de dos o tres personas; tercero: hacer intervenir a la comunidad. Todo esto tiene que hacerse con caridad, con amor al estilo de Cristo.

II.LA CORRECCIÓN FRATERNA COMO SOCIEDAD

Buscar el bien denunciando el mal para conseguir la vida, esto es una exigencia de todo ser humano y todo cristiano.
Ser inclusivos es buscar el bien de todos.
Las leyes que nos rigen es mejor que pasen de una formulación negativa a una positiva, por ej., en lugar de “no matar”, “cuidar la vida”, no adulterar es cuidar el matrimonio y la familia, y así sucesivamente.
Ponderar la gravedad del pecado que hay que corregir.
Practicar la corrección en el preciso momento. Por ejemplo, la última resolución pro aborto de la Suprema Corte de Justicia de la Nación Mexicana, según el comunicado de los obispos hace que se polarice más la sociedad, abona a la institucionalización de la violencia contra el débil, y eso desgasta los cimientos del estado de derecho.
Con todo respeto pero también con toda verdad, los pastores hemos de denunciar los daños que provoca la ideología de género, la mentalidad y cultura antivida.
En tiempos del relativismo cualquier idea se puede convertir en algo legal. Corregir la cultura antivida: se debe respetar la vida, cambiar las leyes injustas que no protegen a los no nacidos; una ley inhumana no obliga, al contrario, es una obligación de conciencia desobedecerla.
Detrás del aborto está más que comprobado que hay intereses ideológicos y económicos; esta es una situación seria que tiene que abordarse, desenmascarse, no es cuestión de fobia u odio si no de darse cuenta de la verdad acerca de lo que somos: seres humanos, no somos animales…
El ser humano está hecho para amar. El que ama no daña la vida humana, ni la salvación de su alma, ni el progreso auténtico… Cualquier asunto del que se tiene que legislar o permitir tiene que humanizar y no dañar, por ejemplo, la legislación a favor de las drogas, del divorcio exprés, los libros de texto que promueven la promiscuidad… se han de prohibir porque dañan; si no hacemos un bien sobresaliente, al menos hay que evitar dañar.
La expulsión de la comunidad al incorregible, es para dar a conocer que su estilo de vida no tiene lugar en la comunidad, porque se ha quedado aferrado al mal.
Buscar el bien de los que se han portado mal, pero también orar por ellos, ponerse de acuerdo en orar unos por los otros.
Se propone usar el Prefacio de la Reconciliación II.

AVISOS
Promover la película: sonidos del silencio, para que no la retiren…

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