APORTE DEL COLEGIADO DE SACERDOTES DE LA DIÓCESIS DE
Chilpancingo CHILAPA

I. VERDAD, CONGRUENCIA Y RESPONSABILIDAD DE NUESTROS ACTOS

Son valores humanos fundamentales: la verdad, congruencia y responsabilidad de nuestros
propios actos.

En el evangelio se habla de dos hijos, pero tras los cuales hay misteriosamente un tercero.

El
primer hijo dice no, pero después hace lo que se le ordena. El segundo dice sí, pero no cumple
la voluntad del padre. El tercero con su actitud dice “sí” y hace lo que se le ordena.

Este tercer
hijo es el Hijo unigénito de Dios, quien entrando en el mundo, dijo: “He aquí que vengo… para
hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad” (He 10,7). Este “sí”, no solamente lo pronunció, sino que también
lo cumplió y lo sufrió hasta en la muerte.

“No basta decir: Señor, Señor, para entrar al reino de los cielos, sino hay que cumplir la voluntad
del Padre” (Mt 7, 21). “Hay que decir sí cuando es sí, y no cuando es no…” (Mt 5, 37).

Dios toma en cuenta las intenciones y decisiones; por eso Dios no castiga inmediatamente al
pecador, porque si su intención y/o su acción es torcida, espera que reflexione, cambie de
proceder, de actitud y se salve.

Dios sabe que nos dio voluntad y podemos cambiar de actitud.
“Un hombre tenía dos hijos” (judíos y gentiles). El que es hijo está a la orden de su papá, es el
que vive obedeciendo, el que está dispuesto a cumplir la voluntad de su padre.

“… ve hoy a trabajar a mi viña”: ese “hoy” es el presente y el futuro. Se trata de hacer a un lado
el pecado con tal que reine Dios (la verdad, el bien, a responsabilidad) entre nosotros.

Recapacitar a tiempo, cuando no se han cumplido las promesas, por ejemplo los esposos
cuando dijeron “sí” al respeto, amor, fidelidad, a procrear y educar a los hijos; si no se están
haciendo las cosas como se debe, se debe recapacitar.

Permanecer en la gracia de Dios es el estilo natural del hijo de Dios. La vida cristiana es
reproducir el estilo de Cristo en nosotros: “tengan los mismos sentimientos de Cristo” (segunda
lectura).

Somos humanos, pero también hijos de Dios, por ello hay que dejar que Dios se manifieste en nosotros.

Vivir a la luz de la justicia divina, sin alejarnos de su gracia; cuando no se reniega de Dios es
porque se está convencido de lo que Dios propone.

A veces lo que Dios nos ofrece lo recibimos, pero no lo hacemos nuestro con toda el alma y por
eso se desperdicia.

¿Qué tanto estamos dispuestos a colaborar en la viña del Señor?

No cuentan solo las palabras, sino las obras, los hechos de conversión y de
fe.

Hay presbíteros jóvenes que no están tan involucrados en la pastoral diocesana por indiferencia
y falta de
compromiso.

Mejoramos la viña del Señor, la sociedad o el mundo, cuando mejoramos
primero a sí mismos como seres humanos y como discípulos de Cristo.

Hay varios laicos colaborando en la iglesia, pero siguen siendo
insuficientes.

II. EVANGELIO APLICADO A NUESTRA SOCIEDAD

Así como hay mucha tierra en bruto, espinas, abandono de tierras sin sembrar en grandes
extensiones, hay carencia de vivencia de los valores humanos y cristianos. Por ejemplo, en la
vida familiar y social suele haber muchas mentiras, incongruencias, irresponsabilidades…

En concreto, muchas necesidades tiene el mundo, por ejemplo, la sociedad está cada vez más
golpeada por la violencia, por el imperio del crimen organizado, la droga, la corrupción… Los
primeros cristianos en su tiempo respondieron con el martirio, en cambio, nosotros al menos
aparentemente respondemos con sometimiento, por ejemplo, cuando el crimen impide hasta
que se celebren como se acostumbra las fiestas patronales.

Hay que construir la paz, para lo cual si hay que dialogar con los malos, hay que hacerlo. Hay
que construir un ambiente sano, de respeto, donde reine la verdad y no la mentira, la
responsabilidad de cada uno en lo que le corresponde, un ambiente
respirable.

Necesitamos trabajar en sinodalidad, sin autoritarismo, para que unidos hagamos una mejor
historia en el mundo.

Hay quienes no le entran a nada en las tareas pendientes en la familia o sociedad. Hay poca
disponibilidad, poca participación, hay indiferencia ante lo que no deja beneficios económicos,
qué fácil es vivir en la zona de confort.

Hay falta de compromiso, lo cual es falta de entrega, de
decisión.

Si queremos aportar algo bueno a la sociedad, hay que realizarlo con profesionalismo.

Varias
veces ocupan puestos públicos los “grilleros”, personas sin estar capacitadas suficientemente
para esos cargos, por lo cual sus herramientas son insuficientes para hacer un bien en la
sociedad; porque, a veces, no es cuestión de falta de voluntad sino de capacitación moral,
intelectual y de sensibilidad hacia la pobreza y miseria en que se vive socialmente.

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