Cuauhtémoc, resistía el dolor de las quemaduras de sus pies y manos; Julián de Aldrete, tesorero del rey, lo había torturado inútilmente para arrancarle el secreto sobre la ubicación de tesoro de los mexicas, presentaba llagas y ámpulas en las cuatro extremidades que amenazan con infectarse.

Hernán Cortés llamó al doctor Fray Cristóbal de Ojeda, recién llegado a la tierra conquistada, era reconocido como un gran galeno.

El conquistador ordenó curara las heridas del rey mexicano.

Cortés, muy hábil, le explicó la acción de Julián de Aldrete, tesorero del reino, quien lo había acusado que, por su amistad con Cuauhtémoc, sabía dónde estaba el tesoro, le imputaría ante el Rey si no permitía interrogarlo, y cedió.

Explicó que no imaginó que torturaría al rey Mexica y a Tetepalcatizin, soberano de Tacuba y le mostró un parte firmado por él, con el que supuestamente acusaría a Aldrete y quienes intervinieron en el horrendo trato para los jefes mexicas.

La Malinche, le habló a Cuauhtémoc, le explicó que los curarían, auxiliarían curanderos nativos leales al Tlatoani.

Cristóbal de Ojeda, revisó los pies sombreados y rojizos que despedían ya un mal olor. Aplicaron tepezcuahuitl.

Pasaron los días y las heridas cicatrizaban con lentitud, pero el alivio era seguro, Hernán Cortés, visitaba con frecuencia al guerrero mexica, se hacía acompañar por Malinche y platicaba con él a través de la traductora…

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