Pbro. Jorge Amando Vázquez Rodríguez
La voz autorizada de Alasdair MacIntyre opina de Jane Austen y su narrativa literaria que es la última representante de la tradición ética aristotélica centrada en las virtudes. Y es que el clásico After Virtue de MacIntyre que lo leí hace algún tiempo es un firme convencido que, siguiendo la tradición aristotélica que la virtud sólo se logra con la práctica de las virtudes, o dicho en otras palabras: Aristóteles posee una visión teleológica de la naturaleza humana, todos tendemos hacia un telos, un fin, que es la perfección moral, propia de la naturaleza.
Nuestro radar se ha movido, por lo que veo, en otra dirección, puesto que le hemos apostado no al ser sino al tener fruto del hacer, ya ha quedado a la distancia aquellos caminos donde la perfección moral, eran (son) los hábitos operativos buenos, llamados virtudes según la tradición de una ética clásica.
Estoy leyendo con mucho fruto el nuevo libro publicado de un autor que admiro desde hace algún tiempo por su claridad mental al exponer en perspectiva la historia, me refiero a Mariano Fazio y ahora su nueva obra, Clásicos británicos. De Shakespeare a Tolkien, una escuela de vida, (Madrid 2024), aquí presenta un aperitivo para leer a estos clásicos británicos entre los cuales incluye a Jane Austen, que yo ya tenía referencias de McIntyre que, según entendí en ese momento no quedaba bien parada, pero ahora entiendo que fue un error mío de percepción.
Fazio presente de mejor manera el entorno familiar e histórico para apreciar mejor el aporte de Austen y sus novelas.
Siguiendo el aporte sobre la obra de Austen, McIntyre propone un catálogo de virtudes para alcanzar la felicidad humana y estas son: CONSTANCIA. AUTENTICIDAD. AUTOCONOCIMIENTO. AMABILIDAD
Con tan solo mencionar estas cuatro virtudes ya sería más que suficiente para poner manos a la obra y tener esa felicidad que tanto buscamos y yendo por caminos seguros sin perder esa meta tan añorada. Entiendo que se impone una explicación de cada una de las cuatro virtudes en orden a una clarificación sin que ello interfiera de las propias reflexiones personales que todos podemos hacer al respecto.
CONSTANCIA
McIntyre dice que es el nuevo nombre de la prudencia (phronesis). Y habla precisamente de la lucha diaria en proponernos aquello que anhelamos, en este caso, la felicidad.
Desde hace algunos años he pensado que la gran mayoría de las cosas que nos proponemos hacer fracasan por el poco empeño que ponemos y con la constancia que conlleva. A las primeras de cambio, incluso al primer obstáculo que se nos presenta: claudicamos, ya sea, económicos, que es lo más habitual, obstáculos, incluso de los propios amigos o familia, catástrofes naturales, y un largo etc., No sé si esto lo llevemos en la sangre pero nos hace falta mayor empeño y coraje en nuestras empresas. “La narrativa de nuestras vidas cobra sentido si somos constantes en la búsqueda de nuestro bien moral, superando los obstáculos que nos presenten en el camino”.
La constancia en resumen dice más de nosotros mismos que de las cosas que emprendemos: “Las personas adquieren consistencia propia, toman las riendas de su propio vivir, dan sentido a su existencia.
AUTENTICIDAD
Hay una diferencia, -y vaya que la hay- entre la virtud real, auténtica, de la mera apariencia.
Tenemos crisis de autenticidad y creo entender por qué, y me refiero al miedo que nos conozcan cómo somos y no estar a la altura de los parámetros de perfección que existen en una sociedad llena de hipocresía.
En palabras de Fazio vivimos en la época de la tiranía de la opinión pública, del qué dirán y se privilegian las apariencias, que yo llamo hipocresía, sobre la realidad. Vivir de los sueños implica rodearnos de una vida falsa. Por eso todo publicamos: la ropa que nos ponemos, los viajes que hacemos, los títulos que tenemos, la comida que comemos, la casa donde vivimos, las personas que nos rodean, los lujos que nos permitimos, todos estos elementos se resumen en un tren de vida que no podemos, a veces, en la mayoría de los casos, pagar, incluyendo las fiestas sociales que organizamos.
La autenticidad entonces tiene que entenderse como: coherencia de vida. Se es auténtico cuando se vive de acuerdo a los valores morales que uno posee y que considera que le llevarán a una vida en plenitud, al bien moral de la existencia cristiana.
AUTOCONOCIMIENTO
No podemos vivir en la superficialidad. El autoconocimiento es un verdadero tanque de oxígeno. Los diferentes hechos que vamos viviendo a lo largo de nuestra vida no nos definen. Dicho como un caso concreto, por ejemplo la pobreza. Austen vivió esta realidad, nunca se pudo casar porque su familia carecía de los recursos necesarios como es una buena dote según la usanza de la época que le tocó vivir, al igual que su hermana.
Se profundiza en el conocimiento de uno mismo por medio del examen de conciencia, así nos damos cuenta de nuestras debilidades y errores, se arrepienten y emprenden nuevamente la lucha.
Hay que recordar que cuando le damos nombre a nuestro defecto, el simple hecho de nombrarlo ya se ejerce un dominio sobre él, puesto que al nombrarlo ya por hecho mismo de nombrarlo lo dominamos.
AMABILIDAD
Los grados de brutalidad que vivimos el día de hoy han alcanza costos muy elevados, o dicho en otras palabras, la vida social nos cuesta cada día más. Lo mismo puede decirse en la familia que luego le pasa la factura a la sociedad y viceversa. Y ya ni hablemos, aunque Austen es cristiana, de la caridad.
Pensemos que podemos hacer al respecto de estas cuatro virtudes que hemos bautizado cono necesarias por no decir urgentes en nuestra vida.
(Cfr. Mariano FAZIO, Clásicos británicos. De Shakespeare a Tolkien, una escuela de vida, RIALP, Madrid 2024)