🖋Por:Misael Habana de los Santos.

¿Cuatro o más horas esperando en la plaza para diez minutos de clímax de fervor patrio? Es que un grito puede salvarnos la vida.

El grito de anoche, nuestro Grito, el último del presidente Andrés Manuel López Obrador, fue un festejo y un llamado de atención al mundo. Hoy, como hace más de 200 años, entre el peligro y el conflicto, el país llama a la fraternidad universal, al amor y a la independencia.

Casi a la medianoche, Tláloc ya había decidido dar oportunidad a los mexicas para continuar la celebración, entre ritmos y músicos traídos de la Sierra Mixe de Oaxaca, del mariachi, resultado del mestizaje cultural de Televisa, y de la tambora ardiente de Sinaloa con su “poesía” de amor a chingadazos y a tamborazos con la banda MS. Una fotografía del México vivo.

La lluvia del 15 de septiembre, en la noche del Grito, es puntual como cualquier relojito comprado en la fayuca de Tepito. Así que los vendedores hacen su agosto en septiembre, vendiendo baratijas para cubrirse de la lluvia y la más amplia variedad de adornos tricolores. Se pudieron ver hasta preservativos patrios, inflados y volando por el aire.

La plaza, iluminada por luces LED con los colores patrios. Los símbolos de la cultura de los pueblos originarios y los rostros de los próceres de la gesta de 1810, mudos, sonríen desde las paredes de los edificios que rodean la plaza, construida a imagen y semejanza de la capital del imperio.

La noche del Grito en el Zócalo de México se parece a la fiesta de San Juan en Almería (España), donde todos “comparten su pan, su mujer y su gabán, gentes de cien mil raleas”, como bien canta otro español con corazón nacido en México.

La catedral, con todo su significado en una república liberal, participa muda e iluminada. A la medianoche, con el tañir de las campanas desde sus torres recientemente restauradas, festejó, en contra de su ideología, por protocolo, para acompañar la fiesta, mientras los administradores de la fe están recogidos en su duelo de siempre para ahuyentar la rebelión , como dicta la historia. ¡Abajo el Rey! ¡Viva la Independencia!

El porrazo de lluvia bañó a la multitud, atiborrada y empapada de alegría, que aun así escuchó, bailó, gritó y cantó con la banda mixe y el mariachi. Y la lluvia seguía, como esas cosas que no tienen mucho sentido, como un aguafiestas, como un no invitado… pero era Tláloc festejando en la plaza, que es ombligo del mundo.

Desde la plaza, el Balcón Presidencial —sí, el Balcón Presidencial, no como decía el juglar de las luchas de izquierda en los setenta en México, “pal halcón presidencial”, en honor al culpable de lo ocurrido el 2 de octubre y el 10 de junio. ¡No se olvida!— desde abajo, el balcón con banderines verdes, blancos y rojos no se ve tan alto, no se ve tan lejos. La tecnología ha sustituido al papel picado de las celebraciones tradicionales.

En un balcón aledaño, donde el presidente López Obrador dio más de 50 campanadas —más que en otras ocasiones—, la presidenta electa Claudia Sheinbaum, acompañada por su esposo, el doctor en Ciencia Física Jesús María Tarriba, con el puño izquierdo en alto, siguió el ritual de la independencia a unas cuatro horas de haber sido testigo de la firma del mandato presidencial con el que se ratificó la reforma constitucional para que jueces y magistrados sean electos por voto popular, como lo aprobaron la Cámara de Diputados, el Senado y un poco más de dos decenas de Congresos de los estados de la Federación.

A pesar de la majestuosidad de las instalaciones de Palacio Nacional, sus habitantes y anfitriones, con elegancia moderada y acorde a la formalidad republicana del evento, estuvieron a la altura del mensaje explícito e implícito de la 4T. En fondo y forma, la austeridad fue el signo que caracterizó a los participantes. Una vez más, la sencillez y la elegancia de la pareja presidencial fueron una ratificación de la solidez moral durante los últimos seis años.

Ante mexicanos secos y mojados, el presidente AMLO llega al clímax de su gobierno, ratificando su popularidad. La gente grita las consignas de siempre, ahora con la convicción de haber logrado sus aspiraciones.

¡Viva la Independencia!
¡Viva Miguel Hidalgo y Costilla!
¡Viva Josefa Ortiz de Domínguez!
¡Viva Ignacio Allende!
¡Viva Leona Vicario!
¡Viva José María Morelos y Pavón!
¡Viva Vicente Guerrero!
¡Vivan los héroes anónimos!
¡Viva la libertad!
¡Viva la igualdad!
¡Viva la justicia!
¡Viva la democracia!
¡Viva nuestra soberanía!
¡Viva la fraternidad universal!
¡Que muera la corrupción!
¡Que muera la avaricia!
¡Que muera el racismo!
¡Que muera la discriminación!
¡Viva el amor!
¡Vivan los trabajadores mexicanos, que son de los mejores del mundo!
¡Vivan nuestros migrantes!
¡Vivan nuestros pueblos indígenas!
¡Viva la grandeza cultural de México!
¡Vivan todas y todos los mexicanos!
¡Viva la Cuarta Transformación!

El cielo negro se ilumina de colores con la pirotecnia, mientras un performance de drones con luces LED escribe con el dedo del dios de la tecnología en el cielo de la región más transparente del aire: ¡Gracias!

Y “Se acabó, el Sol nos dice que llegó el final, por una noche se olvidó que cada uno es cada cual. Vamos bajando la cuesta, que arriba en mi calle, se acabó la fiesta”.

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