• Reelección y nepotismo: ¿Otra vez?
• Sheinbaum: ¿error de cálculo o pifia?
• Tiempo, la clave en el afán reformador
Esta película ya la vimos.
Morena –en su afán reformador por revertir viejas prácticas políticas, antidemocráticas—, dice no a la reelección, ni al nepotismo. La presidenta Claudia Sheinbaum envió el 5 de febrero pasado al Senado de la República dos iniciativas de reforma constitucional con esa intención. Todo bien. Pero ¿cómo la van a aprobar, en mayoría calificada, cuando por lo menos tres aspirantes morenistas y aliados van arriba de aceptación e intención del voto, de cara al 2027?
¿Error de cálculo? No, para nada. Es cerrar la puerta a aspiraciones legítimas, en las narices de los aspirantes, sin contemplaciones y hasta de forma grosera. Es lo de menos. En la gobernabilidad, Morena va libre, sin oposición. Domina la agenda, marca la ruta parlamentaria y frena, súbitamente, anhelos añejos de competir con grandes probabilidades de triunfo.
Con decretos, se insiste en darle nuevo rostro y nuevas reglas al juego electoral, cuando está atiborrada la agenda parlamentaria reformista y en cuenta regresiva. ¿Qué necesidad de meter ruido?
Morena construyó una aplanadora legislativa de mayoría calificada, desde octubre del año pasado. Difícil, precaria y a duras penas: un voto hizo la diferencia. Llevar, ahora, estas dos reformas electorales, con dedicatoria a los suyos y aliados, podría romper ese frágil momento, no exento de simulaciones e intereses.
Sheinbaum aprovechó la coyuntura nacional creada por la crisis arancelaria para dar un audaz golpe, revés o el click de apagado a sus más recalcitrantes seguidores y simpatizantes. Quizá sin calcular, que se hiere algo ligado al sentimentalismo de una vieja lucha social postergada largamente. Quizá no era el momento, porque precisamente se cierran filas en su entorno nacional ante amenazas del viejo Tio Sam, personificado por Donald Trump.
La fragilidad al interior de Morena se va a evidenciar el martes próximo, cuando se revise el texto de las iniciativas y se abra el debate. Y entonces dirán: ¿qué necesidad?
La oposición a Morena se frota las manos. ¿Jugarán a apoyar una decisión que podría ser el preludio apocalíptico de un rompimiento? Es pregunta…
El escenario es confuso, poco claro en su viabilidad, precisamente por la fragilidad en que se construyó la aplanadora de votos.
Las fechas jugarán. Si van para el 2027, sin duda le mete presión. Y si lo aplazan al 2030 ganarían tiempo para desahogar lo apretado de la agenda con la reforma al Poder Judicial y su proceso electivo. El tiempo juega: a favor o en contra.
No se puede dejar de pensar mal, es decir, que la dedicatoria proviene de mentes cargadas de complejos, traumas y envidias. Y eso es recurrente en la política bodeguera, camuflada en buenas intenciones, pero alentada en instintos bajos.
La oposición ya no jugaba. Ahora, les otorgan asideras para aguijonear con discursos venenosos el cierre de un juego incluyente, de apertura y democrático, cuyo poder decisorio recae en el voto ciudadano, en nadie más. No se puede ser más papista que el Papa.
Martes próximo, mañana, será el termómetro para medir los alcances. Es, a final de cuentas, el test que necesitan los protagonistas para revisar en sus filas quién es quién en todo el juego.
Sheinbaum verá, entonces, quién es quién.
Por eso, esta película ya la vimos, con otro reparto y en otra época. Hubo finales apocalípticos, por cierto. La historia está por escribirse. La leeremos juntos.
Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.
