DOS. DOS MESES HAN PASADO desde aquella fecha, aquella fatídica tarde-noche del 24 de diciembre, cuando en el barrio de San Mateo, en la Plazuela de San Mateo, a unos metros de la Iglesia en honor al, santo del mismo nombre, y a tan sólo unos pasos de la estatua de la Pelea de Tigres, que al igual que Los Tlacololeros le dan identidad a Chilpancingo, fue asesinado a mansalva, con todos los agravantes, el presidente de la Feria, precisamente de la Feria de San Mateo, Navidad y Año Nuevo.
Sí. Dos meses desde entonces no había vuelto a pasar por esa plazuela, en donde, en medio de la gente, de mucha gente, a Martín Roberto Ramírez Ruiz le quitaron la vida, junto con su secretario, José Vidal Nava, cuando estaba a punto de encabezar el Teopancalaquis, una procesión con antorchas de ocote hasta llegar a la Catedral de La Asunción de María, acompañado de la danza de Los Tlacololeros.
Sesenta días de aquellos hechos, tiempo en el cual sólo ha habido condenas de los dos asesinatos y exigencia de justicia para las víctimas y sus familias. Dos meses en que, hasta ahora, no hay avances en las investigaciones, ni mucho menos castigo para los responsables.
¿Quiénes fueron? Nadie lo sabe, y las autoridades, menos. Y menos aún el secretario de Seguridad Pública federal, Omar García, quien ni policías tiene, aunque eso sí, se apropia como suyos los resultados de otros.
Hay que decirlo. Las muertes de Ramírez Ruiz y Vidal Nava no son las únicas que han quedado en el olvido, en la impunidad. No son las únicas en las que no avanzan las investigaciones para resolver los hechos y llevar a la cárcel a los homicidas. No son las únicas, y no sólo en Chilpancingo, que se encuentran sin justicia para las víctimas y sus familias.
Sí. Por alguna razón u otra siempre había cruzado la Plazuela de San Mateo para acortar distancia y llegar a dónde tenía que hacerlo. Pero desde la muerte del, presidente de la Feria, y su secretario, no lo había hecho, hasta hoy, cuando finalmente me animé a hacerlo, a pesar de causarme una especie de ansiedad sin saber por qué.
¿A caso porque lo había saludado, dos días antes de que le quitaran la vida, y su voz y su persona la traía fresca, y de pronto no te cabe en la mente que lo hayan ultimado en medio de tanta gente, de sus vecinos y amigos, en una fecha tan especial, tan conmemorativa, tan significativa, como la Noche Buena, a escasas horas del nacimiento de Cristo, del Niño Jesús, del Hijo de Dios?
Lo cierto es que me resistía a pasar por ahí; ahí en medio donde cayeron víctima de las balas y de la violencia que parece no va a terminar, no sólo en Chilpancingo, sino en todo el estado…
Por supuesto decíamos, el de Ramírez Ruiz y Vidal Nava no es el único caso que parece no va a resolverse. Ahí están, por ejemplo, entre otros, el del presidente de Chilpancingo, Alejandro Arcos Catalán, quien fue ejecutado, también con todas las agravantes de la ley, cuando apenas llevaba en el cargo 6 días, el 6 de octubre del año pasado, y sin que hasta ahora haya castigo para los homicidas.
Y allí están también, aunque muchos parecen olvidarlo, el asesinato de quién era secretario general del gobierno que encabezaba precisamente Arcos Catalán, tres días antes, y allí está también la ejecución de quién iba a ser el secretario de Seguridad Pública Municipal del mismo gobierno.
También, allí está la ejecución, éste en Acapulco, del magistrado Edmundo Román, quien fuera presidente del Tribunal Superior de Justicia, y por si fuera poco, las ejecuciones del dirigente de la Upoeg, Bruno Plácido; el del líder del Cresig y maestro universitario, Rigoberto Acosta, y de igual forma, la del dirigente de Antorcha Campesina, y por si fuera poco, la del delegado estatal de la FGR. Y claro, la de los comerciantes de Chautipan.
En fin que, este 24 de febrero, Día de la Bandera Nacional, finalmente crucé nuevamente la Plazuela de San Mateo, en medio de dos cruces, las de Martín Roberto Ramírez y José Vidal Nava, cuyos cuerpos quedaron tendidos aquella tarde-noche del 24 de diciembre, a tres horas de festejar la Noche Buena, cuando el presidente de la Feria se disponía a encabezar el Teopancalaquis que culminaría en la iglesia de la Asunción de María…
Paradojas de la vida. Al igual que Alejandro Arcos, a quien su sueño cumplido le costó la vida, a Ramírez Ruiz le ocurrió igual. Siempre quiso ser presidente del Patronato de la Feria, y al lograrlo, también se la quitaron.
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