Abril 13-2025
“¡Corridos, corridos!” coreaban asistentes para apremiar al cantante Luis R. Conríquez a enrolar a las y los asistentes en un género musical al que el gobierno estatal mexiquense había pedido a organizadores de la FERIA DE TEXCOCO a no realizar apología a la violencia ni referencia a personajes o actos ilícitos.
El cantante, tras continuar con una propuesta romántica, sin aceptar la presión a interpretar corridos, recibió por respuesta una andanada de artefactos voladores entre ellos líquido etílico, es decir, cerveza. Esto hizo que dejara el espacio del show y el público llegó hasta el centro del palenque para destrozar el equipo.
Debo decir que me sorprendió encontrar que no solo se trataba de personas del sexo masculino los que armaron la trifulca, sino que mujeres también fueran parte de esa violencia que imparable, no cesó hasta que no había nada más que destruir, pasando por la destrucción de su propia imagen, la de las fuerzas del orden y de la mesura y la paz.
El 29 de marzo, en Guadalajara, el grupo musical Los Ángeles del Barranco, presentaron en su concierto, imágenes de Nemesio Oseguera Cervantes, Alias El Mencho, identificado como líder de un grupo criminal llamado Cartel Jalisco Nueva Generación.
Este hecho derivó en al menos dos acciones: la investigación del grupo tras el comentario de la Presidenta de México, Claudia Sheinbaum, quien consideró que ese hecho no estaba bien y que “todos tenemos que hacer lo que nos toca para dejar de normalizar la violencia. No debe suceder en este ni en ningún otro lugar de nuestro Estado (sic)”.
La otra reacción fue la del gobierno de los Estados Unidos que retiró las visas de trabajo y turismo a esta banda musical mexicana.
Pero ¿qué es la apología a la violencia? Es solo la exaltación de ese ejercicio pasando por todo con tal de defenderla, incluido el uso de la propia violencia, la promoción de su idea de violencia ensalzando a quien la ejerce, la forma, el uso del crimen? O es también hacerlo socialmente aceptable.
Los corridos han pasado de la narrativa de una crónica que daba a conocer lo que sucedía, a la difusión masiva en los medios electrónicos y su boom en las redes sociales que escaparon a cualquier forma de censura y masificaron los contenidos de violencia, de exaltación de personajes, de hacer creer que esa es la forma única de vivir y ser socialmente aceptados.
Lo ocurrido en Texcoco nos muestra que ha permeado el narcocorrido de tal manera que no solo se ha convertido en un canto repetido, sino en un estilo de vida para emular y defender con la propia violencia.
Lo riesgoso de todo es que debemos preguntarnos si en nuestro entorno cercano el narcocorrido ha entrado y qué tanto ha permeado la mente de nuestros seres queridos, y de ahí abrir el compás para saber si estamos preparados o no para hacerle un alto en nuestro esquema musical que podría apoderarse de nuestras vidas o de plano, lo hacemos socialmente aceptable, con sus consecuencias en las relaciones de convivencia. Surrealismo?
