Abril 20-2025
Corre el año 2025, nuestro país es representado por un gobierno de la continuidad política, y una de nuestras fronteras, la de un país poderoso, la de Estados Unidos de Norteamérica, tiene un segundo mandato presidencial con un hombre que se mueve en esfera empresarial y política de alto nivel de competitividad, mientras que en el nuestro, se estrena una mujer en el cargo.
Una de las primeras acciones del Presidente Donald Trump condujo a una movilización de seguridad en la frontera que comparten ambos países, 10 mil elementos de la Guardia Nacional fueron desplazados a la frontera norte para evitar que indocumentados de todas las nacionalidades que usan esa puerta de acceso a los Estados Unidos, lo sigan haciendo.
La relación de México con los Estados Unidos aún no está definida, el león de primer potencia mundial juega políticamente hablando, con nuestra representante en el poder, la usa como intermediaria para saludar a su antecesor, la presiona para contener el flujo migratorio hacia su país, la envía indocumentados repatriados para que desde este lado de su frontera se envíen a sus países de origen, habla de aranceles, luego frena este tema y luego, sin avisarle, aplica una sanción en forma de arancel a un producto mexicano cotizado en su país, el jitomate.
Pero los centroamericanos no han parado de llegar a nuestro país para cruzarlo, abiertamente, sin tapujos, como un puente para arribar a los Estados Unidos, su destino objetivo. Solo que en tanto el poderoso Trump ha logrado el cambio de un Primer Ministro con otro país vecino, Canadá, aquí no acertamos a tomar medidas que hagan que Centroamérica tome la responsabilidad de sus habitantes y esta se endilga a nuestro país.
Mientras la amenaza naranja nos lleva a colocar un control en la frontera norte y nuestro territorio tiene en ese lugar una importante fuerza de seguridad como una concesión a petición expresa, nuestras fronteras sufren la presencia del flujo de indocumentados y se acaba el primer rasgo de humanismo que las ciudades fronterizas mantenían hacia las y los migrantes.
Así, ciudades como Tapachula, la propia Ciudad de México y otras como Mexicali, tienen que asumir en sus presupuestos el costo de contar con una población flotante de alto impacto a sus finanzas.
Por ejemplo, Tapachula pasó de ser una ciudad que cobijaba a la población migrante en su tránsito, a padecer su presencia reduciendo su actividad cotidiana, con parques y campos deportivos tomados por migrantes, por casas adueñadas por migrantes, con calles donde ahora el cobro de piso a la población residente se ha convertido en una pesadilla y la población migrante una carga.
El terror de sus habitantes se ha extendido a otros puntos mexicanos donde migrantes han pasado a tomar el control de los lugares y residentes mexicanos miran colapsar sus vidas ante la falta de seguridad que parece nadie ve y que no aborda el Presidente Trump porque ese, para él, no es problema, es un asunto del gobierno mexicano.
No hay una política integral porque el gobierno estadounidense mira al nuestro con mirada de patio trasero donde se guardan los desechos, se almacenan los problemas y se acumulan “los después”.
La política no ha comprometido más que la frontera norte, pero nuestro gobierno, subordinado, no ha mirado la frontera sur como tampoco ha mirado que en el territorio mexicano una parte del crecimiento delincuencial tiene rasgo de indocumentados.
La distancia entre la frontera norte y la sur cruza por la percepción de una política de relaciones exteriores subordinada que no revisa lo que sucede en Centroamérica y que ahoga a sus conciudadanos.
Comprometer la seguridad a un solo punto deja vulnerable a la sociedad que no tiene en su propio país espacio para desarrollarse, que está secuestrado por falta de atención integral y que también es reducida a colocarse en un patio trasero para no ser víctima de la delincuencia que se apodera de sus calles y ahoga sus casas, porque está en el cumplimiento de la orden del poder gringo, de cuidar su patrio trasero. Surrealismo?

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