CREENCIAS PUEBLERINAS

Por: ARTURO RÍOS RUIZ

Ami compadre se le subieron las copas más pronto que a mí, pues ya había estado bebiendo desde la tarde y yo apenas comenzaba. Se quedó dormido, sentado en la silla, con la cabeza hacia arriba y la boca abierta interrumpiendo el silencio de la noche con sus graves ronquidos.

En eso estaba, cuando el repentino silencio me volvió a la realidad; se callaron los grillos, las ranas y un frío mañanero como de brisa comenzó a correr acrecentando mi miedo. Llegó un fuerte olor de azufre penetrante que lastimó mis sentidos.

Sentí que me engarrotaba y recordé que la gente decía que en ese paraje se aparecía el diablo, que asustaban y entonces quise correr, porque ya no soportaba el temor.

De repente, vi la silueta de un hombre aparentemente tranquilo que se acercaba poco a poco hacia mí. Estaba elegantemente vestido: corbata y traje negros, su camisa era tan blanca que aun en la oscuridad podía apreciarse. Fumaba e infundía confianza, por lo que al fin respiré tranquilo; entonces habló:

—¿A dónde vas Adrián? — Comprendí que era la misma persona que antes me había llamado y con dificultad le pregunté:

—¿Quién eres? —Soy tu amigo, dame la mano. Al tiempo que extendía la suya y sin darme cuenta yo hacía lo mismo. Me apretó con fuerza y comencé a sentir que me quemaba, luego comprobé que se transformaba; su piel se hizo rojiza y su cara se llenó de pelos igual que todo su cuerpo.

Vi los cuernos sobre su frente, los ojos se le inyectaron y parecía que les brotaba sangre, arrojaba espuma por la boca y ya no pude resistir. Todo se tornó negro para mí. Caí en un profundo abismo, sentía que estaba en un pozo infinito, envuelto en un silencio espantoso.

Parecía que en la caída mi cuerpo, como una pluma, daba vueltas y aun así tenía mucho miedo, pues creía que jamás iba a llegar el final.

No sé cuánto tiempo pasó, pero cuando volví en mí, ya era de día, estaba tirado en el suelo… Entonces creí que todo había sido pesadilla. De mi libro, “El Otro Rostro”

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