Pbro. Jorge Amando Vázquez Rodríguez
Virgil Nemoianu (Secretario General de la Asociación Mundial de Literatura Comparada) es una de esas personas que en algún momento tendrías que poner en nuestra lista de autores por leer y es que su conocimiento sobre la literatura te amplía el panorama sobre el humanismo que en los tiempos que corren se hace cada vez más indispensable. Recientemente fallecido el 6 de junio de 2025 rescato esta traducción inédita de uno de sus escritos publicados en la revista The Catholic Thing que puede ser consultada en línea, sobre el “Miedo a la muerte”.
Al Papa Juan Pablo II se le pregunto en su trayecto al hospital para una operación del cáncer del colon si tenía miedo. Él respondió simple y claramente –y valerosamente, en mi punto de vista: ¡SI!
Pero conscientes de como esa respuesta pudo haber sido, la pregunta acerca de por qué tenemos miedo a la muerte, permanece sin responder.
Es Natural que los no creyentes o personas indiferentes a la religión sientan remordimiento o miedo a la muerte.
Cuando la vida es solamente el absoluto bien, la ausencia de vida es el absoluto mal. Lo mejor es no mencionar o incluso no pensar en ello (lo cual es lo que la mayoría hace en esta sociedad contemporánea), y retrasarlo tan largo sea posible, por cualquier cosa posible (como por ejemplo la destrucción de la vida potencial).
Pero, ¿por qué hay personas de fe, buenos cristianos, igualmente o incluso más temerosos acerca del fin de la vida? ¿Deberíamos serlo?
Ahora yo estoy seguro de que hemos de aprender las respuestas teológicas a estas preguntas (sobre la muerte).
Sin embargo, a la par, ni las homilías que frecuentemente escuchamos, ni los ensayos que leemos, parecen responder adecuadamente a este problema (sobre el miedo a la muerte).
CUATRO OBSERVACIONES SOBRE LA MUERTE
Así que, como aprendiz moderno se me ha de permitir ofrecer algunas observaciones, (4 de ellas), desde los más práctico hasta lo más filosófico.
1). La primera. Yo mismo (y no soy el único) tengo dificultad en partir (de este mundo) con un par de sandalias viejas, o un suéter cómodo.
Y no podemos imaginar lo mucho que se siente partir y abandonar todo el universo: del pasto y las flores, de las casas, del viento, del mar, de los objetos y movimientos en la naturaleza, de los muchos amigos, parientes y compañeros. El sentir es mucho más que eso. ¿Quién puede decirlo? ¿A quién podemos culpar de tales sentimientos?
2). Cuando somos jóvenes o en la mediana edad, o incluso más viejos, hay una pregunta insistente sobre lo que nuestra muerte va a significar en términos de fracaso o de cumplimiento de nuestras responsabilidades, o el haber alcanzado otras metas.
Esto es malentendido algunas veces. Estamos hablando aquí no solamente de grandes poetas o compositores, científicos y estadistas, sino también, y quizá particularmente, de padres de familia, la querida mamá, el emprendedor responsable.
¿Cómo no podrían estar temerosos a la muerte como una interrupción de sus grandes compromisos como personas?
¿Acaso es este un sentimiento egoísta? ¿No hay también una genuina preocupación mezclada con este miedo: ¿qué va a suceder en el futuro Sin nosotros? ¿Cómo será el futuro para las personas que más queremos?
3). Muchos de nosotros no somos tan miedosos al cese de nuestra vida, sino a cómo podría suceder.
Sabemos muy bien por la experiencia que el desprendimiento del alma del cuerpo es raramente una cosa fácil.
Una de las consecuencias del pecado original es que la muerte es más frecuentemente acompañada por el dolor y la agonía. Envidiamos a aquellos que expiran, mueren de una manera quieta, pacífica y noble.
Estamos aterrorizados por las torturas del cáncer, la confusión, y el deterioro de nuestras mentes, la debilidad y discapacidad de nuestros miembros y órganos.
Lo que era una unidad orgánica se cae en pedazos, las partes ganan autonomía, como Auden escribió acerca de la muerte.
Pocos de nosotros tenemos la serenidad de enfrentar esta situación con paciencia, calma y desapasionados.
4). Incertidumbre. Quizá todos pero los más firmes y profundos creyentes albergan en sus corazones al menos una pequeña duda sobre su destino final. ¿Será una total nada? ¿O un Escalón a la plenitud de Dios?
E incluso, si es lo último, el juicio se mantiene, y debería mantenerse, como una manera de miedo verdadero.
Dies irae, “el dia de la ira” es un término que frecuentemente encontramos en la Escritura y en la Tradición.
La moderna forma de hablar acerca de la muerte como estar, ser “con Dios”, meramente nos aleja de pensar acerca de las grandes preguntas: infierno, purgatorio, paraíso.
Nuestro sentir de la Misericordia de Dios se mantiene tentativamente, más como una manera de esperanza, que de fe. Y esto es como debería ser. La certeza acerca de la salvación es una presunción pecaminosa.
Abrir la pregunta sobre la muerte que parece ser habitual, o incluso deliberadamente, evitada, incluso frecuentemente ahora por creyentes también.
Y sugerir que reflexionando sobre estas preguntas sobre el miedo a la muerte, podría ser útil, no indispensable, en acercarnos a uno de los más importantes interrogantes del entendimiento y la existencia humana.
