Considerable fue la fama cobrada en el siglo XVIII por el convento franciscano de Pachuca, que logró primeramente ser elevado en 1732 a la categoría de Colegio Apostólico de Propaganda Fide dentro de la provincia de San Fernando de México y más tarde en 1772 convertirse en provincia autónoma.

sitio emblemático del que partieron diversas misiones hacia la Sierra Gorda —ubicada en los límites de los hoy estados de Hidalgo, Querétaro, Guanajuato y San Luis Potosí— y de aquí salieron también las que evangelizaron el norte de la Nueva España, incluyendo las organizadas para la conversión de los apaches —radicados en los territorios de Arizona, Nuevo México, Texas, Sonora y Chihuahua—, así como otras acciones evangelizadoras en sitios cercanos a su ubicación.
Mas en todo ello, sería determinante el apoyo brindado por don Pedro Romero de Terreros, quien aportó la cantidad de 80 mil de aquellos pesos —oro de mina— con los que se financiaron diversas ampliaciones, entre ellas la construcción un refectorio, una cocina, el sitio de la despensa, la sala de profundis, 15 habitaciones todas de bóveda, para diversos usos, dos dormitorios, librería, celdas del padre guardián y de los visitadores, enfermería, botica, ropería, 15 varas lineales de la barda de mampostería, para cercar la huerta, y los corrales y, por último, una nueva ala de habitaciones para los novicios, amén de otras muchas aportaciones.
Tal fue la gratitud de los franciscanos pachuqueños hacia quien al morir había alcanzado el título de conde de Regla —concedido por Carlos III en 1768—, que su cuerpo fue trasladado del panteón de Santa Paula de Ciudad de México al monasterio pachuqueño en los primeros días de 1782, donde fue depositado a un lado del altar mayor, “debajo del colateral de la virgen del Perdón” donde aún reposan.
Pero no solo el conde de Regla mantuvo buenas relaciones con los habitantes del monasterio pachuqueño, también su hija mayor, doña María Micaela Romero de Terreros Trebuesto y Dávalos de Bracamonte de la Cotera y Rivas Cacho, quien asumió el título de marquesa de San Francisco en 1778 por muerte de su hermano Francisco Xavier. Tuvo especial predilección por este convento, debido a que los restos de su padre, como se ha anotado, habían sido depositados en el templo principal de este cenobio, que continuó recibiendo de su magnanimidad diversas cantidades para sostener las misiones de la orden en el norte de la Nueva España.
No se sabe la fecha exacta, pero sí que antes de 1790 la marquesa de San Francisco habría adquirido, por una cuantiosa suma, el cuerpo incorrupto de Santa Columba de Sens, una joven cristina nacida en el año 257 en Córdova —aunque también se dice que tal suceso aconteció en La Rioja— y murió decapitada por órdenes del emperador Aureliano al no abjurar de sus convicciones cristianas, en el año 273.
Sobre su biografía existen también varias versiones en el martirologio católico. Se dice que la santa fue condenada originalmente a morir en la hoguera, pero aquella adolescente —tenía 16 años— resistió las llamas, debido a lo que se tuvo que cambiar la sentencia por la de decapitación, que se cumplió en un bosque cercano a Sens y se asegura que donde cayó su sangre creció un arroyo. Otra versión de carácter popular señala que, antes de ser una virtuosa virgen, Columba era una bruja que un día, tras encontrarse con Jesucristo, se convirtió al cristianismo, lo que motivó fuera martirizada por negarse a renegar de su fe y dicen estas historias gallegas que se convirtió en la santa patrona de las brujas, intercesora en nombre de ellas y también su contra.
Sobre el lugar donde se encontraban sus restos, hasta antes de su traslado a Pachuca, la historia de la Iglesia europea señala que, tras su muerte, fue construida una capilla en el cementerio de Sens, donde permanecieron hasta finales del siglo XVIII, cuando la marquesa de San Francisco los adquiriría para traerlos al templo franciscano de Pachuca, donde estaban ya los de su padre, el primer conde de Regla. Otra versión asegura que el traslado se hizo del legendario templo de Rímini, Italia, a donde habían sido trasladados en algún momento. En fin, existen otras muy diversas historias de todo lo que rodea la biografía y santidad de santa Columba de Sens mártir, cuya advocación se celebra anualmente el ultimo del día del año, el 31 de diciembre.
Lo cierto es que ahí, en el brazo derecho del crucero del templo de San Francisco, en Pachuca, se encuentran sus restos incorruptos a mil 752 años de su muerte y cerca de 240 de su instalación en este lugar. Algo que es digno de señalarse es que no existe memoria reciente o remota en la historia del templo que registre el hecho de que las ropas que cubren su cuerpo se hayan cambiado o sustituido, y al observarlas puede constatarse que conservan los colores originales sin degradación. ¡Increíble!