Dulce Ma. Sauri Riancho

SemMéxico, Mérida, Yucatán, 10 de septiembre, 2025.- El pasado fin de semana inició la temporada otoño-invierno de la Orquesta Sinfónica de Yucatán (OSY). Puede entenderse como un triunfo sobre la indiferencia oficial que durante el sexenio estatal pasado mantuvo a la orquesta en la cuerda floja. Tras esa etapa de incertidumbre, hoy, la agrupación respira un ambiente distinto. En la gala inaugural, la secretaria de Cultura, Patricia Martín Briceño, afirmó que la OSY es “una institución que enriquece nuestra vida cultural y que ofrece y fortalece la identidad artística de Yucatán”. La frase no habría sido posible sin un cambio de señales desde la cúpula del poder: el gobernador Joaquín Díaz Mena ha mostrado su respaldo público a la OSY, asistiendo incluso a varios de sus conciertos al aire libre en La Plancha.
La temporada número 44 trae consigo una novedad relevante: la elección de su nuevo director artístico. Es apenas la segunda vez, en más de 14 años, que se lleva al cabo este procedimiento abierto y regulado. En un país acostumbrado a designaciones verticales maquilladas de participación, la experiencia de la OSY es casi pedagógica.
La convocatoria fue emitida por el Fideicomiso Garante de la Orquesta Sinfónica de Yucatán (Figarosy), responsable de la institución. Más de cincuenta directores, nacionales y extranjeros, presentaron sus credenciales. Los propios músicos de la orquesta, alrededor de sesenta, revisaron los materiales y eligieron a cuatro finalistas: José Areán, que fungió como director interino hasta abril pasado; el italiano Alfonso Scarano, y los mexicanos Enrique Barrios y Enrique Diemecke. Difícil tarea, pero esencial: en una orquesta, el liderazgo no se decreta, se construye con legitimidad ante quienes lo vivirán en cada ensayo y en cada concierto.
El proceso continúa con reglas claras. Cada finalista prepara dos programas consecutivos, selecciona el repertorio, propone solistas, ensaya y dirige las presentaciones. En noviembre, las y los músicos emitirán su veredicto y lo entregarán a Figarosy. De ahí saldrá el nuevo director artístico, el cuarto en los veinte años de historia de la OSY. No es un método revolucionario, simplemente es transparente. Pero en los tiempos que corren, eso ya es una rareza.
Hasta aquí, buenas noticias. Pero la OSY perdió su casa. El 1 de noviembre de 2022 un incendio causado por un cortocircuito dañó gravemente el Teatro Peón Contreras, en especial su sala principal y la cúpula monumental. En un inicio se pensó que la reparación sería rápida. No lo fue.
Casi un año después, el gobierno de Mauricio Vila anunció que, junto con el INAH, se habían destinado 12 millones de pesos al proyecto ejecutivo de restauración. Se calculaba un costo total de 120 millones y se alimentó la expectativa de que en menos de dos años el teatro reabriría. Nada de eso ocurrió.
En febrero de este año, ya bajo la nueva administración, el gobernador Díaz Mena recorrió el edificio acompañado por especialistas. Luciano Cedillo, restaurador autorizado y exdirector del INAH, advirtió sobre daños estructurales: humedad, columnas comprometidas y deterioro profundo. La conclusión fue contundente: el rescate integral podría tardar al menos dos años, y eso empezando con un estudio a fondo. Pregunta inevitable: ¿qué se hizo durante los dos años previos? La respuesta parece enterrada en la burocracia estatal, que privilegió otras prioridades, y observó pasivamente la liberación de recursos federales para concluir las obras vinculadas al Tren Maya o para la millonaria restauración del Ateneo Peninsular. Nadie, en aquel momento, levantó la voz por el Peón Contreras.
El 15 de agosto pasado, el Instituto para la Construcción y Conservación de Obra Pública (Inccopy) abrió la licitación de los estudios para rehabilitar el inmueble. El contrato se adjudicó el 5 de septiembre, los trabajos inician el 12 y deberán concluir el 24 de octubre. Apenas un primer paso. Después vendrá la parte más complicada: conseguir varios cientos de millones que costará restaurar la vida al teatro, en medio de un panorama financiero restringido. Desde luego, demandamos conocer quién o quiénes ganaron la licitación, y asegurarnos que no sea copia fiel de los trabajos realizados —y pagados— en 2023.
El Peón Contreras es un sobreviviente nato. Desde su inauguración en 1908 ha resistido decadencias, la amenaza de demolición y hasta su uso como cine de mala muerte. Su expropiación en 1978 evitó el colapso, y la restauración concluida en 1984 lo devolvió al esplendor. Entonces, como ahora, había escasez.
La diferencia es que se sumaron voluntad política y apoyo social. Hoy la tarea vuelve a plantearse: o gobierno y sociedad se asocian de nuevo, o el tiempo pasará factura. Dos, tres años… o los que hagan falta. Que es posible, es posible.
Posdata. El 8 de septiembre la presidenta Claudia Sheinbaum entregó al Congreso su paquete económico para 2026. La miscelánea fiscal incluye medidas contra factureras y aduanas, con la promesa de aumentar la recaudación. La incógnita es si bastará para sostener los programas sociales, seguir subsidiando a Pemex y cubrir las herencias faraónicas del sexenio anterior. Si no, el endeudamiento volverá a tocar la puerta.
Lo que parece claro es que, en ese documento de miles de páginas, buscaremos con esperanza si aparece en mayúsculas el renglón “Restauración del Peón Contreras”. Y eso sí sería música para nuestros oídos.— Mérida, Yucatán
dulcesauri@gmail.com
Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán

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