Hoy les platicaré de otra dama, Doña María Josefa Rafaela López Aguado, madre de los Rayón, considerada heroína de la Independencia de México, es otra de las muchas mujeres que ilustra los motivos que la llevaron a unirse a la lucha ayudando en lo que podía y que, tristemente, tampoco aparece en libros.
¿Pero, quién fue esta valiente dama que nació en la hacienda de Paquisihuato, del partido de Maravatío, el 21 de julio de 1754? Pues ella fue hija de Manuel López Aguado y María Hermenegilda López, esposa de un pariente suyo, Andrés Mariano López Rayón dedicado a la minería, vecino de la hacienda Bravo del mismo partido, tuvieron nueve hijos, entre ellos Ignacio, Ramón, José María, Rafael y Francisco.
Al morir su esposo en 1804 la dama quedó al frente de su familia, su hijo mayor, el licenciado Ignacio, quien después sería el secretario de Miguel Hidalgo, se encargó de atender los negocios mineros, agrícolas y comerciales que habían heredado.
Desde los primeros meses del levantamiento insurgente de 1810, Ignacio y dos de sus hermanos se incorporaron a la lucha, más tarde convencieron a los demás.
Inicialmente doña Rafaela decidió permanecer en su casa de Tlalpujahua, pero a finales de mayo de 1813 abandonó el lugar y por varios meses se vio obligada a recorrer grandes distancias durmiendo en diversos poblados de la tierra caliente michoacana, junto a ella iban su nuera Mariana Martínez y sus nietos.
Corrían los años más críticos de la guerra; en diciembre de 1815, doña Rafaela junto con sus hijos Ignacio, Ramón y José María estaban en la fortaleza de Cóporo, aledaña a Jungapeo, allí recibió la noticia de que su hijo Francisco había sido aprehendido por el teniente coronel Matías Martín Aguirre y condenado a muerte en Ixtlahuaca, hoy Estado de México.
Los Rayón le pidieron conservar la vida de su hermano y canjearlo por algún prisionero que ellos tuvieran; pero Aguirre le ofreció a doña Rafaela el perdón de la vida de su hijo a cambio de mediar con los restantes y convencerles de deponer las armas incondicionalmente y entregar la fortaleza; Doña Rafaela prefirió la muerte de su hijo a la afrenta del indulto que les ofrecían.
Pasando por esa aflicción, se le atribuye la siguiente respuesta al comandante Aguirre: “Prefiero un hijo muerto que traidor a la Patria”… Sin duda un ejemplo de patriotismo.
Doña Rafaela tuvo el privilegio de ver consumada la Independencia, murió en Tlalpujahua el 4 de agosto de 1822 cuando contaba con 68 años.
Se le dio sepultura en el camposanto de la parroquia de aquel real. El bachiller José María Cuesta fue el encargado de realizar los oficios funerarios.