. Es delicado opinar sobre lo que ocurre en Ucrania. Lo más seguro, es que uno acabe muy pronto tropezándose con su propia lengua.

De rebote, y de cara al terror que se mira entre los civiles de Ucrania, el primer sentimiento que viene a la mente es de odio contra Putin.

Sin embargo, no sabemos a qué se refería el premier ruso cuando, hace dos meses, a pregunta de una reportera británica, él respondió:

¿Que sentiría Estados Unidos, si nosotros instaláramos misiles en sus fronteras con Canadá o Mexico? ¿Ya olvidaron las invasiones y a quien pertenecía el sur de California?

Por el cuestionamiento, se infiere que el conflicto venía de antes, y la desgracia de este inicio de guerra tiene varios responsables.

En el caso de México, la reflexión tiene jiribilla, porque a los mexicanos no se nos olvida ese doloroso episodio de la historia, aunque nuestro presidente esté más preocupado en reclamar a los españoles hechos que ocurrieron hace 400 años.

Aquellas invasiones nos mutilaron, y por lo mismo, ni de lejos podríamos apoyar ahora a un país invasor, sean cuales fueren sus circunstancias.

Por ende, la invasión de Rusia a Ucrania tiene que condenarse, pero sin perder de vista los pecados de Estados Unidos y quizá Gran Bretaña y los países de la OTAN.

Sea como sea, los intereses geopolíticos cruzan las venas de éste conflicto histórico, que va más allá de lo económico, y llegan al fondo de lo ideológico, justo lo que se nos quiere inculcar en México como debate de fondo:

Neoliberalismo contra socialismo; “aspiracionismo” contra reparto de los bienes comunes.

América Latina y el Caribe han vivido esa historia, hasta ahora con saldos amargos. Las revoluciones de Cuba y Nicaragua se desviaron hasta convertirse en dictaduras.

Está más que comprobado que en occidente no queremos regímenes totalitarios, somos proclives a la libertad, y en gran medida al ocio y el disfrute.

No por nada, cada día crece la ola de migrantes que pretenden entrar por la frontera norte para probar el llamado “sueño americano”

NO HAY DISTRACTOR QUE VALGA.

En medio de este conflicto, no debemos perder de vista lo que ocurre dentro de nuestro país, porque podría formar parte del mismo rejuego de intereses geopolíticos.

Hace una semana, dijimos aquí, en este espacio, que mucho se equivocaba el gobierno de López Obrador, si cree que su homólogo de Estados Unidos se desentendería de México por estar más preocupados por la crisis de Ucrania.

Menos aún, cuando es el propio presidente quien se coloca en la mira, y lanza protestas diplomáticas, por lo que él considera “intervencionismo” del vecino país al financiar a organizaciones civiles como Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad.

A la luz del fenómeno ruso, es obvio que la Casa Blanca observa intenciones “socializantes” en el régimen de la 4T, con un evidente fortalecimiento del brazo militar.

El martes 22 de febrero, por la noche, Antony Blinken, secretario de Estado de USA, expresó la preocupación de su gobierno por el asesinato de periodistas y las amenazas de que éstos son objeto.

El presidente López Obrador reaccionó de la peor manera. Lo llamó “metiche”, “injerencista”, dijo que “México no es colonia” y que no son “crímenes de Estado”.

De inmediato, el gobierno de Estados Unidos respondió de manera tajante: “es un hecho” la violencia contra periodistas. Seis asesinatos al arranque de año dejaron sin más argumentos al presidente mexicano.

Lo curioso es que: ¡nadie dijo que fueran crímenes de Estado! Nadie ha dicho que el Estado mexicano sea el asesino de periodistas. Se le acusa de ser omiso, indolente, ineficiente y, peor aún, fracasado.

Lourdes Maldonado llegó a Palacio Nacional a pedir auxilio. Señaló los abusos de poder del mandatario de su estado. Nunca hubo ni un apercibimiento al gobernador. Poco tiempo después fue asesinada.

A eso se llama FRACASO en la política de protección a periodistas. O… ¿qué eufemismo le buscamos, señor “Tengo otros datos”.

LA FURIA Y EL CANSANCIO

Se equivoca el presidente de México. Parece haber perdido definitivamente el rumbo, aunque mantiene el mando. Esa es una combinación sumamente peligrosa: para él y para los ciudadanos.

Sigue enfurecido por la Casa Gris, tema periodístico que ha derrumbado la columna vertebral de su discurso. ¿Cuál autoridad moral defiende, cuando llama ASPIRACIONISTAS a las clases medias?

¿En qué papel quedan él y su familia, cuando su hijo paga una renta mensual equivalente a 113 mil pesos; más de lo que gana el propio presidente?

“Es de que la señora tiene dinero”, fue su argumento de bote pronto, que no pudo desactivar los efectos de ese resbalón familiar. La popularidad y aceptación social vienen de bajada y no se ve qué pueda detener esa caída.

Aunque no fuera ilegal el contrato, aunque no hubiera conflicto de interés, eso no le quita lo inmoral.

Millones de mexicanos, de esas clases medias a las que él insulta, votamos por él en 2018, en espera de un cambio. Pero esto que está sucediendo en México es muy grave.

¿EJÉRCITO A SUS CUARTELES?

A ojos de propios y extraños, el presidente López Obrador está militarizando al país. Ya les concedió aeropuertos, tren maya, control de puertos marítimos, todo en una empresa militar.

Nada de cuanto hace o dice concuerda con lo que prometió antes del 2018. Ahora quiere reformar la ley para cortar financiamiento a organizaciones civiles, ahorcar a la radio y televisión a través de censura previa, confiscar cuentas bancarias.

¿Qué de democrático tiene eso? Se parece más a un Estado totalitario

Por eso, mal hace en pelearse con Biden en estos momentos. De por sí, aquel no olvida el silencio y la tardanza de AMLO para reconocer su triunfo ante Trump, ni la actitud omisa tras los hechos violentos en el Capitolio.

El humor diplomático no está para otros lances, menos aún cuando México empieza a registrar actos de terrorismo, por la aparición de minas terrestres. Tendría consecuencias delicadas si los cárteles son declarados narcoterroristas.

De inmediato habría problemas para los viajeros internacionales; mayor control en los cruces fronterizos contra todo aquel que quiera pisar suelo estadounidense.

Lo más viable para el gobierno de México, es sumarse a una propuesta para sentar a las partes en conflicto (que son más de dos). Reunir a la ONU y a la OTAN y trabajar en un acuerdo diplomático de largo aliento.

Frenar el armamentismo de uno y otro lado, restaurar niveles mínimos de confianza con el occidente, y seguir con la fiesta del fútbol, las carreras de autos en San Petersburgo, y tratar de hacer “como que aquí no pasa nada”.

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