París.- Aquí estamos de nuevo. En la llamada ciudad luz. París es como el DF. Una ciudad inmensa, ruidosa y contaminada. Con más de cuatro millones de habitantes, aunque suman ocho millones con el área con urbana. Es decir, son dos ciudades en una, incluso tres. La Cité, el gran París y la urbe.
En la primera y segunda pervive el París turístico; la ciudad del amor, de ensueño.
En la segunda el comercio en la calle, los cláxones, las mentadas de madre, la mendicidad. En ambas los aparadores, el glamour, la moda. En la isla de la Cité, la iglesia de Notre Dame. La vida bohemia y el lugar predilecto de los pintores Montmartre, y en Montparnasse en la margen izquierda del río Sena, el París de ensueño, de los monumentos, la más visitada, la zona de los grandes hoteles y los más caros; la zona “chic” para artistas y aventureros ricos.
En la urbe, la vida normal de los suburbios, la vida subterránea, el comercio informal, los asaltos.
En ambas el incremento notable de inmigrantes. La torre Eiffel la más visitada. Hay luces navideñas por toda la ciudad. Ahora mismo saturada de turistas chinos y españoles. Hay negros somalíes por doquier, e inmigrantes indostanos. Un bar en cada esquina.
El transporte en metro igual que en el DF. El transporte en bus, barato y complicado. En taxi, caro. En la parte tenística se puede sobrellevar las cosas con español; en la urbe, no; la gente común y más corriente que común no habla español, ni inglés, ni italiano. Pero se puede uno hacer entender con una dirección en la mano; con un billete en la tienda, en la fonda, en el restaurante, en el bar. Mi visita a París es de pisa y corre. No podría perdonarme estar a sólo seis kilómetros de la frontera entre Suiza y Francia y dejar pasar la oportunidad. Vine para recorrer antiguos lugares y visitar conocidos. La torre Eiffel, el Sena. Los lugares sagrados: Monmartre y mañana el Pére-Lachais, el cementerio más visitado del mundo.
Son días hábiles, los amigos trabajan. Además hay partido de fut. Por lo menos la foto del recuerdo.
Me despido de París en el cementerio de Pére Lacheise. Visitando la tumba de James Douglas Morrison, ahora cercado por una valla infame. Aún así sigue siendo la más visitada. Miles de chicles adheridos a la malla que protege a un árbol y decenas de candados cerrados en torno a la valla dan cuenta de ello. Nunca faltan flores y músicos de todo el orbe que vienen a París para rendirle pleitesía. Incluso el gobierno de Nueva York ha reclamado por años la paternidad de Morrison. Han pretendido trasladarlo. Representa un gran baluarte y un muy rentable activo turístico que a París le deja millones de euros al año. Imposible ceder…

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El 09/12/2014, a las 17:58, fredylopezarevalo2013@gmail.com escribió:

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