Por toda lección y respuesta ante el fracaso, Andrés Manuel López Obrador y su partido, han decidido iniciar una cruzada nacional, que a la postre se convertirá en su legado cívico:
Ejercer violencia política contra todo aquel que no piense igual que ellos; Morena los llamarán “traidores a la patria”, por haber rechazado la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica.
Y los “camaradas” del partido en el poder, blandirán la misma ofensa contra quienes osen oponerse nuevamente contra la reforma electoral y la anexión de la Guardia Nacional a la estructura del Ejército.
Ellos son los patriotas, los defensores de la nación, que no aceptan objeciones, aunque a partir de esta semana tendrán mucho qué explicar sobre la actitud sumisa asumida ante el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump.
“¡Es un honor militarizar a la nación!”, quizá será el nuevo estribillo de campaña de los Obradoristas, luego de la revelación difundida por el exmandatario, y que confirman ahora la creciente presencia militar en las fronteras desde entonces.
“Quédate en México” se convirtió, de facto, en la estrategia que utilizó Trump para contener la marea de migrantes que ahora se abarrotan en la zona septentrional de nuestro país.
POLITIQUERÍA ELECTORERA
De cara a la elección de 6 gobernadores, que se llevarán a cabo este año, este repentino patrioterismo suena más a “politiquería electorera” que a verdadero nacionalismo.
Resulta grotesco y hasta ofensivo, contrastar la actitud abusiva que asume el presidente de México contra sus opositores, a los que llama “traidores a la patria”, y recordar ese patético sometimiento que asumió su gobierno frente a Trump.
Entonces, como ahora, el país necesitaba, y necesita, una convocatoria clara y extensiva de unidad nacional para enfrentar precisamente esas acechanzas de intereses extranjeros contra los intereses nacionales.
Pero el actual régimen no lo puede hacer, porque no sólo se trata de la industria eléctrica o la minería -en este caso el litio-; sino de la imposición de un proyecto ideológico que va más allá de la izquierda hacia la “socialización” de todo.
Hoy los “camaradas” de Morena se reprochan entre ellos el presunto “entreguismo” y “debilidades” que han mostrado; la falta de convicción y solidez ideológica y por ello le piden a Mario Delgado una radicalización del partido.
“Más rigor”, dicen algunos de esos socialistas de escritorio como John Ackerman, para ya no aceptar en sus filas a representantes como Lily Téllez, que luego cambian de partido, porque no están convencidos de la doctrina.
RADICALIZACIÓN
Esa radicalización interna de Morena, impulsada desde Palacio Nacional, es lo que hace imposible el llamado a unidad alguna, porque hasta entre ellos mismos ya existen severas rupturas que se reflejan hasta en el terreno judicial.
Mientras en el Senado, Ricardo Monreal se manifiesta en contra del linchamiento verbal a los opositores, Mario Delgado y Citlalli Hernández anuncia una cruzada para “dar a conocer” los rostros y nombres de 223 diputados.
Hay una “quema de traidores”; una especie de Santa Inquisición que atraviesa el ánimo de muchos ideólogos del morenismo, que piden acabar con todos esos, que ahora ocupan puestos de alto rango en el partido.
Pero su autocrítica se ve desenmascarada, a la luz del brutal enfrentamiento que viven el ex asesor jurídico del presidente, Julio Scherer y el actual Fiscal General de la República, Alejandro Gertz.
Ahí, ni el propio López Obrador sabe como salir de los lodos y arenas movedizas que se le han formado, pues no sólo se trata de una pérdida paulatina de autoridad moral, sino de una pérdida paulatina de simpatizantes muy importantes.
La demanda de Scherer Ibarra abre grietas no sólo dentro de la propia FGR, sino en Morena, entre aquellos a los que AMLO cuestionó por no estar comprometidos con el proyecto de la cuarta transformación.
Cuando Jaime Cárdenas renunció a su cargo como director del Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado, el presidente lo acusó de no tener “ganas, convicciones y arrojo” para desempeñar el cargo.
El exfuncionario había denunciado corrupción, favoritismo y falta de transparencia para precisamente devolver los bienes decomisados. Lejos de escuchar los argumentos del ex consejero del INE, simplemente fue removido.
Pues resulta que, la denuncia contra Gertz, fue presentada ante la Fiscalía Anticorrupción, que dirige María de la Luz Mijangos, esposa de Jaime Cárdenas y se ha convertido en el grave problema que López Obrador no sabe resolver.
DIÁSPORA Y DIVISIÓN
Así pues, López Obrador ha agitado la banderita del odio y la violencia verbal para perseguir “traidores a la patria” y jugar a ese patrioterismo a sabiendas de que no pasará su reforma electoral ni el paso de la Guardia Nacional al Ejército.
Sin embargo, lo hace en un intento de jalar votos para su partido en esas 6 contiendas estatales, pero los números empiezan a moverse y de 5 que tenía ganadas, en los próximos días podría reducirse a 3 la posibilidad.
Es decir, su movimiento y su partido empiezan a entrar en un acelerado declive que, de seguir moviéndose el mundo noticioso a la velocidad en que lo está haciendo, pronto tendrá que deshacerse de Gertz y abrir así otro frente de confrontación.
Los morenistas hablan de “limpiar la casa”, pero los del círculo más cercano al presidente están tan salpicados, que la limpieza podría terminar en una auténtica cena de negros, por el color en el que se ponen las cosas para López Obrador.