Por JORGE OCTAVIO OCHOA. Quizá ya atisbó, en la soledad del Palacio, los primeros fantasmas. Caminar en esos añosos salones, por la noche, debe ser aterrador. Más aún en medio de un temblor.  

El crujir del maderamen, el eco de las voces, los soliloquios mentales y la sensación de tener cada día más adversarios debe tener sus efectos, luego de llamar a la muerte el 15 de septiembre, en un grito fallido que sólo ahonda la desunión.  

Soledad, enfermedad y odio, fueron los primeros reflejos que se percibieron en lo que antes era una fiesta, porque se veía al Presidente renguear, con movimientos lentos y a singular distancia de la “Primera Dama”.  

Algunos pretendieron adivinar la pregunta “¿Estas bien?” y una respuesta largamente maquinada para la reflexión en público: Me han deseado hasta la muerte”. Dijo no entender por qué esa actitud de sus adversarios.  

Desde ahí percibe el rencor de los que no están de acuerdo. Y una enorme muralla metálica enmarca esa división en la plancha del Zócalo. Simboliza ya los tiempos de violencia y rencor que se viven en México, tras 2 años de pandemia.  

En el rosario de agravios, los calificativos: “clasistas, racistas”; “pensamiento conservador”, “aristócratas, fifís ”; “aspiracionistas”. Son los mismos a los que deseó la muerte ese 15 de septiembre.  

Quedó el eco de la arenga, pero lo más bizarro es que, él mismo, tiene el diagnóstico. “Son muchísimos, son millones. Es un pensamiento conservador”. Pero él se empeña en atizar ese odio contra los que no lo apoyan.  

Son los “traidores a la patria”; los que desde la estela de luz dejaron un pendón gigantesco, un reclamo lapidario, de 100 metros de largo y una sola proclama sin gritos ni aspavientos: “16 años de impunidad. No al golpe militar”.  

Millones lo tildan de “Judas, traidor” y le recuerdan que el suyo será el sexenio más mortífero en la historia del país: 126 mil 206 asesinatos violentos y podrían llegar a 190 mil. Ello sin contar los más de 600 mil muertos por el virus.  

El régimen se apuró a retirar esa enorme pancarta, bandera, grito de protesta. Pero en los diarios le restriegan otros reclamos: 5 millones de vacunas contra el Covid19 se fueron al drenaje. Negligencia criminal.  

Otras 856 mil 191 dosis “se perdieron” en las entidades federativas. Las quejas no bastan cuando se tiene una popularidad de primer mundo, que ni Joe Biden tiene, aunque algo en su subconsciente le advierte que eso también se va a caer.  

Su voluntad empieza a languidecer. Por lo pronto en el Senado se reventó el eslabón presidencial. No pudo, ni con todo su despliegue corruptor, imponer su ley. No nos venga con que su ley es la ley, le respondieron.  

Aun así, él prepara la militarización y el dedazo. Resulta que Morena reservó por 3 años toda la información relacionada con su “proceso de renovación interna”, que, si algo tuvo, fueron denuncias de compra de votos, robo de urnas, etc.  

Además, los aspirantes a la Presidencia de la República, los tildados como “corcholatas”, no podrán realizar encuestas espejo para medir sus propios índices de popularidad. Eso será castigado con la eliminación de su candidatura.  

Sólo habrá una encuesta… y un gran elector, como en los viejos tiempos del partidazo único y de presidencialismo omnímodo. Miles de seguidores, de aspirantes a puestos de elección popular, empiezan a protestar.  

Algunos de sus otrora ideólogos, auguran que Morena se empezará a desmoronar en el 2025 y sufrirá el mismo fenómeno que hoy persigue al PRD: demasiadas mentiras en nombre de la “izquierda democrática”.  

Quizá sea más tortuosa y tenebrosa la caída. Los fantasmas de Tlatlaya y el Culiacanazo flotan nuevamente en el espacio, atraídos por la mismísima 4T, cuando decidió dar a conocer los nombres de militares involucrados en Ayotzinapa.  

El paso del general Salvador Cienfuegos, detenido en Estados Unidos y ahora protegido por el gobierno de López Obrador quedó marcado por Tlatlaya y Ayotzinapa, que involucran la muerte y desaparición de decenas de personas.  

¿Cómo entender ese brutal “cambio de opinión”? ¿Cómo creer que la presencia de militares en las calles será buena cuando ellos han agredido a civiles y han fracasado rotundamente contra el crimen organizado?    

En ese diálogo circular, que parece monólogo, las diatribas de ayer ahora le caen en la cara, porque esas masacres y desapariciones siguen ahí. Más de 90 mil desaparecidos sin que existan consecuencias. Más de 100 mil desplazados.  

La madrugada del 30 de junio de 2014, fueron asesinadas 22 personas por soldados durante un enfrentamiento. Se habla de ejecuciones extrajudiciales. Los de antes “Nunca cuestionaron las torturas, las masacres, las desapariciones”, dice.  

La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) de aquel entonces sí investigó y concluyó que los militares ejecutaron a 15 de los 22 muertos hallados en Tlatlaya, puerta de entrada a la región de Tierra Caliente, tierra sin ley.  

El 17 de octubre de 2019, un gran convoy de vehículos se dirigió a la casa de Ovidio Guzmán López en Culiacán para ejecutar una orden de extradición de un juez estadounidense.  

Los militares lograron capturarlo,​ pero rápidamente se vieron rodeados por los hombres armados del cártel. Éstos comenzaron a atacar objetivos gubernamentales y militares alrededor de la ciudad.  

Ovidio fue liberado después de que ocho militares fueron tomados como rehenes y amenazaban con incendiar una unidad familiar de militares. Jueves Negro se le llamó. López Obrador ordenó su liberación. Nunca más se le persiguió.  

¿Quién miente cuando se habla de olvidos y traiciones? Dice que su gobierno ha invertido en seguridad, pero los municipios han tenido, ¡en 10 años!, 55 mil millones de presupuesto. La guardia Nacional recibió más de 60 mil millones en 1 año.  

Poco a poco se desmorona Morena y con ello, lo que parecía un brillante amanecer terminará en borrascoso fracaso. Además, fiel a la tradición política, el presidente en turno no comparte el poder. ¿Dónde y cómo serán sus días de guardar?

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