En la visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a la montaña de Guerrero no todo fue miel sobre hojuelas, a pesar del anuncio de la aplicación de Un mil millones de pesos para obras en la Montaña de Guerrero, de la supervisión de obras artesanales donde la organización y la logística cumplieron en mantener al “pueblo bueno y sabio atrás de la raya”, en este caso de las vallas, al encuentro con el pueblo y sus demandas en plena carretera hubo un mundo de diferencia, de los aplausos y vítores, a la muestra del coraje y las demandas más sentidas.
Quiénes buscan endulzar esta visita de dos días, cuya la gobernadora de Guerre Evelyn Cesia Salgado Pineda, como anfitriona entendió claramente los objetivos de ésta visita oficial, la cual fue de una gran bocanada de oxigeno a su vapuleada administración en donde la sombra de la violencia, la inseguridad y el desempleo como las demandas institucionales se han convertido en un callejón sin salida con la exigencia de su presencia para contener tanto las demandas como los miedos y temores de una población profundamente violentada, ante un gabinete seriamente inservible.
El pueblo bueno y sabio lo espero, dónde las vallas no existían y sólo con el coraje de su desesperación y valor, sin tener la decencia de bajarse de la camioneta blindada, Amlo escuchó lo que está impedido en sus mañaneras, no la de periodistas a modo, controlados por su jefe de Comunicación Social, sólo con su enorme y determinada voz y exigencia del pueblo guerrerense, curtidos por el clima de la Montaña y sus ancestrales marginaciones y añejas necesidades.
Porqué estamos armados?, de frente preguntó un policía comunitario al presidente quién sin inmutarse pertrechado en su blindado, atento sin mover un sólo músculo de su rostro según se aprecia en el video. Desde su cercana legania, escuchó las demandas, entre los comunitarios se encontraba con cara de “tragame tierra” el secretario general del Gobierno de Evelyn, atento como “oreja” se dice en el argot policial. Sin titubear el vocero comunitario puso el dedo en “los ardillos” grupo delincuencial que tiene asolada la región, y apuntó al diputado local Bernardo Ortega, como líder de los mismos. No hubo ningún comentario del inquilino del Palacio Nacional, más allá del “vamos a investigar”.
Se supervisaron las obras, los avances de los caminos artesanales, y la promesa del aumento de Un mil millones de pesos para mayores obras en esa región, la satisfacción de la gobernadora sopesaba el otro lado de la moneda. Mayor gobierno, menos glamur.