TRAS BAMBALINAS. ¿Quién será culpable del estallido?  

Por Jorge Octavio Ochoa. El presidente de la República ya decidió la ruta que tomará rumbo a los comicios del 2024: será la confrontación. Si ésta es violenta, pues hasta donde tope. Ese es el mensaje que envió el lunes 14 de noviembre, tras la serie de marchas en la CDMX y el interior del país, que revelan el hartazgo de millones de mexicanos.  

A tabla rasa, metió en la misma bolsa a los más de 600 mil que participaron en la Ciudad de México y otro cuarto de millón que participó en 50 ciudades. Los comparó con Elba Esther Gordillo, Alejandro Moreno, Roberto Madrazo, Vicente Fox, Felipe Calderón, a sabiendas de que los asistentes acudieron debido a otra convocatoria y otra convicción:  

La clase media ya perdió el miedo, e incluso ya le encontró el gusto a salir a las calles a protestar. Las próximas marchas llegarán al Zócalo, azuzadas por el propio López Obrador y ahí, se podrían desatar los odios, porque la provocación está a la orden del día y el discurso sobre el “clasismo” parece haber prendido. Sólo falta una chispa.  

Eso es lo que está en proceso ya en México. Es triste ver que lo que creímos sería la época más luminosa del país, se convirtió en la noche más negra y larga de nuestra vida. El que criticó la “guerra” declarada por Calderón a los narcos, hoy declara la guerra a las clases medias. A nosotros, los que tuvimos la osadía de participar en una marcha.  

LA TOXICIDAD DE LAS REDES  

Los niveles de toxicidad en las redes sociales se han multiplicado. Los ataques de uno y otro bando se registran a todas horas. Son, según su cosmogonía: los transformadores contra los conservadores. Y el odio y la división ya están en la mesa. Las familias se han fracturado.  

Hermanos, padres e hijos han tenido que “pactar” para no hablar más de esos temas en la casa. Esa es la realidad que hoy nos rompe, que en el extranjero quizá no alcanzan a ver, pero que los ciudadanos vivimos día con día, entre miradas de reproche por los que van a una u otra marcha de “la ultraderecha” o “del oficialismo”.  

Ese es el México que dejará Andrés Manuel López Obrador. Ese es su gran legado. Descalificar y deshonrar. Pero desde hoy advertimos: el culpable del estallido será él. Unos y otros están dispuestos a cruzar la línea de la razón. Es evidente que él ha querido generar tormentas, para disipar el remolino de fracasos.  

EL REY DE LA OPACIDAD  

En el 2023, el gobierno federal podrá disponer de 82 mil millones de pesos en adjudicaciones directas, para mantener así las pensiones de adultos mayores, las becas para jóvenes, Bancos o cajeros del Bienestar y una serie de obras que viven sin reglas de operación y que no resistirán las auditorías de los próximos años.  

Sea como sea, para AMLO ya es cuestión de ego y de echar toda la carne al asador. Por eso, en la marcha ya se han anotado los ex trabajadores del extinto Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) que, sin cubrir los requisitos de jubilación, recibirán una pensión vitalicia que este año costará mil 458 millones de pesos.  

Ese es el tamaño de las discrepancias de un régimen que está montado en la opacidad desde los tiempos de René Bejarano y Carlos Imaz con sus maletas cargadas de billetes; y siguió con Eva Cadena y el hermano incómodo, Pío, y el otro hermano, Martín Jesús. La danza de sobres, con millones para “el movimiento”, como si fuera justificación.  

Más de 40 mil millones de pesos pesan sobre esa marcha del 27N, que se mueven en el Programa de Adultos Mayores. Venerables mexicanos que obviamente se sienten en deuda con el gran promotor, aunque el dinero proviene de muchos de esos “otros” que participaron en la marcha del 13N.    

LA CANDIDATURA IMPRESENTABLE  

Nadie se explica el por qué, desde el fondo mismo de la impunidad, Andrés Manuel lanza  la candidatura del estado de México con Delfina Gómez a la cabeza, quien legalmente fue tipificada como CULPABLE del desvío de 2 millones 264 mil 612 pesos que esquilmó de los sueldos de los trabajadores en el municipio de Texcoco durante casi 3 años.  

Pero ahora quiere levantar la bandera de la moralidad, con la cargada de 22 gobernadores morenistas, entre los que hay algun@s impresentables. ¡Claro que llenarán el Zócalo! ¡Claro que el Paseo de la Reforma estará abarrotado! Son leales, nada los desmerece ni deslegitima. Estarán porque quieren y porque creen.  

Como tampoco deslegitima a los que estuvieron el domingo 13 de noviembre. Porque las evidencias siguen ahí: nada ha dicho AMLO sobre su ex jefa de ayudantes en Palacio, Almendra Lorena Ortiz Genis, que como encargada de compras concedió la adquisición de equipos de radiografía, endoscopia, tomografía y mastografía a empresas fantasma.  

Los propios ideólogos de López Obrador admiten públicamente, que el mandatario quiere alimentar la polarización “para que su movimiento no se adormezca ni burocratice”. Lo dice Hernán Gómez, quien incluso califica de “descuidada” la iniciativa de reforma electoral que presentó el gobierno.  

En suma, el hecho es que el presidente de México ha decidido tomar un derrotero sumamente arriesgado porque su partido se desmorona, no acaba de consolidarse, no tiene formación ideológica, ni convicción. La del 27N será una marcha por la lucha del Poder por el Poder.  

Una de dos: o el presidente y su partido no entendieron, o quizá les llegó ya muy claro el mensaje de hartazgo de millones de mexicanos que están cansados de los insultos y los regaños por el sólo hecho de querer vivir sin penurias por el creciente pago de impuestos y por el miedo de que sus hijas e hijos sean violadas o secuestrados.  

Una mala señal para el mandatario fue el desangelado desfile de este 20 de noviembre, que pasó desapercibido, casi olvidado, para millones de connacionales que prefirieron sumirse en la magia de un mundial de futbol sumamente cuestionado por celebrarse en un país que, si algo no tiene, son libertades.  

EL DISCURSO DE LAS DOS CARAS  

En su discurso, López Obrador defendió a las Fuerzas Armadas, luego de que en el 2017 había prometido regresarlas a sus cuarteles. A contracorriente de aquella campaña de desprestigio, con pancartas guindas con la leyenda “No a la Militarización” ahora dijo que existe “una convivencia estrecha y fraterna entre el pueblo uniformado y el pueblo civil”.  

Como candidato, esgrimió el argumento de la represión y la amenaza de los gobiernos conservadores que buscaban apuntalarse en la militarización. Hoy afirma que los militares “son excepcionales” y se han convertido en “pilares fundamentales del estado de Derecho democrático y social”. Las dos caras de su discurso y de su estrategia política.  

En el Zócalo de la Ciudad de México, aseguró que con sus reformas, aprobadas por el Congreso mexicano, las Fuerzas Armadas continuarán apoyando en labores de seguridad pública hasta 2028, mientras la Guardia Nacional se termina de consolidar bajo la instrucción militar del Ejército mexicano.  

Lo que era malo antes, es bueno ahora. “Estoy seguro de que seguiremos contando con Fuerzas Armadas para defender nuestra soberanía e integridad territorial, y al mismo tiempo, serán garantes de la seguridad pública como cuerpos de paz y de progreso”, dijo López Obrador.  

Para la próxima semana, tiene programado emitir un nuevo discurso, arropado en una marcha que, a diferencia de las de antes, estará enmarcada por los contingentes de 22 estados de la república, debidamente “comisionados” por sus gobiernos locales. Trabajadores y burócratas se darán cita.  

Está en marcha, pues, un gran operativo de Estado, que va más allá de la simple reestructuración del INE. Busca el achicamiento del adversario, crear a como dé lugar un nuevo sistema basado en un nuevo partido y nuevos correligionarios. El estallido social está en ciernes. El principal incitador será Andrés Manuel López Obrador.  

El mensaje a sus fieles es claro: “No sólo votes por el presidente o por la presidenta si quieres que haya una transformación o se mantenga la transformación. Apóyale también votando por los candidatos al Congreso, porque si no, lo van a ningunear”. Hoy recuerda a los suyos que requieren una mayoría aplastante.  

Así, montado a pelo en el abuso y la ilegalidad, López Obrador dice cínicamente no recordar lo que dijo, como tampoco se acuerda que, en 2017, él encabezó todo un movimiento contra lo que llamó la militarización. Ahora que naufragan sus proyectos, pretende seguir viendo la cara de idiota a los mexicanos. Pues ya veremos.  

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