Luego de este fin de semana en el que cada cual vivió a su manera los días de descanso laboral que se otorgan en ocasión del respeto a la Ceremonia Litúrgica de Días Santos, el regreso a la vida profana no puede tener menos que surrealismo, tomada de las declaraciones del alto prócer que ejerce como Presidente de México y que está relacionado al “no somos iguales” pero el desfalco a SEGALMEX es un grito de corrupción tan visible como las llagas de los penitentes de Taxco.

En este México surrealista los datos del número de pobres que tiene nuestra Nación no puede ser menos que duros. El CONEVAL (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social) indica que hay 55.7 millones de pobres. Que la pobreza escaló de 41.9% en 2018 a 43.9% en 2020. Es decir que en ese lapso se sumaron 3.8 millones más de personas con carencias para tener acceso a la canasta básica, lo que significa que presentaron dificultad para su alimentación, salud y educación.

Con esas cifras resulta también importante citar que de las 32 entidades federativas que conforman nuestra República Mexicana, la Medición de la Pobreza 2020 reflejó que 10 se encuentran en situación de pobreza extrema y los tres con más pobres son: Chiapas 29%, Oaxaca con un 25.5% y Guerrero con un 20.6%. Las otras entidades son: Puebla, Michoacán, Veracruz, Estado de México, Guanajuato, Jalisco, Distrito Federal o Ciudad de México.

Frente a este escenario, SEGALMEX, Seguridad Alimentaria Mexicana, así como Liconsa y Diconsa reflejaba un desfalco de más de 12 mil millones de pesos. Cifra escandalosa para un gobierno que escudado en una política de “primero los pobres”, alcanzó un alto grado de corrupción en un área que estaba destinada para atenderlos.

No es la primera vez que al país lo saquean, la historia nos lleva de la corrupción a la impunidad en temas como la Línea 12 del Metro, los segundos pisos, Estafa Maestra, Fobaproa, Conasupo, Pemex Gate, entre otros muchos más que usaron banderas de apostolados para desviar la atención al verdadero propósito de gobernar, formar parte del grupo de poder económico y político para seguir disputándose el poder.

Y ahí es donde viene la gran frase de quien gobierna este país que, para justificar a sus amigos, como suele hacerlo, con todo a pesar de las evidencias, defendió a Ignacio Ovalle, a la postre cabeza responsable de SEGALMEX y ahora, para protegerlo aún más, moverlo y hacerlo cabeza coordinadora del Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal, y decir que fueron priístas los responsables de ese desfalco.

Pero yo me pregunto ¿cuáles priístas fueron los corruptos?, los que gobernaron con la bandera del PRI, o los que fueron priístas y gobiernan con una bandera de distinto partido.

En este México que viene saliendo del Vía Crucis Doloroso y agita la bandera de Resurrección, solo atañe a la vida religiosa el hecho, porque en la política, el país se encamina a una elección basada en el número de pobres que “por estrategia política”, palabras del mismo AMLO, acudirán a las urnas para mantener el statu quo del nuevo gobierno que se vanagloria de decir “no somos iguales”, pero no marca la diferencia del “no nos volverán a saquear”. Pobre México, pobre de pobres y pobre de política. Surrealismo?

En la increíble habilidad para desviar la atención de sí mismo o de su equipo cercano con los errores y horrores que carguen, quien gobierna este país, Andrés Manuel López Obrador, que buscó afanosamente llegar al poder para mostrar la forma en que se gobierna bien, solo permitió que su amigo responsable de ese Instituto llevara un botiquín de ayuda y le dejó la carga pública a Solalinde para que le limpie el rostro al interior del país y en Sudamérica, donde están centrados intereses políticos de largo alcance de quien gobierna México.

Porqué Solalinde aceptó hacer el trabajo encomendado al gobierno federal? Porqué decidió cambiar su imagen de benefactor por el de empleado de un gobierno que no deja de dividir a la Nación con una frase que no implica suma, sino resta “amor con amor”?.

El tema de la inmundicia en el Instituto Nacional de Migración se parece al de los establos de Augías, que tenía tal suciedad que el trabajo de limpiarlos fue encomendado a Hércules. Solo que a diferencia del Padre Solalinde, no respondía a un propósito político, sino a una tarea de vida.

Ahora, se acallará la protesta con una figura respetable que sale a dar la cara por quienes no la dieron. Qué interés mueve a Solalinde?, solo porque su humanismo lo demanda? Qué gana, quien gana, quien pierde, lo dirá la historia a la que decidió someter su apostolado en este gobierno, y no en otro, que lo bajó de la lucha para convertirlo en empleado.

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