Melancolía de niñez perdida.
Aquella, la de ellos, la mía, la que aún recuerdo.
Esa de burro castigado, de juegos con el tacón del zapato.
De columpio en el árbol.
Del bolillo hecho con palo de escoba, aquel que volaba tras el golpe.
De hoyos y pelotazos.
Esa de antaño, la de alegría. La que comparo con la de hoy, sin que se parezca en ¡Nada!
Esa infancia que sabía de gritar, de correr y reír a carcajadas.
De ensuciarse de lodo, mojarse, rasparse al caer y ¡Sin miedos!
Sin protección de nada, sin riesgo de enfermedad, de ¡Contagio!
Esa tan distinta a la de ahora, que se desquicia por dos años de encierro.
Esa que mira por la ventana y quiere salir.
Que se asoma desde la puerta en busca de amigos. La que quiere correr.
La que pasa horas inmóviles con sólo dedos ágiles tras una tablet o celular.
Esa niñez que parece habla en la soledad con un miserable aparato.
Aquella que busca en la pantalla y el micrófono, la cercanía de rostros de otros niños para convivir.
De aquellos que ahora se acercan, incluso pequeños extranjeros, que no se ven y sólo se escuchan.
Con juegos que sólo les cansa la mente, la vista.
Niños que no les ves la sonrisa por sus caritas casi cubiertas.
De manitas, a veces ajadas y resecas, no por jugar con tierra, sino por tanto ¡Alcohol! Que les untan.
¡Que niñez! Aquella de calle.
De bicicleta, de canicas, de encantados, de ¡Alegría!
Ahora niños de sonrisa cubierta, ojos de tristeza.
Madres con miedo que los desaparezcan, que los violen, que abusen de ellos.
Que golpeen a sus pequeñas y las ¡Maten!
Niños mexicanos que desaparecieron.
Otros que en su transitar por México salen y huyen de su país, y también se pierden o los “enganchan”.
Aquellos, allá en Guerrero armados, armados con pistolas, no de juguete ni de agua, sino con verdaderos rifles que ¡Matan! Pequeños, casi descalzos, de ropa vieja y maltratada. Que salen a la calle, no a jugar, no a disfrutar su niñez, a vender, a trabajar para llevar sustento a su hogar.
Niños haitianos, guatemaltecos, salvadoreños que perdieron la alegría, que acaban con su ¡Niñez! Porque van a otro país.
Dos años de encierro en su nación.
Dos años en la mía, con la tristeza de sus rostro de niños que maduran rápidamente.
Que no saben de juegos libres, de llegar cansado por correr.
Que triste vida para ellos, que lamentable momento de encierro de esa niñez, que no olvida que crecerán en el encierro, víctimas del hacinamiento.
De un virus, de un gobierno, de una sociedad que no pensó en proteger la ¡Niñez!
¡Gracias! A este portal, a mis compañeros, a quienes hacen posible embellecer las letras y el pensamiento con las gráficas.
Gracias, porque que me arroparon y me dejan cerrar con un tema que tanto me gusta por su transparencia, limpieza e inocencia, la ¡Niñez!
Agradezco sobre todo a quienes me dieron esa oportunidad de entregarles mis letras y entrar por sus ojos.

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