Por Redacción CEPROVYSA.COM

Acapulco, Guerrero., Enero 12-2023.- Es viernes y el transporte público no ha dado señales de circulación. Los paraderos amanecen con elementos de seguridad pública de los tres órdenes de gobierno. Algunas patrullas se detienen y mujeres y hombres corren para ocupar un espacio sentados o parados para intentar llegar a sus lugares de destino.
Acapulco viene de una crisis ocasionada por el huracán OTIS y apenas diciembre fue el reto inmediato para intentar recuperar no solo las fuentes de empleo, o de clases, si no también recuperar la vida, la confianza, y hasta la fe.
Pero en Acapulco, el mes de enero sorprende a sus habitantes con otra crisis. Ésta ocasionada no por un fenómeno natural, sino por los propios habitantes que tienen la responsabilidad de prestar el servicio del transporte público al ser poseedores de una concesión o bien, tener rentada alguna.
Los transportistas empezaron a circular mensajes entre ellos mismos para preguntarse, primero, si todos estaban en la idea de suspender el servicio, y la coincidencia fue que era necesario hacerlo.
La justificación en que basaban sus planteamientos parecen entrar dentro de su propio trabajo como el buscar que les permitan las autoridades que los taxis colectivos puedan llevar un pasajero más a los cuatro que tienen autorizados, uno de copiloto y tres en los asientos posteriores. Otros más hablan de que les piden moches y hay voces que dicen, ni uno ni otro planteamiento es completamente real.
Hubo transportistas que decidieron el jueves 11 de enero pasar por alto la presión de suspender el servicio y, al ver la necesidad de la población, lejos dejaron la empatía y decidieron clavar en las y los usuarios su colmillo empezando a cobrar hasta 100, 120, 130 y 150 la dejada mínima.
El frio se ha alejado un poco del puerto y la falta de árboles y su sombra arrancados por el huracán Otis, empieza a hacer estragos, el calor cae a plomo, pero hay quienes lo retan para llegar a sus aulas como docentes o como alumnado y a sus centros de trabajo.
El mal humor es tangible, como el miedo.
Las calles empiezan a llenarse de elementos de seguridad que empiezan a recorrer las rutas de los taxis colectivos y los urbaneros, porque, se dice, fueron presionados para no circular en ocho días.
Las autoridades dialogan con los transportistas, dicen que ya están reestableciendo los servicios, lo cierto es que, a ras de suelo, siguen caminando los pobladores, y que en este segundo día, algunos habitantes decidieron no salir.
Acapulco se pregunta qué sucede, quién está atrás de ese movimiento. Pero aún no hay respuesta oficial, la que circula está relacionada con leyendas urbanas que indican que el transporte, como la vendimia, los precios y la oferta y la demanda está regulada por grupos que operan fuera de la ley. Solo queda otra pregunta más si esto es cierto ¿qué hay de fondo en este movimiento?

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