Carlos Ortiz Moreno / Expresiones Guerrero
Hace 33 años, en el último eclipse total de sol que se vivió en México, la ignorancia generalizada hizo que el temor imperara en zonas indígenas de la región de La Montaña de Guerrero donde la penumbra pasó encima de comunidades que escondieron mujeres embarazadas, bebés recién nacidos, ancianos enfermos y la gran mayoría buscó refugio en iglesias para ponerse a rezar y ofrecer perdón a Dios.
Durante poco más de siete minutos, la oscuridad fue casi total en comunidades habitada por familias amuzgas, nahuas, mixtecas y tlapanecas. Gallos, gallinas, vacas, cerdos, caballos y demás animales de granja y domésticos como perros y gatos, además de las aves silvestres y de hogar, buscaron acomodo bajo árboles, a la orilla de arroyos y donde pudieron esconderse porque su cerebro, al ver oscuridad que solo ocurre en la noche, les ordenó casi desconectarse de la realidad del momento.
El 11 de julio de 1991 oscureció en un 80 por ciento en La Montaña durante siete minutos dos segundos. Muy pocos, poquísimos, supieron lo que estaba pasando. La gran mayoría ni conocía que el eclipse era, es y será un fenómeno astronómico que se produce cuando la Luna oculta al Sol visto desde la Tierra. Esto ocurre cuando el Sol, la Luna y la Tierra están alineados. Dicha alineación coincide con la Luna nueva e indica que la Luna está muy cerca del plano de la eclíptica
En aquella ocasión, la sombra tocó Baja California Sur a las 12 horas con 46 minutos (hora central), a las 13:06 el estado de Nayarit; llegó a la Ciudad de México a las 13:24, atravesó Guerrero, justo en la región de La Montaña, a las 13:35 y abandonó el territorio nacional, por el estado de Chiapas, a las 13:43.
Lo que en zonas urbanas del país era algo casi natural que sucediera, en La Montaña guerrerense de hace 33 años era algo excepcional, diríase sobrenatural, algo del Demonio o algún mensaje que Dios estaba enviando para portarse todos bien. La ignorancia y abandono oficial campeaba.
Según cifras oficiales, hasta 1995 casi el 60 por ciento de las comunidades de La Montaña no contaba con agua entubada, el 47 por ciento carecía de energía eléctrica; el 91 por ciento de sus entonces 15 municipios ni siquiera estaban comunicados por carretera porque abundaban los caminos de tierra y piedras que se convertían en lodazales durante la temporada de lluvias.
Hay que recordar que la región de La Montaña colinda al norte con Puebla, al este con la zona norte de Guerrero, al oeste con la zona centro de Guerrero, al este con Oaxaca y al sur con la Costa Chica guerrerense. La zona ha sido catalogada como una de las zonas más marginadas y de pobreza extrema en México.
La mayoría de sus habitantes pertenecen a grupos indígenas de diferentes etnias y lenguas. Tiene un alto índice de analfabetismo y, en 1991, había muestras claras de carencias en servicios públicos básicos, infraestructura carretera y sin olvidar la seguridad pública.
De acuerdo con textos históricos, la zona de La Montaña tenía economía suficiente para que sus pueblos, abundantemente indígenas, crecieran en todos los sentidos y exportaran sus mercancías hacia el Atlántico, hacia el centro y hacia el Pacífico, pero esa situación prevaleció mientras Puebla se mantuvo como uno de los enclaves fundamentales del Virreinato.
Sin embargo, cuando la ciudad de México se definió como la urbe más importante para la Nueva España, la salida al mar se emplazó en el puerto de Acapulco. Y ahí comenzó la consolidación de un camino que conectara la zona central del país con el Pacífico hasta el puerto que después se hizo joya turística mundial. Entonces, La Montaña quedó en el olvido. Los gobiernos centrales, como podían, solo daban pinceladas de un camino que debería conectar con el país.
Ese abandono repercutió en generaciones. Las dificultades del terreno, la necedad con que los cerros se resisten a los cortes, a ser esculpidos con una forma diferente, se pensó tontamente que sólo Dios podía terminar una carretera anhelada para los montañeses.
Crónicas periodísticas detallan que, en zonas alejadas como la región de La Montaña de Guerrero, las personas vivieron con más temor el acontecimiento y buscaron refugio en iglesias para rezar por la seguridad de todos. Los habitantes de La Montaña, los que tuvieron la valentía de salir, temieron lo peor cuando la sombra del eclipse de 1991 los alcanzó en sus campos de trabajo.
Las mujeres escondidas, sobre todo las embarazadas, se pusieron cintas rojas, tijeras o planchas en sus vientres para impedir malformaciones fetales. Las otras mujeres imploraban a sus dioses y al Dios de los católicos que fuera benévolos con ellos y “ya se iban a portar bien”.
El temor subió de tono después del eclipse. Tras terminar la noche de siete minutos, en la zona metropolitana del Valle del estado de México y algunas partes de La Montaña guerrerense cayó un aguacero que generó inundaciones en distintos lugares. Los caminos montañeses de Guerrero, como siempre, se echaron a perder y durante semanas se volvió a tener esa incomunicación física… y humana.
Años atrás, hubo otro eclipse que también causó zozobra en esta zona guerrerense. Dicho acontecimiento fue transmitido en vivo en televisión nacional el día 7 de marzo de 1970 y el narrador oficial de aquella transmisión fue el malogrado y célebre comunicador Pedro Ferriz Santa Cruz, quien en esos años fue muy popular en los medios por hablar sobre la vida extraterrestre.
En 1970, el eclipse que atravesó México duró apenas 3 minutos 48 segundos. La zona donde se oscureció porque la umbra lo atravesó fue la comunidad indígena de Miahuatlán, en el estado de Oaxaca que se convirtió en el centro mundial de los científicos que llegaron hasta esa parte de México para estudiar y hacer anotaciones del fenómeno.
21 años antes de aquella otra histórica transmisión televisiva de Jacobo Zabludovsky y Talina Fernández que cronicaron el eclipse total de sol, Ferriz San Cruz estaba impactado por lo que se estaba viendo con ese eclipse anular de sol que emitía una sombra de menor tamaño.
En una frase, célebre como él, conjuntó todas las reacciones del entonces pueblo mexicano. En esa década inicial de los setenta apenas vislumbraba la época del esplendoroso movimiento hippie con grupos como The Beatles, The Doors y The Rolling Stones en la cima del éxito, amén del creciente interés por las sustancias alucinógenas.
Esa frase inolvidable de Pedro Ferriz Santa Cruz, al asombrarse con el eclipse anular, fue:
“No sabemos si reír, llorar o ponernos a rezar”.
Este lunes 8 de abril, México, Estados Unidos y Canadá tendrán una nueva cita con otro fenómeno de la Astronomía.