Padre Jorge Amando Vázquez Rodríguez
Ante una crítica humillante
El concepto está acuñado por Eric Sadin en su libro La era del individuo tirano (Buenos Aires 2022) y se refiere directamente a personas que usando cargos públicos o en el campo de la empresa que disimulan su identidad en vista “a chuparnos la sangre sin vergüenza”. El contexto de esta descripción de hombres lagartija es los que se dedican a engañarlos con sus teorías conspiracionistas pasando por los fake news, noticias falsas, que alimentan la posverdad inundando a lo largo y ancho del continente del internet.
Para la gran mayoría de personas, en las cuales me incluyo, nos queda esa frustración al no saber qué hacer ante tanta mentira, falsedad que se difunde y que nunca faltan los incautos que defienden a capa y espada estas ideologías, que a ojos luz no tienen ni pies ni cabeza en sus argumentaciones. Es como una guerra sin piedad contra la verdad:
“Hoy no nos enfrentamos con teorías de las llamadas ´del complot´, que surgen a fin de cuentas de una visión muy limitada que supone que hay gran cantidad de estados de hecho usurpatorios que son resultado de arreglos muy calculadamente organizados”. (p.225)
En otras palabras, todas las teorías que leemos en el internet obedece a un plan muy bien diseñado para inducir al error, decir medias verdades e inyectarnos de odio, ira, violencia, que clama venganza, desquite o lo que es peor hacer justicia por la propia mano.
Y nada mejor dicho desde que se popularizó el internet, todos tenemos acceso a un teléfono inteligente, una computadora y los dedos se convierten en jueces y dictan sentencias lacerantes, insultos sin medida, descréditos, por decir lo mínimo ante las lindeces que leemos en las redes sociales al uso.
“Los instrumentos técnicos nos dieron entonces la impresión de ser más activos y de reconquistar márgenes de poder que se habían reducido de modo indebido”. (p.215)
Vivimos tiempos diferentes pues antiguamente los únicos que podían manifestar sus opiniones, descontentos o generar una mentalidad que servía a los gobiernos de turno, lo que se conoce como “periodismo de chequera”. Ahora todos pueden decir, lo que piensan, a cualquier hora y en cualquier lugar de cualquier asunto, se tenga o no conocimiento del tema. El problema no es ese, el de opinar, sino que sin conocer la materia o incluso a la persona misma, se le amenaza, condena y violenta bajo información falsa, tendenciosa, ideologizada y un largo etcétera.
LA CULTURA DE LA HUMILLACIÓN: Los Trolls
El día de hoy se defiende, aunque no se entienda, la libertad de expresión (free speech) “Emanación del individuo democrático basado en el derecho de cada cual a hacer valer sus opiniones dentro de un orden común- al estadio de la sobreafirmación de uno mismo, que llega al punto de negar todo fundamento a palabras contrarias, y que toma la forma, hoy cada vez mas frecuente, de un discurso del rechazo y el odio, un hate speech. El registro del odio se convirtió poco a poco en un régimen habitual, particularmente en Internet, desde comienzo de los años 2010. Esto dio lugar a la aparición masiva de trolls y de expresiones denigrantes destinadas a rebajar a los demás eligiendo víctimas circunstanciales perfectamente posicionadas en la línea de mira del teclado”. (p.221)
No está de más fundamentar de manera ética lo que implica el término “libertad de expresión”, pero que ésta sea para todos, que por lo que veo, no se le concede a los que no piensen como yo, especialmente cuando se trata de la religión, pues parece que todos pueden decir lo que quieran, pero cuando hablan los Obispos, sacerdotes o religiosos, hasta ahí llegó el límite de la “libertad de expresión”.
“Las humillaciones públicas involucran en general a personas que no conocen al individuo incriminado. Todo da testimonio antes que nada de la detectación fugitiva de ver alguna cabeza de turco que sirve para saludables descargas catárticas de los demás. Estas dinámicas de ´humillaciones en línea´, de online shaming asumen incluso la forma práctica del ciberacoso, una forma que hoy prolifera y que llega al punto de provocar suicidios, principalmente entre adolescentes”. (p.221)
Es así como nace el individuo tirano que no se siente no representado por las instituciones gubernamentales que más defienden sus intereses y están lejos de velar por lo que afecta al pueblo que gobierna.
Este hartazgo de indiferencia de parte de quien debiera cuidarnos es lo que alimenta este ciberacoso desmedido o desproporcionado que a la vez llega a cansar a los que los leímos un día si y otro también.
“En menos de diez años, se instituyó una cultura de la humillación que no solo se regocija con la infelicidad del otro, sino que glorifica a quienes abusan de tales conductas erigiéndolos, dentro de ciertos círculos como los héroes insolentes de la iconoclasia contemporánea. Estas conductas fueron además favorecidas por el hecho de poder expresarse a salvo detrás de la propia pantalla, a veces bajo el manto del anonimato o el ´seudonimato´”. (p.221)
Los ataques nos pueden llegar de cualquier lado, ya quedó atrás el tiempo que toda expresión la leímos en los periódicos, ahora está siendo publicado en tiempo real la inconformidad por el individuo visceral hecho un puñado de odio, que tiene que salir todo el veneno que ha podido acumular en sus frustraciones y todo esto arropado por el anonimato.
Hoy ya hay personas dedicadas en cuerpo y alma a desenmascarar todo tipo de abusos:
“La de consagrarse en cuerpo y alma a desenmascarar, más allá de las apariencias, todos los engranajes hasta acá bien camuflados que presiden la marcha general del mundo”. (p.225)
Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que los hombres lagartija son personas sin escrúpulos que difunden la condena a un mundo con el que no están de acuerdo y no miden las consecuencias de sus afirmaciones: “Como Alex Jones, que dio el tono en el movimiento de los atentados del 11 de septiembre de 2001: muy pronto, declaró que eran consecuencia de ´una operación hecha desde el interior´. Luego, apoyándose en su sitio InfoWars, el hombre empezó a afirmar que algunas marcas de jugos de frutas ´convertían a los niños en homosexuales´ o que ciertas vacunas ´favorecían el autismo´. (p.225)
Me pregunto: ¿dónde quedó el sentido común antes semejantes afirmaciones sin pie ni cabeza? Todas estas afirmaciones y cientos de miles más son irrisorias, así como el Internet está sembrado de videos sobre información descabellada y la religión es un blanco que no se escapa de estos “hombres lagartija”. Me preocupa porque hoy hay gente firmemente plantada ante sus pantallas víctimas de estas personas sin escrúpulos, por decir lo menos.
(Eric SADIN, La era del individuo tirano. El fin de un mundo común, CAJA NEGRA, Buenos Aires 2022)

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