El oro era usado principalmente en objetos lujosos propios del ámbito señorial. Las piezas de oro de las tumbas 7, de Monte Albán y 1 y 2 de Zaachila reflejaban la dignidad de gobernantes mixtecos difuntos, una imagen del Códice Ixtlilxóchitl asocia el uso de un arete de oro al monarca de Texcoco Nezahualcóyotl.

Entre los mexicas, el único facultado para portar tocados y oro era el huey tlatoani. El gobernante tenía a su cargo también la entrega de aretes, orejeras, narigueras y cintas de oro para la cabeza que premiaban a los sobresalientes en batalla.

Los mostraba como ejemplos a seguir entre sus vasallos y aliados. Fuera de ellos estaba prohibido el empleo de artículos regios. Quizá la utilización de algunos artefactos por gobernantes tuvo también un trasfondo bélico, ya que, en el caso de los soberanos mexicas, era requisito triunfar en combate para ser investido.

La guerra era el medio para someter otros pueblos y conformar imperios multiétnicos a imagen del paraíso, o Tollan, Además de símbolo de estatus, ostentar objetos de materiales preciosos conllevaba el prestigio de replicar en la tierra la obra de Quetzalcóatl.

Detrás de las piezas con oro había, al menos entre mayas y mexicas, una red de explotación e intercambio de materias primas, en la cual intervenían comunidades de diversas adscripciones étnicas.

Los mayas comerciaron, en condiciones de relativa igualdad, con pueblos del istmo de Panamá y Mesoamérica para adquirir piezas suntuarias y oro en bruto desde el año 550. Los mexicas, al contrario, adquirieron oro nativo y artefactos mediante la conquista en Guerrero y Chiapas. FUENTE: Óscar Moisés Torres Montúfar. Historiador de la minería. Candidato a doctor en historia por El Colegio de México.

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