Pbro. Jorge Amando Vázquez Rodríguez
Fue Axel Honneth de la Escuela de Frankfurt quien a demuestra –para mí es una denuncia, que nuestra sociedad tiene como elemento esencial, el que crea las patologías: la ausencia de reconocimiento y que afecta demasiado a menudo a las personas que nos rodean.
Y creo que su diagnóstico es acertado pues andamos en busca de este reconocimiento, que dicho sea de paso, no lo encontramos en ningún lado y esto afecta a no tan sólo a los padres de familia con sus hijos, sino a los diferentes sectores: familiar, laboral, empresarial, eclesiástico, educativo, en otras palabras: a todos.
Este vacío interior que todos sentimos al no encontrar por ningún lado una recompensa, aunque sea mínima por las labores que desempeñamos en nuestros trabajos, y es por eso que andamos a la caza de personas que nos valoren aunque sea en lo más mínimo nuestros esfuerzos los cuales, parece ser que van en pique a la baja.
Y es que esta necesidad de sentirse reconocido ya se ha convertido en una verdadera patología, y me pregunto en qué momento nos educaron para recibir una recompensa por todo lo que hacemos. Y yo mismo me respondo, no nos han educado para ello, sino lo hemos querido reclamar como un derecho que en ningún momento ha sido tal.
Y este fenómeno del reconocimiento cobra cada día más valore en una sociedad calificado como Sociedad de la indiferencia, a nadie le interesa si vive o muere.
Como muestra de esta búsqueda patológica de reconocimiento Hartmunt Rosa, perteneciente a la mencionada Escuela de Frankfurt en su excelente libro Remedio a la aceleración, enumera los intentos de esta búsqueda que denominamos patológica:
“Nos obliga a contentarnos con la apropiación del mundo, pero ya no nos apremia a que lo trasformemos para adaptarlo a nosotros. Intentamos ensanchar nuestro alcance en el mundo sin cesar: con más dinero en la cuenta bancaria, más amigos en Facebook, tecnología que hagan más rápidos los coches y al Smartphone; ponemos a nuestro alcance cada vez más nimiedades del mundo. Todo el mundo puede ofrecernos –en cuanto a lugares, personas, cosas y posibilidades, bienes culturales y tesoros del reconocimiento- se transforma en algo susceptible de ser adquirido, conocido, al alcance de la mano, accesible”. (H. Rosa, p.59)
Si Usted pone mucha atención este parecería ser un diagnóstico o si me permite, una homilía de un sacerdote de cualquier iglesia, pero resulta que quien hace esta denuncia es un sociólogo de la Escuela de Frankfurt, de cuño neomarxista, y dicho sea de paso, un diagnóstico muy acertado. Todos andamos a la rebatinga de ser reconocidos, cueste lo que cueste: una buena cuenta en el banco, “amigos” de Facebook, coches comprados a crédito que son un verdadero quebradero de cabeza a la hora de pagar las mensualidades poniendo patas para arriba la animosidad de los padres tanto con su pareja como con sus hijos; smartphons de alta gama que son impagables para la gran mayoría de la población, en resumen: “las nimiedades del mundo” a las que somos demasiado afectos.
Y es que nuestro vacío interior es muy profundo, que nos ha hecho comprar cosas sólo para aparentar a los demás, o dicho de otra manera, no compramos lo que nos gusta, sino lo que les gusta a los demás, es una especie de crucifixión de la banalidad, o sea, morir por nada.
Continúa con su diagnóstico: “Sin embargo la cara oculta de este asunto es la alienación: este mundo que se ha convertido en algo disponible parece volverse mudo, gris y vacío delante nuestro, nos deja fríos. Los lugares a los que viajamos no nos emocionan, las personas con las que nos encontramos nos dejan indiferentes, lo que leemos o escuchamos no nos cuenta nada. Y entonces nosotros también nos volvemos grises, viejos y vacíos en nuestro interior”. (H. Rosa, p.59)
Ante esta triste realidad tenemos que buscar una solución, -y ésta urgente-.
A este respecto, de la medicina frente a esta patología, no se me ocurre sino plantear nuevamente el valor de la humildad.
LA HUMILDAD
Que mejor que Rafael Merry del Val, Cardenal de la iglesia católica que fue un verdadero campeón de esta virtud hoy tan menospreciada y arrinconada al olvido en nuestra sociedad.
Como Secretario de Estado en el tiempo del papa San Pio X que enfrentó de manera magisterial el Modernismo y veía como se implantaba la secularización y de paso también los nacionalismos entre ellos el nazismo, el fascismo, comunismo en el mundo, una verdadera plaga que nos llega hasta hoy y tenemos como una credencial de identidad en la gran mayoría de la población del planeta, compuso su ya muy famosa letanía de la humildad que rezaba él mismo todos los días.
Por problemas de espacio, ruego a los lectores que pueden consultar esta letanía en el buscador de su celular o computadora y poder hacer esta misma oración de la humildad en vistas a tener un remedio eficaz frente a esta patología que tanto daño nos hace.
De las Letanías de la humildad podemos analizarlas de la siguiente manera: “La primera parte suplica la liberación de los deseos negativos para el crecimiento espiritual; en la segunda, el alma pide ser rescatada de los temores con que la paraliza constantemente su amor propio. La tercera parte, si cabe, va más allá; al menos a mi me parece que encierra mayor heroísmo, porque expresa, con sinceridad insobornable, deseos positivos que hay que haber ponderado mucho antes de formular. Sobre todo, el último ruego: “Que los otros puedan ser más santos que yo, con tal que yo lo sea en cuento puedo”. Para escribir esto y atreverse a pedirlo… hay que saber teología, porque se trata de no quedarse un ápice por debajo del grano de gloria a que Dios nos haya destinado desde toda la eternidad”.
La búsqueda del reconocimiento es presentado hoy como desiderátum maximun y en cuya pretensión está el germen de todas las revoluciones”. (Alberto GONZÁLEZ CHAVES, ¡Dame almas! Una biografía del cardenal Merry del Val, HOMO LEGENS, España 2022, p.329)
Hemos presentado el problema: la patología del reconocimiento y su diagnóstico sociológico, pero también la medicina: la humildad, teniendo ésta medicina una connotación espiritual y teológica.
(Cfr. Hartmut ROSA, Remedio a la aceleración. Ensayos sobre la resonancia, NED, Barcelona 2019, 125pp; Alberto GONZÁLEZ CHAVES, ¡Dame almas! Una biografía del cardenal Merry del Val, HOMO LEGENS, España 2022, 341pp.)
ANEXO.
Las letanías de la humildad
Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón parecido al tuyo.
(Después de cada frase decir: Líbrame, Señor)
Del deseo de ser alabado,
del deseo de ser honrado,
del deseo de ser aplaudido,
del deseo de ser preferido a otros,
del deseo de ser consultado,
del deseo de ser aceptado,
del temor a ser humillado,
del temor a ser despreciado,
del temor a ser reprendido,
del temor a ser calumniado,
del temor a ser olvidado,
del temor a ser ridiculizado,
del temor a ser injuriado,
del temor a ser rechazado,
(Antes de cada frase decir: Concédeme, Señor, el deseo de…)
que otros sean más amados que yo,
que otros sean más estimados que yo,
que otros crezcan susciten mejor opinión de la gente y yo disminuya,
que otros sean alabados y de mí no se haga caso,
que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil,
que otros sean preferidos a mí en todo,
que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda.