Solo uno o dos días al año, las hormigas conocidas como “chicatanas” aparecen en Oaxaca, lo que las hace muy valiosas. Los nativos saben muy bien los tiempos y se preparan con antelación.

“Es como si estuviera lloviendo hormigas, literalmente. Caen del cielo y se pueden juntar en grandes pilas y luego tostarlas en el comal”, me cuenta Gabriel Hernández Cruz.

Él es un profesor que vive en las afueras de la ciudad de Oaxaca, en el sur de México, y cada primavera aguarda a las primeras lluvias, cuando las hormigas voladoras, llamadas chicatanas, salen de sus nidos y se esparcen por el aire.


A primera hora de la mañana, el cielo se llena de enjambres bíblicos de estos insectos de color marrón rojizo que tienen gruesos cuerpos y grandes alas transparentes.

El susurro de su rápido revolotear de alas zumba a través del aire.

La principal zona de consumo es la región mixteca, Puebla, Guerrero y Oaxaca pero también se comen en Veracruz, Chiapas, Tabasco y la Península de Yucatán y en países como Colombia.

Cabe señalar que las chicatanas no son un alimento exclusivo de nuestro país, se consumen en otros como Colombia, donde les llaman tzizim.

Otros nombres que recibe esta enorme hormiga son nucú, zompopos, cuatalata, sontetas, cachorras, chancharras, tepeoani, nacasma o zompope.

Una forma de degustarlas es asarlas y acompañarlas con tortillas. hacer salsa o mole amarillo y con él rellenar tamalitos.

Una vez que las chicatanas “estén limpias”, sin alas, cabeza ni patas, se asan. Después se machacan junto con chile seco, cebolla y jitomate. Otra opción es licuar todos los ingredientes, pero la consistencia se vuelve más líquida.

Antes del amanecer, familias de todo el estado de Oaxaca salen a recolectar las hormigas, que son consideradas una delicadeza regional.

Del trabajo de Susannah Rigg BBC Trave

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