Cuauhtémoc se encontraba en el frío cuarto, encarcelado por Hernán Cortés. La Razón, fue que la Bella Mencía, española, enamorada del azteca, la deseaba para él.

“¿Que sería de mi amada? Pensaba Cuauhtémoc, sé que voy a morir, no confío en el hombre de la barba, que tiene una pierna enferma y jefe de todos, habla por la voz de Malinche, él traiciona a todos”.
“¡Oh, pobre pueblo mío! ¿Qué te espera? Los hombres de las carnes blancas son ambiciosos”. Los días se fueron, Cortés acudía con él, acompañado de Malinche, ya había sido bautizada como Marina y era la amante del conquistador.
Ella se acercó a Cuauhtémoc: –Cortés te dice que órdenes que entreguen 200 piezas del metal amarillo, se llama oro. Contestó: –He repetido muchas que no hay el metal que buscan, Lo han saqueado ellos mismos.
Marina traducía, una y otra vez y, recibían la misma respuesta, hasta que Hernán Cortés se cansó de interrogar. Giraba instrucciones para que no dejaran a Mencía con Cuauhtémoc. Desesperado, el hispano ordenó quemarle los pies y, ni así dobló al mexicano.
De mi libo, “Cuauhtémoc conquistador