Por: Miguel Ángel Mata Mata
NUESTROS MUERTOS.
El Día de Muertos se acerca. Aquí cobrará especial significado.
Los huracanes Otis y John nos han dejado miles de pretextos para conmemorar la fecha.
Habrá muchas ofrendas. Muchas misas. Muchos sollozos. muchas flores. Miles de caminitos de luz, para guiar a nuestros espíritus hasta la ofrenda que les cocinaremos.
Para convivir con ellos. Para platicar con ellos. Para cenar con ellos. Para reír con ellos.
EL BLACK TUNA
Hace un año, Mike, un chaparrito, cuyo padre lleva el sobrenombre de El Rudo, sobrevivió al huracán Otis, a bordo de su embarcación. Mantuvo el motor encendido desde las doce de la noche hasta las cuatro y media de la mañana.
Mantuvo la fuerza de sus manos asidas al timón. Capoteó una, dos, todas las veces, la fuerza de seis metros de agua que movían al Black Tuna de aquí para allá. De arriba para abajo. De abajo para arriba.
El largo cabo atado a un muerto de cinco toneladas lo ancló en un perímetro donde vio hundirse a otros. Todo, mientras el viento cambiaba a cada instante.
Sobrevivió a las cuatro horas y media del sonido espantoso de un viento que, “lo juro”, hablaba: “Ven, ven”, le gritaba.
Halló, por ahí, unos collares que nunca supo a quién pertenecían, pero no eran de él. Uno era negro con rojo. Se los colgó del pescuezo y rogó, “a quien quiera que seas, pero te ofrezco una manzana, una fruta, pero cuídame”.
Quien quiera que fue lo cuidó.
Ya casi a las seis de la mañana pudo acercarse al muelle de La Marina. No quiso ponerse el chaleco salvavidas “porque ese se pone solo para que te identifiquen cuando mueres”. Saltó a la mar, ya mas calma, pero llena de restos de otras embarcaciones.
Alguien le arrojó un cabo. Salió de la mar. Corrió, entre lodo y desechos, a su casa, cerca del monumento a Tintan. Empujó la puerta de su casa, atorada con desechos de restos de todo. Su familia se resguardó en una recámara. Al llegar ahí le abrazaron. Lo creían muerto.
Entonces, lloró.
SOBREVIRIR
¿Luego, qué hiciste? le preguntamos.
“Dormí. Como una hora”. “Luego salí a buscar al Rudo (su padre). “Lo creí muerto”.
Mike encontró a su padre, a quien conocen como El Rudo, entre los capitanes de yates. Lo halló en el Paseo de Pescador. Muy maltratado, “porque, para salvarse, se amarró a su embarcación”. Lo abrazó, lo besó, lloró con él y “me fui a buscar a mis amigos. A ver cuántos quedábamos”.
“Los que se fueron a resguardar a la Base Naval, todos, se hundieron. Desaparecieron. Yo me salvé porque me quedé acá, cerca del club de Yates. Otros también se salvaron cuando cientos de yates y lanchas se amontonaron. Alcanzaron a salir. Pero otros no”.
Muchos desaparecidos, “de los que se quedaron a bordo de los yates por doscientos o trescientos pesos que les pagarían por cuidar el yate, durante la tormenta, han desaparecido. No los hallamos”, dijo.
Mike encontró el cuerpo de uno de sus amigos dentro de un tambo. Ahí se metió para querer salvarse. Estaba echo bolita. Lleno de sangre su cuerpo. Nadie lo quería sacar de ahi. “Yo lo hice”. “Lloré cuando lo saqué. Lloré, mucho”, sollozó.
VALHALLA
A Mike, y los que quedaron, los buscaron del municipio. De la capitanía de puerto. Les ofrecieron ayuda. Les entregaron un cintillo, con un número. “Aquí lo traigo todavía, mira, en mi cartera”.
“Nos ofrecieron ocho mil y luego cien mil. Para nunca llegó ese apoyo. Vimos cómo mucha gente tomó lo que les dieron. Hasta colchones nuevos. Nosotros no”, sonrió.
“¿Por qué?”, preguntamos.
Porque nos dijeron que nos llamarían para entregarnos los apoyos, pero jamás llamaron. Aquí guardo ese cintillo, a la espera de alguna llamada de tantas promesas. Algunos allá andan, haciendo bloqueos, para que les cumplan con sus cien mil pesos. Yo me puse a trabajar, con mi mujer”.
Mike compró, en oportunidad, el casco de una lancha patrulla. Ya la restauró. Poquito a poco. Ya hasta la pintó con brillantes tonos blanco con azul. “Nomás me falta juntar como doscientos mil para comprar un motor que me venden”.
“¿Te imaginas que me quedo a esperar ese apoyo que jamás llegará? Además, lo que ofrecieron, no me alcanzaba ni para la pintura. Espero conseguir el motor antes de que llegue la temporada de fin de año para trabajar y recuperarme”.
¿Le pondrán algún nombre a tu nueva embarcación?, preguntamos.
“Si, se llamará Valhalla”
En la mitología nórdica, Valhalla, es un término que viene del lenguaje nórdico antiguo, quiere decir “Salón de los caídos”.
En el Valhalla los difuntos se reúnen con las masas de muertos en combate, así como con varios héroes y dioses germánicos legendarios, mientras se preparan para ayudar a Odín en la batalla del fin del mundo.
“Ahí están mis amigos capitanes y marineros. Ahí, en el lecho del mar”, confirmó.
Ahí están los guerreros que hicieron frente a Otis, en la batalla del fin del mundo.
Va en homenaje a ellos.
¿Alguien te salvó, Mike?, preguntamos.
“Si”, respondió. “Fue Dios”.
EL CEMPASÚCHIL
Se cortan los pétalos. Con ellos se hace un caminito, desde la entrada de la casa hasta donde se pone una ofrenda donde hay lo que le gustaba comer y beber al difunto.
La flor huele a pasado, un pasado muy vivo. Su color y aroma iluminan el camino de las almas de los difuntos hacia la ofrenda
Es el cempasúchil. La flor de vida. La flor de muertos.
Su nombre proviene del náhuatl “Cempohualxochitl” que significa: flor de 20 pétalos.
En la época prehispánica, los mexicas asimilaban el color amarillo de esta flor con el sol, por ello, la utilizaban en los altares, ofrendas y entierros dedicados a sus muertos.
La tradición marca hacer senderos con pétalos de cempasúchil, desde la entrada principal hasta el altar de la casa con la finalidad de guiar a las almas al banquete dispuesto en su honor.
Si tienes suerte y ha llegado el espíritu querido invocado, aparecerá un colibrí que es, dice la leyenda, la persona amada.
¿Y SI NO HAY FLORES?
Si no hay cempasúchil no hay camino aromático ni iluminado que guíe a los espíritus a la ofrenda. No hablaremos con ellos. No reiremos con ellos. No estarán con nosotros, como pedacitos de rayos de sol que vienen a visitarnos.
Eso, la falta de flores, es una realidad.
En Tixtla, Guerrero, donde se cultiva la mayor parte de la flor de cempasúchil que se consume en Guerrero, este año, no hubo cosecha.
Las inundaciones del huracán John echaron a perder la cosecha de todo, incluidas las flores.
Pasmados, como estamos porque cuando a Acapulco le da gripe al resto de Guerrero le da pulmonía, no hemos considerado la tragedia que ha comenzado a vivir el campo de nuestra entidad.
Los efectos de John se sintieron en 61 de 85 municipios de Guerrero. Carreteras cortadas, corte de la energía eléctrica, plantíos inundados y anegados, son apenas el aviso de lo que viene.
El desabasto de productos cosechados en el campo, apenas comienza y lo sentiremos en nuestro bolsillo este próximo día de muertos.
Luego vendrá lo demás, que incluye traer productos como, la flor de cempasúchil, desde Puebla, con los elevados costos que ello significa.
No habrá la flor de veinte flores que es como el sol, con miles de rayitos de luz que guían a los espíritus a la ofrenda para que vengan a convivir con nosotros.
¿Cómo decías Pancho Villa?
“Tranquilos, que si esto está feo, se va a poner peor”.
LA GOBERNADORA
Le pusieron collares anaranjados. Uno tras otro. Los tejen manitas de mujeres de la región de La Montaña. Cada collar son pedacitos de rayos del sol. Así le dicen que ella es, por un instante, como el sol. Brilla.
Hasta aquella región donde viven pobres entre los pobres, en donde se cosecha la flor de la vida, la flor de la muerte, llegó la gobernadora Evelyn Salgado Pineda.
Mientras todos ponen su atención en Acapulco y su tragedia, pocos miran allá, donde Otis y John también se ensañaron con la tierra, con la gente.
Ella estuvo en José Joaquín de Herrera, un municipio que se conoce como Hueycatenango. Allá entregó obras por 2.3 millones de pesos más otros 2.9 millones para construir el edificio de la Escuela Telesecundaria “Independencia de México”; anunció una inversión de 124 millones de pesos e inauguró el Centro de Salud de Servicios Ampliados IMSS Bienestar, con una inversión superior a los 37 millones de pesos.
También estuvo en Almolonga, Tixtla, donde entregó el Centro de Salud IMSS Bienestar, donde se invirtieron siete millones de pesos.
Mientras acá romantizamos la tragedia de Acapulco, otros ven que la tragedia le pegó a todo Guerrero. A todo.
¿Y usted, ya fue a comprar sus florecitas de ofrenda?

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