Sobre los hombros de las y los mexicanos pesa alguna maldición que hace que sobre su contexto los gobiernos construyan obras inservibles que, además, presentan al final un sobrecosto que lacera las finanzas del gobierno y golpea la credibilidad ciudadana.

Esos elogios con los que buscan trascender los gobernantes distan mucho de la realidad, de las necesidades que deben cubrir y por ende, se convierten en espantajos de los lugares donde se asientan.
Por citar algunos ejemplos de esas obras están la Estela de Luz con la que el entonces Felipe Calderón pensó que honraba el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución. Una obra que no dice nada de esos episodios y que ha sido considerada un monumento a la galleta que no cobija ningún movimiento social.
Hacia allá van otras obras construidas por el gobierno que inició en el 2018, y ahí sigue.
El Tren Maya que acabó con grandes reservas y que, además de defectuoso es claro que no tiene utilidad alguna; la Refinería de Dos Bocas que resultaron de garganta profunda por los recursos económicos que consumió pero que no repercute ningún beneficio a la sociedad y antes bien, es un estorbo hasta visual.
Otra obra que también es prácticamente un estorbo visual es el AIFA, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles que a pesar de que digan que moviliza a miles de pasajeros la realidad es que es un monumento a la división social y el dispendio económico basado en un capricho presidencial en lugar de una obra que surja de pensamiento de estadista.
Si creímos que la retórica aquella de “les vamos a construir un puente” y la respuesta colectiva de “no tenemos rio”, y la contra réplica de “también se los construimos”, se convirtió, según parece, en una cultura de uso de recursos con dispendio que más parece una justificación de presupuesto, quien sabe con qué fin, que una obra pensada en dar soluciones.
Con la desaparición de figuras fiscalizadoras y de transparencia, me preocupa que los próximos años estemos en el conocimiento de más obras que más estorban que la ayuda que puedan dar, incluso para el esparcimiento, como el Malecón de Tabasco que es una obra a la soledad.
Porqué no se castiga ni electoralmente ese tipo de despilfarros del presupuesto público? Porque como sociedad tenemos que cargar con frustraciones y fobias políticas que dejan de lado lo importante para servirse de los presupuestos?
Aún está en los albores el gobierno federal y a punto de cumplir su primer año de ejercicio constitucional. Qué destino podemos considerar tiene el pueblo mexicano si en lo que es visible, la obra pública, se apuesta a lo inservible? Que hay de lo que no está a nuestro alcance conocer de las decisiones que no cruzan por la revisión pública ni el análisis social? También lo inútil e inservible de la obra pública es deshonestidad. Surrealismo?