Movimiento Ciudadano es el vehículo político para asegurar el ejercicio libre e incluyente de la ciudadanía en todas sus dimensiones. Somos la puerta de acceso y el camino social para construir una nueva opción para México, donde no exista el miedo y prevalezca la alegría, el esfuerzo vital y la esperanza social.
Del punto 1. Motivos en la Declaración de Principios de MC.

LOS NUEVOS TIEMPOS DE LA SOCIEDAD Y DE LA POLÍTICA. LA GENTE ES LA QUE CUENTA.
Desafortunadamente, en nuestro país, pero aún más en nuestro estado de Guerrero, poco se analiza la política en periodos de tiempo que permitan dar seguimiento a procesos en sus verdaderas dimensiones coyunturales y estructurales.
En los aparentes análisis se privilegia el día a día de ciertos personajes y de los alborotos que generan; como si los destinos de cientos de miles de habitantes pudieran reducirse a lo que declaran algunos pocos actores, quienes, a su vez, son “interpretados” por analistas que trabajan por encargo o por “redes sociales pagadas” que se autopromueven como generadoras de tendencias.
Poco cuenta la gente en esos artículos de opinión y en redes –muchas, pletóricas de vulgaridad–. Solo existen los que pagan a los opinantes y analistas. Y, llenos de vanidad y veleidades, estos actores se mienten a sí mismos con las respuestas que, en las redes, les dan quienes están en las nóminas a su cargo.
El viejo régimen impuso el escándalo por encima de los contenidos argumentativos, y el régimen naciente impone las imágenes, videos y fotografías tangenciales a los verdaderos problemas sociales y económicos que experimentan poblaciones enteras.
Hay quien, desde su encargo, tiene cientos de fotos cotidianas con perros a los que llama felices, en instalaciones desde donde hace política, fotos y videos distractores, mientras elude permanentemente su responsabilidad en los problemas que aquejan a la gente, aun cuando su grupo político hegemoniza las instituciones gubernamentales en Guerrero.
Sin embargo, guste o no guste, en los análisis objetivos lo que cuenta en los procesos políticos es la gente, las sociedades, los pueblos.
Los cambios acelerados, los cambios lentos o las contenciones a los cambios los hace la gente. Sin la gente, nada se logra.

EL PERIODO 1988-2018
Guerrero es parte activa en la historia reciente también; el periodo que se abrió con el movimiento cardenista –compuesto de sectores priistas nacionalistas vinculados a sectores de izquierda nacionalista– en 1987-88 por la democratización de nuestro país se cerró hasta 2018 con el contundente e incuestionable triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador en la presidencia de la República.
Muchos fenómenos ocurrieron en esa historia de tres décadas. Enunciamos solo algunos.
La imposición del sistema priista-panista con enfoque económico neoliberal; la irrupción de movimientos sociales altermundistas con epicentro en Chiapas; el engaño político-empresarial del gobierno de doce años, modelo fracasado del panismo; el último coletazo del priismo salinista con el masivamente reprobado Peña Nieto y la comprobación de la imposibilidad de que su partido retuviera el poder más tiempo. Pero también la virtud de un movimiento y su dirigente que, desde una izquierda moderada, propusieron lo que parecían, frente a una realidad social muy deteriorada, planteamientos pacíficamente radicales. La Resistencia Civil Pacífica, practicada durante más de veinte años, rindió finalmente sus frutos.
A lo largo de tres décadas, el régimen que emergió del 88 tuvo como referentes políticos a los tres partidos más antiguos: el PRI –antes PRM y PNR–, nacido en 1929; el PAN, nacido en 1939; y el PRD, nacido en 1989.
De una confrontación polarizada entre la derecha neoliberal de Carlos Salinas y la izquierda nacionalista liderada por Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, se transitó hacia una convivencia antipopularmente pactada entre el PRI, el PAN y el PRD en los últimos años del viejo sistema.
Como siempre, la gente buscó y construyó sus alternativas, pues el pacto de derechas e izquierdas en poco le beneficiaba.

EL PARTEAGUAS DE 2018
La elección de 2018 hizo añicos al sistema de partidos que emergió del 88.
Un partido emergente, sin solidez organizativa, sostenido en un movimiento de resistencia de 25 años de historia, con gran organización y con un sólido programa, derrotó a los tres partidos que durante 30 años configuraron un sistema que legitimó el periodo neoliberal.
El 2018 cerró un ciclo de luchas de carácter popular que se manifestó de muchas maneras y que intentó varias estrategias.
Pero el bloque popular que se acumuló en Morena se derrumbó con el triunfo del mismo. Morena, el partido, derrotó a Morena, el movimiento, en esa especie de cohete espacial que se desprende de los componentes más fuertes que lo impulsan al vuelo.
Ahora, ya en el poder, Morena mutó en una nueva clase política que no termina de conformarse, pero que da luces de alejamiento del proyecto original de su pasado reciente.
El bloque de fuerzas populares que impulsó, mantuvo y con el que venció electoralmente quedó desplazado inmediatamente al triunfo. El pragmatismo de sus gobiernos y el inmediatismo electoral del partido se impusieron. Cientos de cuadros políticos, académicos, científicos, artísticos y profesionales que dieron forma a su programa alternativo de país fueron excluidos por los viejos cuadros burocráticos de las administraciones anteriores.
Gobierno y partido mantienen controles y poderes de forma contundente en casi todo el país. Solo quien no quiera verlo, no lo verá. Son una poderosa maquinaria electoral. Y hay una simbiosis exacta de Morena-gobierno, como en décadas anteriores la hubo del PRI-gobierno.
Pero, en la historia siempre hay muchos “peros”. Morena es una organización muy fuerte electoralmente, pero prescinde cada vez más de métodos democráticos hacia el interior y el exterior; anula cada vez más el proceso de democracia participativa que le dio origen; y también recibe cada vez más cuestionamientos de críticos objetivos por los procesos que vive y las incongruencias éticas que muestra.
La heterogeneidad de la composición de sus directivas orgánicas no necesariamente le beneficia en la imagen que difunde; pues no se habla de una pluralidad de actores que sean reconocidos positivamente por la población politizada. Por el contrario, el frecuente arribo de grupos de poder que antes militaron adversamente a AMLO y a su movimiento, provenientes de los partidos identificados con el neoliberalismo anteriormente imperante, molesta mucho a militantes de la antigua izquierda y a los fundadores de ese movimiento alternativo. Se cuestiona el arribo a los congresos locales y las cámaras federales, y a las administraciones municipales, estatales y federal, de actores que nunca antes pisaron el lodo o el polvo del territorio y que hoy en poco se distinguen de quienes antes, en otros partidos, ejercían los mismos cargos y espacios.
La ausencia de una dirigencia nacional que entienda la coyuntura que se abrió en 2018 y que sea capaz de darle dirección a una sociedad que está ávida de caminar hacia adelante y dejar de depender solo de los programas sociales –tan importantes en una primera etapa, pero concebidos como plataforma para pasar a verdaderas condiciones de empleo, salario y educación de calidad en un contexto de gran competencia económica mundial– pesa mucho. Esa ausencia de partido que oriente a una sociedad que no le gusta ser vista como clientela electoral priista de los años 60.
Morena, sin poderosos liderazgos como el que tuvo AMLO seguirá temporalmente en el poder en la medida en que no se consoliden alternativas con fuertes liderazgos y visiones de nación y sociedad viables consensadas en fuertes movimientos.
Justo ahí radica la importancia de la existencia, desarrollo y consolidación de un partido y movimiento como lo es Movimiento Ciudadano.

EL COMPÁS 2018-2030: ESTÁ ABIERTA UNA NUEVA ETAPA
A lo largo de los últimos siete años hemos visto la destrucción del viejo régimen de partidos.
A estas alturas, el PRI prácticamente no existe. Al igual que los “chuchos” en el PRD en sus últimos momentos, hay pequeños grupos de poder en el PRI que solo están administrando el escaso oxígeno de la agonía de ese partido. Está en duda que llegue vivo a sus cien años en 2029. No tiene ninguna posibilidad de recuperación porque, simple y sencillamente, la gente lo abandonó masivamente después de la experiencia traumática de Peña Nieto.
El PAN vive una inocultable crisis de liderazgo y de programa atractivo para la gente. Los ciudadanos que vivieron los años de los gobiernos de Fox y Calderón y de muchos gobiernos estatales panistas no votarán por ellos en mucho tiempo. Tal vez no desaparezca, pero sí de 1939 hasta 2000 no significaron mucho para el pueblo mexicano, muy probablemente el PAN viva en la oscuridad política por varias décadas de nueva cuenta.
El PRD está desaparecido. Una gran cantidad de sus antiguos liderazgos cohabitan al interior de Morena, propiciando desde dentro la descomposición de este nuevo partido.
En México vivimos un momento histórico de una sociedad absolutamente nada uniforme. Somos 130 millones de mexicanas y mexicanos que constituimos una enorme pluralidad en todos los sentidos.
Somos una sociedad informada y con vocación de avance como nación.
La segunda década del siglo XXI en nuestro país configura una realidad política radicalmente distinta a la de finales del siglo y milenio anteriores.
Nuestros vínculos con el resto del mundo son infinitos y dinámicos. Nuestra solidez como nación está comprobada.
Si la sociedad no es uniforme, si en la política se refleja esa no uniformidad, si está claro que en estos años Morena se ha convertido en el partido hegemónico con métodos peleados con la ética, si la realidad nos muestra que los partidos del fin de siglo están en desaparición o en su mínima expresión, la pregunta obligada es: ¿qué pasa con la sociedad que no está de acuerdo con Morena? ¿Cómo se expresará, cómo se organizará, cómo se articulará, no para dar saltos hacia atrás o restaurar lo caduco, sino para ganar el debate desde el presente por el futuro?
Ese es el espacio que está ganando Movimiento Ciudadano. No el de llenar los vacíos que dejan el PRI o el PAN; y tampoco el de ser el hermanito menor de Morena.
Sí, para ser el espacio de diálogo y encuentro con los ciudadanos, para consensar, representar y darle cauce a esa sociedad moderna que emerge poco a poco venciendo muchos obstáculos luego de 2018.
El momento no le pertenece a Morena de manera exclusiva. Le pertenece a la sociedad mexicana en general.
Si hay poco menos del 50% de la población electora que no se siente representada o cercana a quien detenta ahora el control de los poderes públicos, pues ahí MC se está construyendo como alternativa.
No es un proceso estrictamente político y electoral, es un proceso social, cultural y económico también.
Las leyes sociales aplicadas a la ciencia política también suelen ser difíciles de entender, pero son y existen.
El PRI y el PAN no pesan ya. Se desprenden a jirones. El PRI desaparece irremediablemente.
Morena, a la vez que se consolida electoralmente, por dentro tiene el virus de su descomposición, por su arrogancia triunfalista, por su carencia de análisis y lectura del momento, y por la ausencia de reglas democráticas internas. Pero sobre todo porque le dieron prioridad al partido y destruyeron a su movimiento.
MC, con estrategia, orden, organización y disciplina, se construye como alternativa. Su orientación ciudadana es fundamental en el proceso en curso.
Se quiera o no, finalmente la realidad se impone: el debate político y electoral no será, en los próximos años, entre izquierdas y derechas –no porque no existan–, sino entre dos partidos-movimiento con orientación progresista: Morena frente a MC.

MC TEJE CON CUIDADO LA COYUNTURA DEL 27 Y DEL 30
Por ello reafirmamos: en el caso de nuestro estado de Guerrero, el tema es que los ruidos de columnistas y redes mediáticas prepagadas no ayudan a esclarecer que los cambios no los generan determinados actores, buenos o malos, sino la sociedad actuante que sabe analizar y decidir, y que, cuando se lo propone, alcanza cambios de gran calado.
Vale decir que hacer mucho ruido y escándalo porque tres o cuatro personas que no estaban, y además no querían estar, dicen que se van de MC, no permite ver que hay una serie de actores colectivos que, en grupos pequeños, medianos o grandes, transitan paulatinamente hacia MC. Se van cuatro o cinco y llegan decenas, que luego serán cientos y que después ganarán las casillas. No es tema de afiliación obligatoria, sino de que, desde el territorio, la gente hace sus valoraciones de lo que tiene y de lo que puede tener.
Varios de los viejos actores del régimen anterior, en su afán de sobrevivencia y fieles a su estancamiento para entender que las cosas se modificaron, elaboran muchas distracciones para que la gente crea que todavía pesan en la política. Solo son eso: actores ruidosos.
Hay otros que sí inciden porque supieron sacar buena lectura del momento que se vive; y con sus reflexiones y análisis proponen caminos en los nuevos momentos.
La gente está buscando alternativas. Morena fue y es aún una de ellas.
Pero, en esta sociedad no homogénea, MC tuvo la virtud de leer que es ya sólida alternativa también. MC es un proyecto bien diseñado desde hace años, pero creciente en este tiempo. Su proximidad con los ciudadanos desde nuevas estrategias de comunicación, a la altura de la modernidad que la sociedad determina, hace que empiece a ser visto como un partido con mucha seriedad.
En Guerrero, MC tiene dirigencia visionaria. Paso a paso, avanza el programa. Realmente nada lo desvía de su ruta organizativa.

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