e aprendió de memoria los artículos de la Constitución y con esos conocimientos ayudó a varias personas del pueblo a salir de la cárcel
Francisco López Mata, Panchito López, nació en el barrio La Tapatía de Viesca el 21 de octubre de 1919, tan sólo nueve años después del inicio de la Revolución Mexicana. Murió el 17 de agosto de 1986. Sus padres fueron Francisco López Cortés y Delfina Mata Alcalá. En esos tiempos, muchos niños que ingresaban a estudiar la primaria no la terminaban por diferentes circunstancias, sobre todo económicas. Él lo consiguió.
Le tocó recorrer las calles del pueblo sin pavimento ni alumbrado eléctrico (usaban lámparas de petróleo) y jugar en la calle a las escondidas, las canicas y el trompo con total libertad. Desde pequeño trabajó con su tío Toribio López Cortés, quien poseía buenas tierras de cultivo con derechos de agua de los manantiales cuando estaban en pleno esplendor, por eso se le proporcionaban en abundancia. Ese acercamiento con su tío le permitió aprender sobre ganadería, agricultura y comercio, pues era uno de los hombres más pudientes del pueblo.
Panchito era una persona muy disciplinada: se levantaba desde muy temprano para atender a los animales, ir a sembrar o encargarse de la tienda de abarrotes y después realizar sus otras actividades.
También le tocó ver y disfrutar de los ojos de agua que existieron: platicaba con mucha nostalgia que era como un oasis. En el venero de Juan Guerra recordaba las flores de lampazo, los árboles frutales y cuando se metía descalzo a los manantiales. Su niñez fue toda una aventura, hasta le tocó viajar en el tren hacia la capital del estado y a otras entidades en ese medio de transporte.
Con sus conocimientos agrícolas y ganaderos, así como sus condiciones familiares, Panchito se dedicó a la crianza de caballos finos, incluso algunos eran preparados para competir en las carreras. Uno de los adiestradores fue don Nico Sandoval.
Además de caballos, criaba cerdos, de ahí obtenía la carne para elaborar la reliquia (asado rojo y siete sopas) del día de la Virgen del Carmen (el 16 de julio), que repartía entre los vecinos. Una fecha muy especial, pues su esposa se llamaba María del Carmen Mena de la Rosa. Sus hijos fueron Francisco, María del Rosario (†), María Margarita, María de la Luz, Josefina, Catarino y Delfina. Vivieron en el barrio La Tapatía, sobre la avenida Francisco González. En su casa tenían grandes árboles frutales, los frutos que obtenía los compartía con los vecinos y visitas.
Él y su esposa pusieron una tienda de abarrotes en el sector donde habitaban. Atendía a los clientes y amigos con una gran sonrisa, y cuando veía que alguna persona no completaba para su compra, sin problema les daba el producto y no se lo cobraba. Siempre ayudaba a quien acudía a solicitarle algún favor. Fue un gran ser humano, altruista y de gran corazón, que siempre ayudaba en la medida de sus posibilidades.
Su pasión por la lectura le dio grandes satisfacciones. Le gustaba leer de todo, aunque su libro favorito era la Constitución Mexicana. Se aprendió de memoria los artículos y con esos conocimientos ayudó a varias personas del pueblo a salir de la cárcel. Por ello, el ayuntamiento lo nombró Agente confidencial –persona que trabaja de manera discreta para recopilar información, investigar delitos y apoyar la seguridad, en el marco de la ley–. Desempeñó esa actividad por varios años, desde antes del periodo del presidente municipal Alfonso Hernández (1977).
Amaba ayudar a la gente. Portaba con orgullo la credencial que lo acreditaba como Agente confidencial. También portaba arma de fuego, un revólver, con el permiso respectivo de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
Además de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y la del Estado de Coahuila, estudió por su cuenta el Código Penal del Estado de Coahuila, lo que le permitía servir de la mejor manera a la gente. A la vez, lo habilitó para relacionarse con diversos servidores públicos de otros niveles (municipal, estatal y federal). Fue un gran líder humanitario al que no le gustaban las injusticias.
Militó en el Partido Revolucionario Institucional toda su vida. Fue pilar fundamental del PRI y un gran líder, muy querido en la comunidad por su vocación de servicio. Don Panchito fue también un gran padre de familia: se esmeró para que sus hijas e hijos estudiaran y triunfaran. Sin duda, es un ejemplo de trabajo, honradez y humanismo, pues saber de leyes le ayudó a ayudar a quien lo necesitaba.