Pbro. Jorge Amando Vázquez Rodríguez
Es que ver no es tal fácil y menos con legañas. Que aunque se oiga algo vulgar es una realidad irrefutable.
Las legañas no son muy estéticas y lo curioso es que la mayoría de personas las tenemos ahí, y que nos impide ver con claridad las cosas
Me doy a entender: ¿qué es lo que podríamos definir como legañas?
Me fio de la descripción de Alejandro Fernández Barrajón: “Es curioso cómo Dios se la ingenia para reclamar nuestra atención, cómo esos mendigos en la calle o en el Metro que nos interpelan, una y otra vez, de mil maneras pidiendo unas monedas para comer. Dios se ha hecho mendigo con nosotros para hacernos recapacitar y mostrarnos ese otro lado de la vida, más allá de la cima de la monotonía”. (Alejandro Fernández BARRAJÓN, A donde la ballena te lleve. Abandonarse a la providencia, PAULINAS, Madrid 2025, p.151)
Así que definimos esa “legañas de la vulgaridad” como aquello que nos impide ver lo que está mal a nuestro alrededor por ser vulgares y sólo enfocar nuestra vista en lo superficial, aunque válido no siempre lícito.
Cada vez nos volvemos más indiferentes ante el dolor ajeno, no solo de los mendigos, sino el que nos rodea en nuestro propio hogar, dígase, alcoholismo, drogadicción, pereza, hijos con hambre o una relación de pareja desgastada.
Todo aquello que es frivolidad es considerado “legañas”, y de esto hay mucho. No es ceguera que eso sería trágico, pero si, vemos todo empañado y así nos gusta ver: a medias.
LA ENFERMEDAD Y LA MUERTE
Hay también este enfoque duro pero real, nuestras limitaciones más frecuentes son también “legañas”:
“Es curioso. Me pregunto por qué tiene que sucedernos algo así, tan grave y doloroso, para que agudicemos el oído y nos limpiemos la legañas de la vulgaridad. Pero así es Dios y no seré yo quien le pida cuentas. Atravesar esa cañada oscura y amenazante de la enfermedad y del dolor, de la inseguridad y el miedo de la vida y de la cercanía de la muerte, tiene mucho de oscuro, pero también de resplandor cegador. Es una lección, amigo, que tú y yo hemos aprendido a fuerza de golpes. Desde entonces no nos hemos acostado sin descubrir algo nuevo, ¿verdad?” (Barrajón, p.153)
El dolor nos estremece, la muerte nos estremece, la enfermedad nos estremece, tal vez, es una forma de volver a nuestra realidad, esa que no queremos ver, de nuestra condición humana limitada y vulnerable.
Barrajón parte desde su realidad que describe en su libro de la siguiente manera: “Yo ahora, hermano, estoy viviendo una ´luna de miel´ de la vida. Desposado, felizmente, con mi “Socorrito” (así he bautizado a la válvula que llevo instalada en mi cerebro y que duerme conmigo en perfecta castidad). No sabes cuánto valoro ahora las cosas por muy pequeñas que sean: un rayo de sol, una brisa suave, el llanto de un niño, una sonrisa, un detalle, a mi gente más cercana, mi familia, mi comunidad, mis amigos. ¡Me siento un hombre bendecido! La vida me parece una aventura maravillosa que nunca agradeceré lo suficiente. Hasta duermo menos y madrugo mucho porque me parece que tengo que provechar más el tiempo”. (Barrajón, p.153)
Honestamente no haría falta pasar por un tumor cerebral (“legañas”) para aprender a valorar las cosas pequeñas e insignificantes que nos rodean. ¿Cuándo hemos disfrutado de verdad un amanecer? ¿una sonrisa? ¿el llanto del niño sin pensar que es algo muy molesto? ¿la brisa? ¡Los amigos! Esos benditos amigos que nos hacen la vida más llevadera.
Tenemos que ver las cosas de otra manera, más limpia y transparente, llenos de gozo y felicidad, para eso tenemos que ganar en profundidad, ver la vida desde lo profundo.
Barrajó comenta que: “He perdido el miedo a los interrogantes y a las encrucijadas de la vida. Confío plenamente en mi Señor. Me emociono como nunca con la naturaleza y la creación ¡Y eso que los pastores llevamos mucha naturaleza en el cuerpo desde niños! (Barrajón, p.152)
Por todos lados hay voces que reclaman más naturaleza, desgraciadamente en detrimento del mismo ser humano. Hay unos perfectos ecologistas pero están a favor del aborto, que tremenda contrariedad, yo diría que imperdonable. El hombre no tiene que verse como enemigo sino como aliado en el cuidado de la creación. Esa es la tradición que tiene que dictar las leyes, no la desaparición del ser humano.
LISTA DE PENDIENTES
Así es como tendríamos que quitarnos las legañas:
“Me encanta estrechar manos, dejarme abrazar y besar. ¡Me han tendido tantas manos a mí cuando no me sostenía! Mis oraciones se han llenado de nombres y de agradecimiento como nunca. Deseo ser bendición para cuantos me rodean y me levanto cada mañana con un brío desconocido en mí, como queriendo aprovechar tanto tiempo perdido […] antes de todo esto me costaba llorar y llegué a pensar que estaba sufriendo un proceso de marmorización”. (Barrajón, p.154)
Una excelente lista de pendientes que en algún momento deberíamos tomar en cuenta, y recuperar nuestra sensibilidad de siempre pues no podemos aspirar a nada más bello que a ser humanos.
Tenemos que replantearnos seriamente la forma de cómo hacemos nuestras tareas, con qué empeño le ponemos en terminarlas bien. Mientras podamos hacer las cosas hay que hacerlas de la mejor manera posible.
Esta frase nos puede ayudar: “Ama la vida que tienes para poder vivir la vida que amas”. (Hussein Nishah)
Es un magnífico resumen de un estilo de vida.