Porfirio Díaz fue de contrastes, héroe para muchos y un tirano para otros. Su mayor talento era el arte de la guerra, donde muchas veces triunfó, pero también sufrió derrotas. Uno de sus momentos más difíciles, que quedó grabado en su historia, fue el sobrenombre de “El llorón de Icamole”.
El 20 de mayo de 1876, Díaz, el héroe del 5 de mayo, viajó a la población de Icamole para enfrentar a las fuerzas del gobernador neoleonés Carlos Fuero, aliado del presidente Sebastián Lerdo de Tejada.
Al verse superado en número y al augurar una batalla aplastante, Díaz ordenó la retirada de sus tropas. Otra versión, der sus adversarios, aseguró que lloró de coraje. El rumor se extendió por toda la República, como “El llorón de Icamole”.
Tras la muerte de Benito Juárez, se suspendió el Plan de la Noria que pretendía derrocarlo. De acuerdo con la Constitución, la sucesión de Juárez recayó sobre el presidente de la Suprema Corte, Sebastián Lerdo de Tejada.
Lerdo planeó su reelección y generó un nuevo conflicto entre Díaz y el Poder Ejecutivo. Para frenarlo, proclamó el 10 de enero de 1876 el Plan de Tuxtepec.
El Plan se basó bajo dos lemas: «Que ningún mexicano se perpetúe en el poder y esta será la última revolución» y «Sufragio efectivo; No reelección». Porfirio prometió que derrocar al presidente Lerdo, respetaría la Constitución de 1857.
Sebastián Lerdo de Tejada fue derrocado el 20 de noviembre de 1876. Irónicamente, 35 años después Porfirio Díaz también caería por una revolución armada y bajo el mismo lema: «Sufragio efectivo; No reelección».