Fragmentos de una entrevista del 2017 en Chilpancingo.
Que descanse el maestro periodístico de generaciones en la ciudad.

Pablo Israel Vázquez Sosa (Periódico Vértice)
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“Mi niñez, adolescencia y una parte de la madurez de mi vida los viví en Guatemala, por eso se dice que soy guatemalteco”, dice el reconocido maestro y periodista de la ciudad, desde hace dos años entre medicinas, dolencias en la parte baja del cuerpo, sin poder caminar y prácticamente bajo encierro necesario en su vivienda desde aquella mañana que sufrió un accidente vehicular junto a su familia.
Una vida la suya forjada entre dificultades, incluso desde el nacimiento, con un parto muy difícil, “nací sin vida, como a los 10 minutos me lograron rescatar mediante los procedimientos antiguos: nalguear al niño, meterlo en agua fría”.
Después, recuerda entre risas, hasta ganaría un concurso de Niño Sano cuando había cumplido un año.


  • El ciudadano de las “siete sangres mezclando sus hervores”, el niño multicultural que imaginaba cuentos y que de jovencito se acercó a una estación radial, haciendo el primer reporteo con notitas cortas; el nacido en el puerto de Arica, en Chile, el 24 de diciembre de 1939, el del antepasado militar alemán, el que de joven se integra a las FAR, la primer guerrilla en Guatemala, allá donde crece, hasta exiliarse a México (de donde era su madre, una yaqui de Sonora), a donde llega en 1979 y donde conoce a Alfonso Portillo, el posterior presidente guatemalteco que lo vincula –vía su esposa- a Chilpancingo, después a la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro) desde 1980, primero en Enfermería, después Economía, en direcciones y el área de Publicaciones.
    También, en la naciente Radio Universidad, ya cuando conocía a los muy pocos periodistas de la época y por ello fue columnista en Diario de Guerrero, Sol de Chilpancingo (en donde crea el concepto de La Tarde!) y, años después, en Vértice, siendo director de El Reportero, periodo en que conocería a su esposa Orquídea Donjuán, fallecida hace dos años.
    Poeta, novelista, multi-premiado por su trayectoria periodística, artífice de la creación de la entonces Escuela de Comunicación (dándole el reconocimiento a los Bonilla, el maestro Rafael y su hija “Pichi”, Felicidad), desde el accidente que le quitó a su esposa ha estado en cama de forma forzada, con medicamento y dolor, a la fecha gestionando ante la UAGro un seguro de orfandad para sus dos pequeños hijos, padres de universitarios.
    “Tengo a los niños chiquitos que de alguna manera me atan a Chilpancingo, que ya me acostumbré a él, además, ¿Dónde podría vivir?, no tengo parientes”, dice este mexicano y chilpancingueño honorario.

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