Acapulco no solo es un referente de turismo nacional, sino también un punto geográfico que, hay que reconocer, es más famoso que el propio estado de Guerrero. Por lo tanto, lo que suceda en el puerto, como cabecera municipal, es de impacto, como cuando se cita a alguna localidad que pertenece a su demarcación.

La alcaldesa en su inicio de gobierno, muy echada para adelante por el poder que le respalda, decidió emular a su jefe político que vive en Palacio Nacional, y responsabilizar al gremio periodístico de la violencia y de la mala fama del puerto al pedir “hablen bien de Acapulco” y casi hacer recaer a este grupo, el peso del problema económico que acarrearía la falta de turismo. Lo que meses después termina en una reunión de relación cordial, pero dicen los enterados que no tanto. Surrealismo también.

El pasado viernes 13 se convirtió para el puerto en el día en que más que de película de terror la realidad se convirtió en una pesadilla, el traslado en un riesgo, y las autoridades guardaron un pesado silencio sobre lo que estaba ocurriendo.

Ninguna autoridad habló del bloqueo que realizaron los transportistas en al menos cinco puntos clave para la movilidad porteña. Ninguna autoridad habló del bloqueo al que se sumaron comerciantes de mercados. Todos dejaron a la población a su suerte.

La población ya ha sentido el efecto del desdén de la autoridad, pero está tan ocupada en resolver su día a día que facilitó al gobierno municipal en turno el compromiso de resolver a su entero gusto.

Lo sucedido el viernes 13 muestra que no es el gremio periodístico responsable de lo que sucede, al contrario, ha sido puente de enlace para guiar y orientar una solución en momentos de crisis. Pero también muestra la entereza de un gobernante para guiar en los momentos no del aplauso o del público a modo llevado en transporte público, sino también cuando es rebasado por la responsabilidad pública.

El gobierno en turno ha pasado la prueba de los primeros seis meses de gobierno en el que echar la culpa al o la anterior administración es la forma ideal para mostrar su aprendizaje o de ocultar sus errores. Pero el gobierno de Abelina ha mostrado hasta el momento que no es lo mismo hacer bloqueos a un gobierno para obtener canonjías, gritarle para mostrar que se es “demócrata”, que ser el demócrata responsable de un gobierno y estar vacío de ello.

Acapulco está dentro de las 50 ciudades con más violencia del país, junto con Chilpancingo e Iguala. Y aún así, con datos claros del Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública, así como del propio Municipio que esta semana dio a conocer que el periodo marzo- abril presentó más de 90 homicidios. Con todo eso, dejó a la sociedad a merced de su propia inventiva para salir adelante.

Pasó a segundo término, socialmente entendido, que de manera extraoficial se hablara que el bloqueo fue presión para que el Ejército Mexicano salga del puerto de Acapulco, lo que ya en ello es grave, para situar en primer plano a la Alcaldesa y la falta de experiencia para llevar a un municipio. Los silencios no solo son sabiduría en las personas, también hablan de incompetencia y de complicidad. Surrealismo?

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