Carmen Sánchez

SemMéxico/LaCostillaRota, Ciudad de México, 29 de septiembre del 2022.- Hace un mes, el Gobernador de Puebla, Miguel Barbosa, dijo que los ataques con ácido eran simples lesiones y que tanto los hombres como las mujeres estábamos igual de expuestas. No es así. Los ataques con ácido deben entenderse como parte del continuum de violencias machistas que las mujeres experimentamos a lo largo de nuestras vida y en todos los espacios que habitamos.

En mi caso, el ataque con ácido fue el desenlace de la violencia familiar que padecí con Efrén, mi agresor feminicida, durante 10 años de relación y la cual denuncié sin ser escuchada. Lamentablemente, mi caso no es un caso excepcional. Más de la mitad de los ataques con ácido fueron perpetrados por nuestras parejas o ex parejas sentimentales después de haber vivido violencia física, psicológica, sexual y patrimonial. Algunas, incluso, somos sobrevivientes de feminicidio antes del ataque con ácido. Sin embargo, para evidenciar la complejidad y gravedad que existe en torno a un ataque con ácido, hay que analizar y sancionar de forma diferenciada los efectos de la violencia familiar y los efectos de la violencia ácida. No en vano las mujeres sobrevivientes de ataques con ácido estamos luchando por crear un tipo penal específico para los ataques con ácido, con sanciones ejemplares y sin ningún tipo de beneficio judicial para los imputados. Las víctimas no somos mujeres y hombres de forma indistinta; ni las víctimas, ni los perpetradores: En México, el 85 por ciento de las víctimas somos mujeres y el 90 por ciento de los agresores son hombres. Esto también coincide con otras cifras a nivel mundial, cifras que al parecer el gobernador de Puebla, no conoce o no quiere reconocer. Seguramente tampoco sabe que Puebla, junto con la CDMX y el Estado de México, son las entidades federativas en donde más hemos documentado este tipo de crímenes. ¿Los índices de impunidad? Del 95 por ciento.

Por eso, estamos hartas de que sigan minimizando los ataques con ácido hacía las mujeres. Más porque los ataques con ácido llevan ocurriendo al menos tres décadas en el país y NADIE HABÍA QUERIDO VOLTEAR A VERLOS. El primer ataque con ácido que tenemos documentado, ocurrió en 1988. Insistimos: no basta con crear leyes y marcos normativos que prevengan y atiendan estos crímenes. Hay que sensibilizar y capacitar a funcionarios/as públicos y autoridades, empezando por el señor Barbosa y terminando con ministerios públicos, fiscalías, servicios de salud.

SEM/MG

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