Alfonso Jesús García Pérez

SemMéxico, Ciudad de México, 25 de febrero, 2023.- En enero de 1942, el gobierno de Estados Unidos de América reclutó a los mejores científicos y a las mejores científicas del mundo, para que dirigieran a un ejército de más de 100 mil científicos, científicas, técnicas y técnicos, en un proyecto de investigación y desarrollo llamado “Distrito Manhattan”, originalmente denominado “Proyecto de materiales sustitutos”, de más de 2 mil millones de dólares, que tenía por objetivo el desarrollar a la bomba atómica.

En este proyecto no incluyeron a Albert Einstein, ni siquiera como asesor, debido a que en la comunidad científica sabían perfectamente que el conocido divulgador de la ciencia no era en rigor un científico de punta, y que no dominaba a las matemáticas superiores, a pesar de que había recibido el Premio Nobel de Física en 1921, por el presunto desarrollo de la teoría del efecto fotoeléctrico, que la comunidad científica sabía que fue desarrollada por la esposa de Einstein, la serbia Mileva Maric´, y por los maestros de ella. Y bueno, en este proyecto de guerra no eran posibles las simulaciones. Se necesitaban mentes netas, desarrolladoras, luminarias de las matemáticas y de la física aplicada, no poetas ni políticos de la ciencia.

Ciertamente fue Einstein quien, el 19 de octubre de 1939, propuso al presidente de USA, su amigo Franklin Delano Roosevelt, iniciar los estudios sobre las posibilidades militares del Uranio. Y Einstein ya trabajaba como académico en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, desde noviembre de 1933, pero ni aun así fue considerado para formar parte del equipo “Manhattan”.

De hecho, la carta que entregó Einstein a Roosevelt no la redactó él, pues carecía de la capacidad técnica para explicar a los complejos principios teóricos aplicados a una ingeniería práctica, y en realidad fue redactada por el gran científico judío Leó Szilárd, con apoyo de los físicos húngaros Eugene Wigner y Edward Teller.

La carta surgió por la preocupación ante las investigaciones en la Alemania nazi en torno a un descubrimiento publicado en la revista británica Nature, en enero de 1939, suscrito por el alemán Otto Hahn, y a sus antecedentes en el descubrimiento del neutrón en 1932, por el británico James Chadwick, y en el uso de esos neutrones para bombardear a elementos inestables (radiactivos), del italiano Enrico Fermi, Premio Nobel de Física en 1938.

Lo publicado por Otto era en rigor la metodología para la fisión nuclear (bombardear al Uranio con neutrones hasta convertirle en otro elemento: el Torio), desarrollada en 1938 por su maestra, la judía Lise Meitner (otra científica plagiada y despojada de sus méritos), con apoyo de Otto Robert Frisch, Otto von Baeyer (conformando el triunvirato nuclear de los Ottos discípulos de Lise) y Fritz Strassmann.

Sin embargo, Otto Hahn fue el único que recibió el Premio Nobel, que en este caso fue el de Química, en el año de 1944, siendo él incapaz de dar crédito a su maestra, la verdadera conceptualizadora, con quien debió haber compartido el Nobel. Incluso, el término de “Fisión” también fue creado por Lise Meitner. En fin, se trató de otro caso de un macho plagiador, aunque ahora es nuestra obligación el reivindicar y el hacer trascender a Lise Meitner (Viena, Austria 1878 – Cambridge, Reino Unido).

Ahora bien: Aunque en 1939, en la Universidad de Columbia de USA, y en la Universidad de Birmingham de Reino Unido, ya se habían reproducido a los procesos de fisión de “Lise – Ottos”, los nazis constituyeron al proyecto de investigación “Urano”, y a laboratorios para Agua Pesada (Óxido de Deuterio), y se encontraban mucho más avanzados.

Afortunadamente, gracias al pitazo de Szilárd – Einstein, el principal laboratorio para Agua Pesada, ubicado en Noruega, fue bombardeado por aviones de los aliados en noviembre de 1943, después de una gigantesca confrontación aérea (pues los alemanes defendieron a su principal búnker de investigación con decenas de aviones y con intensivas baterías antiaéreas). Incluso, en febrero de 1944, un transbordador alemán intenta llevar de Noruega a Alemania a un sobreviviente stock de Agua Pesada, pero un valiente comando noruego lo sumerge, impidiendo así que Alemania desarrollara la bomba nuclear antes que los Estados Unidos de América, lo cual los nazis definitivamente estuvieron muy cerca de lograrlo.

El punto es que: Ni Lise Meitner ni alguien de la lista de científicos o de científicas sobre la estructura del átomo, o sobre la aplicación de la relación masa – energía, citan o refieren a Albert Einstein en sus trabajos, ni mucho menos a la pseudofórmula “E = MC2”.

Es por eso que en el proyecto Manhattan, que iba en serio, sólo lo coordinaron verdaderos científicos: El mismo Leó Szilárd; el alemán Julius Robert Oppenheimer, quien había desarrollado los cálculos de “los neutrones rápidos”, y que por eso fue el director del proyecto desde el Búnker de los Álamos (el proyecto se desarrolló en por lo menos 10 puntos geográficos por todo USA); Elda Emma

Anderson, Katherine Way, Edward Teller; Hans Bethe; John Van Vleck, el norteamericano Glenn Theodore Seaborg, descubridor del Plutonio en 1941 y del concepto de los Actínidos en 1944; la arquitecta Miriam White Campbell, quien hizo los planos del mecanismo de implosión de la bomba; la ingeniera química Lilli Horning; y varias otras personalidades de la ciencia; además de la asesoría de Enrico Fermi y del húngaro John Von Neumann, considerado como el mayor matemático del siglo XX.

Destaca el hecho de que, en la planta Y-12 en Oak Ridge, Tenessee, donde estaban los calutrones para refinar al Uranio del proyecto Manhattan, la mayoría del personal eran mujeres.

La gran Lise Meitner no aceptó trabajar en el proyecto Manhattan, debido al terror que le causaba la posibilidad de que, por su culpa, su patria fuera destruida con bombas nucleares, y decidió quedarse, en pésimas condiciones, en un neutral laboratorio de investigaciones de Suecia, discriminada por ser judía y por ser mujer.

Texto publicado originalmente en Mujeresmás.

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