La pandemia por COVID-19 que enlutó también a nuestro país, no se ha ido, cuando se decretó que la emergencia terminaba, aún se manejaban datos de contagios, de decesos y de zonas con presencia de esta enfermedad, se silenció la información, pero el problema no se terminó. Como con otros asuntos donde poco a poco van saliendo del control del poder federal en turno los datos reales. 

La pandemia, en la que muchos, como nosotros, como periodistas, tuvimos que estar fuera de casa dando cobertura al COVID-19 y sus derivados sociales, ahí donde estaban ocurriendo, deja otro tema para la reflexión y quizá el análisis para la toma de decisiones. 

El crimen organizado, y literal ambas palabras: crimen, su existencia y organizado, su demostración práctica, nos muestra un rostro digno de análisis. 

En el lapso de esa pandemia, cito al Director de licenciaturas de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac – México, José Roberto Balmori de la Miyar que señala: “crímenes cometidos por una sola persona si disminuyeron, mientras que los que perpetraron bandas de delincuentes, no cambiaron durante el transcurso de la pandemia”. 

Si no cambiaron, nos da a entender que esos grupos mantuvieron su actividad, pero aún más delicado cuando se revisa ese periodo bajo la lupa de la seguridad, no oficial evidentemente, encontramos que no solo mantuvo su actividad, sino que en ese lapso crecieron y se fortalecieron. 

Pero cómo fue posible que eso sucediera? La respuesta es difícil. Mientras el gobierno se guardó casi en su totalidad, mientras desde Relaciones Exteriores buscaban vacunas, en materia de seguridad no se aprovechó ese lapso para tomar acciones a favor de la seguridad del país. Ese gobierno se quedó dormido, pasmado o permisivo ante lo que estaba sucediendo. 

Sin embargo, el famoso “crimen organizado” si hizo estrategia para estar presente en la crisis de salud y su consecuente efecto en la economía, y al venir también del pueblo, encontró lo que le dolía y sabía cómo atender esa dolencia. 

Los grupos delincuenciales salieron a repartir despensas, salieron a entregar electrodomésticos, salieron a cooptar al grupo de chavos que, sin empleo y sin estar en aulas, fueron fácil presa de su incorporación a sus cuadros dándoles dinero que ayudó a sus familias a pagar servicios, por ejemplo el de la luz, que nunca bajó sus tarifas, y el sustento alimentario y hasta de servicios médicos y de compra de medicamentos. 

Eso que significó para los grupos delincuenciales? Que hicieron una base social a la que capacitaron y con la que ahora están dando la batalla al propio gobierno que no actúo con estrategia y hasta parece que su actuación fue permisiva. 

El México de este gobierno federal tiene a la sociedad sometida por la influencia de los grupos armados y aún más grave, tiene reflejo de encuentros abiertos con esos grupos, sin que exista ninguna sanción cuando se trata de cuadros emanados del poder en funciones, no tiene control de la seguridad. 

El gobierno federal en turno que gobierno este México que tenemos está enfocado en la sucesión y no en lo que le sucede al pueblo, el México que no combatió al crimen organizado si lo hizo con el grupo organizado del sector salud que combatió el COVID-19,  el México que hoy está bañado en sangre, en desaparecidos, en miedo, en balas, en inseguridad no tiene ruta para solucionar los problemas y necesidades del pueblo, sino de su propio grupo, porque están en la tesitura de resolver lo suyo y no lo de las y los otros, dígase lo que se diga, los hechos están ahí. Surrealismo? 

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