Cuando hablamos del poder, solemos relacionarlo con el que observamos se ejerce desde un gobierno, en el nivel constitucional que sea: municipal, estatal, federal. Y normalizamos su aplicación al mal ejercicio que de él se tenga conocimiento y no por sus buenos resultados que, al final, consideramos es parte de su responsabilidad de hacer porque para ello se alquilan.
Su raíz del latín potére, poder hacer algo, nos lleva a revisar que su aplicación más consabida está en ello justamente, en que solemos considerar que quien tiene el poder tiene el mando para poder hacer algo, pero algo más allá de los límites en todos sentidos, de lo contrario, no sería percibido como poder.
Pero el poder no solo es esa percepción casi generalizada de que se puede extralimitar quien ejerce el poder. El poder también se usa para relacionarlo con un grupo que está aglutinado en el congreso, poder legislativo, en un tribunal, poder judicial; aunque también lo aplicamos en la sociedad como el poder adquisitivo, y entre otros, en el poder ejecutivo que, surrealistamente puede conducir a otro poder, al poder absoluto, o al de la tiranía.
Sus formas de manifestarse son también surrealistas. En México, un ejemplo de esa consideración de tener el poder absoluto lo vemos en el desarrollo de algo que quiere presentarse como un ejercicio democrático y terminará siendo parte de la mano de quien gobierna.
Estas semanas en el que se mostró la búsqueda de quien será abiertamente la o el candidato de MORENA a la presidencia de México, pero que para ocultar a un público que no es parte de ese intento de arrastre electoral, la violación sistemática de tiempos, de recursos, de agresiones, etcétera, se cubrió como una acción para encontrar al que coordinará los comités que, finalmente, serán los de movilidad política y fue visible que nada importa si al
final se muestra lo que se quiere mostrar: que se posesiona desde Palacio Nacional un poder absoluto que extiende su manto de palabras, de confusión, de mentiras, para alcanzar SU propio objetivo, colocar a su sucesor(a) reviviendo a su dedito con su frase “lo que diga mi dedito”
La experiencia que deja este ejercicio es que: está fuera de la ley electoral, que el uso de recursos son públicos y deben comprobarse, que el desvío de recursos públicos se hizo evidente con la denuncia de uno de sus participantes, que la fuerza del poder no alcanzó para cubrir a las cuatro corcholatas quedando en el camino lastimosamente Ricardo Monreal y Adán López, y que se mantienen frente a frente Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum, ésta con más posibilidades por una sencilla razón: está cerca del poder absoluto que dimana de Palacio.
Y ni que decir de las otras dos corcholatas de PT, Noroña y del PVEM, Juan Manuel Velazco. Cada cual mostró que en la estatura de México su tamaño es aún poco visible.
Si el poder es además posesión, tendríamos que esperar que el resultado de la encuesta, a modo, sea la que refleje lo que decida quien confía aún en que el proceso de selección es sano y confiable? O estarán aceptando sin cortapisas que solo son una maquinaria que maneja a su antojo el absolutismo que se ha construido y mostrado estos cinco años con discursos de división, de odio, de falta de resultados, o estaremos ante un grupo que tiene pensamiento? Los días por venir nos mostrarán que se hace con el poder en México, por capricho. SURREALISMO?