• Amlo, el peor de los cinco…

COMPARADO CON PEÑA NIETO, Fox, Calderón y Zedillo, López Obrador es el peor de todos ellos. Cínico, perverso y mezquino. Los habitantes de Acapulco dan fe de ello, quienes en medio de la desgracia por el huracán Otis, se han dado cuenta de quién es, verdaderamente, el presidente

Y es que es el único de los cinco que, en momentos de desgracia, se ha que se ha negado a estar con los damnificados, no porque esté enfermo o tenga alguna discapacidad que le impida hacerlo, sino porque no quiere, nomás por eso. Simplemente por eso, porque no quiere…

Cierto es que dicen que ha estado cinco veces en el Puerto, luego de los destrozos causados por Otis. Sin embargo, no hay constancia de ello, más que del vehículo atascado en la carretera, cuando supuestamente quería llegar ahí. No hay evidencia de que se haya reunido con dos o tres acapulqueños que, en la desgracia, requieren de la presencia del presidente.

Y eso que sabe muy bien lo ocurrido. Que muchos, cientos, miles de ellos, lo perdieron todo. Lo sabe cómo supo, en su momento, la peligrosidad del huracán al convertirse en categoría cinco, y aún así, prefirió no alertar a los acapulqueños, al fin que él estaba a salvo, a más de 400 kilómetros de lo que sería la peor catástrofe para Acapulco.

Otis, lo sabe el mundo, destruyó Acapulco, lo arrasó, lo tumbó. Al menos 600 mil de sus habitantes, de los 900 mil que tiene el municipio, lo perdieron todo, o casi todo. Las 270 mil viviendas censadas por el gobierno, así lo dicen. En consecuencia, viven en la intemperie, en medio de la basura y desechos, de la escasez de agua potable, falta de electricidad y de comida.

Pero a casi un mes del huracán Otis, sigue sin estar con ellos, no para que ande entregando despensas y comida caliente como lo hace el Ejército y grupos de la sociedad, no para que ande barriendo como la alcaldesa Abelina López, tampoco con motosierra en mano como el diputado Jacko Badillo, o parando postes y jalando cables como los de la Comisión Federal de Electricidad, sino encabezando las acciones de apoyo y auxilio como lo requieren los damnificados, y lo hicieron otros presidentes.

Hay que decirlo. Un presidente que publica todo, ya comiendo tlayudas y tamales de chipil en la calle, hasta bajarse de su camioneta para saludar de mano a la madre de El Chapo, el mayor de los narcotraficantes del país recluido en los Estados Unidos de Norteamérica, no es posible que no quiera reunirse con los acapulqueños en desgracia, y ahora menos que porque dice que le van a mentar la madre.

Claro, hay quienes lo justifican. Dicen que el presidente no los ha dejado solos. Que el Ejército, la Marina, la Gendarmería, y todo el gabinete del gobierno federal está en Acapulco, empezando por la secretaria de Gobernación a quien le encomendaron la reconstrucción del Puerto, junto con la gobernadora del estado, además de que anunció una partida de 61 mil 300 millones de pesos. Sin embargo, hay que decirlo, eso lo hace cualquiera, incluso Carlos Salinas de Gortari.

Sí. Cualquiera lo hubiera hecho, y hasta mejor, pues mandar no es lo mismo que estar al frente. Un comandante, como se cree, está al frente de sus tropas, y un presidente, también, es quien encabeza las acciones de auxilio y rescate como lo esperaban los acapulqueños.

En fin. Contrario al presidente, a López Obrador, cuando la tragedia del Paulina en 1997, que también devastó acapulco, Ernesto Zedillo, quien entonces realizaba una gira de trabajo por Europa, tardó menos de 48 días para ponerse al frente de las tareas de auxilio y rescate. Allí estuvo con los acapulqueños, y no se fue hasta que el Puerto estuvo levantado, mientras que en 1999, un terremoto de 7.5 grados sacudió la hoy Ciudad de México, y de nueva cuenta encabezó personalmente las operaciones de respuesta y apoyo a las víctimas.

Felipe Calderón Hinojosa, hizo lo propio aunque no con los acapulqueños. No obstante, demostró con creces lo que es ser un presidente, cuando en 2010 un terremoto de 7.2 grados golpeó Baja California, pues inmediatamente se movilizó para apoyar a las comunidades afectadas, supervisando personalmente las operaciones de respuesta y rescate.

En 2005, cuando el huracán Emily y Stan, el presidente Vicente Fox Quezada actuó con rapidez para enfrentar el desastre, de tal forma que el secretario de la Cumbre Iberoamericana reconoció al gobierno mexicano “por el manejo que le da a sus crisis y la atención a desastres por fenómenos naturales”.

Cuando el huracán Ingrid y la tormenta Manuel en 2013 causaron destrozos en gran parte de Guerrero, y Acapulco y Chilpancingo en particular, el entonces presidente Enrique Peña Nieto, no sólo vino al estado, en la noche y en medio de un aguacero, sino que personalmente atendió a los damnificados. Luego, en 2017, un sismo de 8.2 grados sacudió el estado de Oaxaca, y de nueva cuenta se puso al frente del auxilio y apoyo a los damnificados.

En el 2023, con Otis, a cuatro días de que se cumpla un mes del desastre, el presidente Andrés Manuel López Obrador no ha visitado a los afectados, y ahora menos, porque dice que van a mentarle la madre.

¿Y cómo no?

Comentarios: ayala.jc30@gmail.com

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