Se conoce que finales del siglo XIX, llegó un barco con un obsequio del gobierno Alemán para el presidente de la República, Porfirio Díaz. Eran 20 cajas de música Harmonipan, conocidas popularmente como “cilindros”, de ahí el nombre del oficio.

En sus inicios y como era de esperarse, sólo los de la alta alcurnia tenían acceso a deleitarse con el sonido de tan peculiar y novedoso instrumento de más de 60 kilogramos, que poco a poco fue llegando hasta el pueblo, hasta el punto en que el tocar este instrumento se convirtió en la profesión de cilindrero.

Cuando los cilindros arribaron a México, sólo tocaban valses alemanes, y hoy en día, tocan piezas variadas, gracias al trabajo de Gilberto Lázaro Gaona, director de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato que desarmó uno e investigó el funcionamiento para poder lograr variedad de música.

Hoy en día, los pocos cilindros u organilleros que quedan en nuestro país, pertenecen a particulares.
Por una suma de entre 80 y 100 pesos diarios le dan en renta a dos personas. Uno que toca el instrumento mientras el otro se dedica a pedir el dinero.

Se cree que los organilleros contaban con simpáticos changuitos entrenados para pedir en un vaso de lata la cooperación del público, hoy en día el dúo está dividido entre el “limosnero”, encargado de recolectar las propinas y el “burrito”, que toca el pesado instrumento.

Algo que además ha caracterizado a estas personas, es su tradicional ropaje inspirado en los uniformes del ejército de la Revolución Mexicana.

Está compuesto por una camisa de manga larga, pantalón sastre y una gorra. Todo en colores cafés u ocres.

La profesión de cilindrero, ha pasado de generación en generación, como tradición y patrimonio de México y entre ellos mismo se respetan. Los horarios suelen ser de 9 de la mañana a 8 de la noche, cambiando los días de descanso.

Después de todo, ellos pueden elegir cuando hacerlo a sabiendas de que un día no laborado, es un día menos de ganancias.

Las tradiciones, a pesar de lo que muchos suelen creer, aún viven. Un claro ejemplo de esto, son los cilindreros, que nos deleitan por las calles del centro de la capital, una tradición que espero siga siendo pasada de generación en generación.

http://www.diariocultura.mx/…/cilindreros-una…/ Diario Cultura.mx. Las tradiciones tienden a perderse.

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