A DERECHA REVUELTA, GANANCIA DEL PROGRESISMOLuis Enrique Ríos Saucedo1. Las últimas elecciones federales y estatales de los últimos años evidencian resultados contundentes: la caída inexorable de los partidos del orden político que muere.El pueblo de México derrotó en 2018, de manera estrepitosa, al viejo orden político, social y económico; hundió al sistema de partidos impuesto en el régimen neoliberal, instalado desde el gobierno de Miguel de la Madrid, pasando por el brutal gobierno de Salinas y los de Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto. PRI, PAN y PRD quedaron absolutamente desplazados electoral y políticamente, comenzando una nueva etapa con un gobierno identificado en la izquierda y el progresismo.Y aunque nunca en la historia los cambios ocurren de un día para otro o a partir de un decreto, lo cierto es que AMLO y su movimiento propusieron el fin del régimen y el nacimiento de uno nuevo a lo largo de veinticinco años y, al llegar al poder, actuaron en consecuencia.Acostumbrados a los cambios cosméticos inaugurados en el salinismo, analistas y políticos no midieron que, en efecto –aun sin que pretendamos valorar definitivamente si para bien o para mal–, se instala un nuevo régimen que modifica partes sustanciales de la Constitución mexicana, construye instituciones distintas a las anteriores –que en general eran inútiles desde el punto de vista de quienes triunfaron en 2018 y del electorado que mayoritariamente votó–, que además está haciendo cambios estructurales en los tres poderes y lo hace en el marco constitucional sin renunciar al sistema republicano.Si hoy muchos actores conservadores hacen escándalo y se llaman a sorpresa, tienen problemas de análisis y memoria por no creer que durante años se dijo que ocurriría lo que hoy está ocurriendo y de lo que la gente, a lo largo de décadas, se fue convenciendo. No hay truco, ni gato encerrado. Quien tenga desconfianza puede leer la narrativa desarrollada por más de veinticinco años por López Obrador y los ideólogos de su movimiento. A lo largo de siete años se ha desmantelado, con el aval electoral y social de la gente, a las instituciones del viejo orden. Nadie puede decirse engañado, pues, insistimos, fue anunciado.Sin embargo, no queda ahí: en 2024 la derrota de los partidos del viejo sistema, identificados fundamentalmente con la derecha, fue aún más concluyente y definitiva. Fue realmente el jaque mate para los tres partidos del antiguo sistema. El pueblo de México ratificó con su votación que lo ocurrido seis años atrás no había sido un estado de ánimo momentáneo o temporal. La derrota del viejo régimen fue aún más tajante.No solo por los 35,924,519 votos a favor de Claudia Sheinbaum, sino por los 6,204,710 de MC como opción socialdemócrata y progresista, que desde la adversidad sumó su voto para sepultar rotundamente la aspiración de la restauración del viejo sistema con los 16,502,697 votos que sumó Xóchitl Gálvez. Es decir, tenemos una suma de casi 42,129,229 votos por opciones que no pertenecen al viejo régimen.Si sumamos los votos de Sheinbaum y Máynez, hay una diferencia de 25,626,532 votos sobre los de los partidos que apoyaron a Gálvez. De esta manera, MC fue congruente en su posición: ni de apoyo al régimen morenista, ni sumándose a la oposición de derecha, y pudo ser una opción para los electores.Nadie puede negar que en 2024 el electorado mexicano *cerró* rotundamente el paso a la vieja política. El 2024, además, dejó fuera de manera definitiva al PRD, que hasta ese momento discursivamente se asumía de izquierda, aun cuando en sus últimos años de vida fue totalmente funcional al sistema neoliberal. También en el 2024 se dio la estocada definitiva contra el otrora partido de poder absoluto; el PRI prácticamente está desaparecido como participante competitivo nacionalmente.Además, esa elección redujo considerablemente la influencia del que entonces se asumía como partido de centroderecha con importante incidencia en el electorado y lo dejó en un estado de fuerte confusión, al grado que entre 2024 y 2025 el PAN se obligó a romper su moderación y transitar hacia un partido de extrema derecha, con una autodefinición, en los hechos, de partido golpista frente al progresismo que en estos momentos vive la sociedad mexicana.Nadie que tenga rigor en el análisis puede manifestar que hubo fraude electoral en la elección para el gobierno de la República. Hubo una ratificación de los ciudadanos para avanzar en una ruta pacífica y progresista.La elección de 2024 dejó un mensaje claro: de la votación, aproximadamente 59 millones de ciudadanos, más de las dos terceras partes, decidieron que no deseaban un regreso al viejo modelo neoliberal y se inclinaron por opciones nuevas identificadas con la izquierda o centroizquierda. Es decir, se consolidó entre 2018 y 2024 la voluntad de cambiar y no regresar a los gobiernos del PRI, PAN y PRD.2. En las tres elecciones locales de 2025 la tendencia se ha manifestado de forma consecuente. El PRI y el PAN pierden frente a Morena, MC, PT y PVEM. Puebla, Durango y Veracruz –estado que tiene el tercer padrón electoral más grande del país– así lo confirman.Pero si somos aún más concretos, podemos decir que esta tendencia es la consolidación de Morena, como partido más votado, y de MC como partido y movimiento que consolida un segundo lugar ascendente.Además, múltiples encuestas de los últimos meses exponen la caída rotunda del PRI, la caída paulatina del PAN y el firme ascenso de MC. Pero por si eso no fuera suficiente, los comentarios de la gente en la calle, en las familias y en los círculos políticos siempre refieren el momento de fuerza que aún tiene Morena, pero también la creciente competencia que representa MC; el consenso social es duro: nada quieren saber del PRI y casi nada del PAN.Ahora los partidos de la vieja política están conscientes del rechazo creciente que la población manifiesta hacia ellos y saben que, en esa ruta, enfrentar el proceso del 27 y luego el del 30 será de total adversidad. PRI y PAN no quieren que llegue 2027 y menos 2030 con esta nueva realidad; saben que la disputa de esos procesos se configura entre dos partidos que son movimientos y que en su autodefinición se identifican con el progresismo y la izquierda. Todo apunta a que las dos elecciones federales y los procesos locales intermedios serán escenarios para la disputa de Morena y MC; no hay lugar para los partidos de derecha en este momento histórico, distinto al que se desarrolló de 1982 hasta 2012. Cambiaron las cosas.Por ello, los partidos del viejo régimen y los intereses que por ellos fueron favorecidos por treinta años no tienen aspiraciones en llegar a 2027 en estas condiciones. Si así ocurriera, desde este momento está cantada su derrota absoluta. En ese sentido, están debatiendo jugar una carta de alto riesgo para la sociedad en su conjunto: la carta del golpismo.Algunos de los intereses que están detrás del PRI, PAN, el dueño de TV Azteca, organizaciones sociales beligerantes, grupos de la delincuencia política organizada con acciones armadas desestabilizadoras, etcétera, pretenden sabotear el proceso electoral de 2027 desde mucho antes. No quieren llegar a él en condiciones normales, pues lo normal ahora es su derrota segura. Saben que las elecciones del 27 y del 30 serán con los partidos tradicionales sin ninguna fuerza ya.Sus posiciones ante hechos de violencia como los recientemente ocurridos en Uruapan, Morelia y Apatzingán; la agresión a la presidenta en el Zócalo capitalino; las inundaciones en los estados del Golfo de México, por mencionar las más próximas, buscan exacerbar las posiciones de la gente en momentos críticos contra un gobierno legal y legítimamente constituido.Los intereses políticos y económicos conservadores que existen en el interior y el exterior buscan desesperadamente que el pueblo de México se “arrepienta” por haber “botado” al viejo sistema de partidos y por haber votado en 2018 y 2024 por partidos y movimientos emergentes.Ahí justamente está reflejada su total falta de conocimiento de la gente. Los ciudadanos no los acompañan en su aventura golpista ni en sus pretensiones desestabilizadoras. Una y otra vez se quedan solos, cada vez más aislados y cada vez más nocivos y violentos. Aunque suene como cliché, son fieras heridas de muerte.Su apuesta por generarse el respaldo del conservadurismo norteamericano, en un momento en que los vecinos del norte viven conflictos políticos, económicos y sociales no resueltos y con altos niveles de confrontación directa entre los propios estadounidenses, muestra a los conservadores mexicanos de forma ridícula. ¿Cómo pedirle apoyo a Trump cuando el mismo ha estado a punto de ser eliminado en atentados directos contra su persona por sus enemigos internos? La postura de los más ruidosos priistas y panistas sería para morir de risa. Pero en realidad es trágica para ellos.Estos intereses se enfrentan a una realidad. Hacen la mala lectura de que el pueblo de México se dejará influenciar, como ha ocurrido con otras sociedades en el norte de África o en el Medio Oriente, o como lo intentan recientemente en Sudamérica o el sudeste asiático.Por lo mostrado en 2018 y 2024, el pueblo de México no desea por ningún motivo volver al régimen neoliberal que imperó por casi cuarenta años.La ciudadanía mexicana, por primera vez en mucho tiempo, sabe del valor de las elecciones como forma de avanzar en el desarrollo político, social y económico. Y sabe que por las traiciones a sus principios y los cada vez más frecuentes errores que comete Morena al frente de los gobiernos podrán ser castigados en los procesos electorales y no a través del golpismo de derecha o de ponerle aún más fuego a la violencia que no cesa en las últimas tres décadas.Justo porque ya existen manifestaciones recientes que muestran la inclinación de impulsar golpes blandos por ciertos actores de la derecha política radicalizada y de grupos criminales que actúan desde fuera y dentro de los gobiernos morenistas, también se debe establecer objetivamente que los ciudadanos, los electores y, en general, el pueblo de México no acompañará esas aventuras golpistas.En Uruapan, Morelia y Apatzingán, cientos o miles de personas se manifestaron exigiendo justicia por el asesinato del alcalde de Uruapan, pero los grupos de golpeadores que infiltraron esas manifestaciones quedaron reducidos a no más de veinte personas violentas. La gente no quiere la violencia; quiere la paz y la democracia.Quien aspire a vencer a Morena lo tendrá que hacer como Morena lo hizo para vencer al régimen del PRI, PAN y PRD; Morena será vencido políticamente, pacíficamente, organizativamente y con un discurso que construya nuevos consensos en la sociedad. De otra manera, no hay victoria que valga la pena.3. Precisamente es en este contexto en que la estrategia de MC tiene mucho sentido y proporciona estabilidad, porque se construye y se presenta como alternativa. No cae en la trampa de la violencia verbal del PRI y el PAN, no alienta a los ciudadanos a la acción radical y de conflicto, no niega los aciertos del gobierno federal en varias materias, pero tampoco duda en emplear la crítica ante los desaciertos y equivocaciones y desviaciones del mismo.Máynez hace una conducción con un alto nivel estratégico y lo hace desde los principios y valores democráticos. Por ello, por ejemplo, con plena libertad y responsabilidad, puede respaldar a la presidenta de la República en situaciones difíciles, como la agresión experimentada hacia su persona en el Zócalo del país o ante los embates injerencistas del gobierno norteamericano, pero también puede señalar sin ningún problema la equivocada estrategia de seguridad pública en el caso de Michoacán.MC es alternativa, no oposición.MC no se suma a la estrategia golpista de la derecha, porque MC no es de derecha, es socialdemócrata. MC sí quiere llegar a los procesos electorales del 27 y el 30, porque su horizonte es la democracia. Porque se ha propuesto vencer al sistema morenista por la vía democrática, el debate crítico y en el marco de la Constitución y de las instituciones.MC no combate los programas sociales porque sabe de su importancia fundamental en la construcción del Estado de bienestar. Solo que su concepto y orientación de los programas sociales no es bajo las dinámicas clientelares con que los conduce Morena, semejando a la forma en que lo hacía el PRI. Los programas deben profundizar derechos y obligaciones del gobierno y de los ciudadanos, para empezar, el derecho de los beneficiarios a no ser coaccionados por el partido del gobierno, como lo hacen comprobablemente en nuestro estado de Guerrero. Basta ver la mediocre campaña que tiene el delegado de Bienestar, Iván Hernández, utilizando su gris conducción en los programas sociales, pero empleando una y otra vez publicaciones pagadas, precisamente sacando “ventaja” del cargo. Solo ponemos brevemente el ejemplo, pero pronto nos ocuparemos de ello.Aunque hay agresivas presiones de personajes como Salinas Pliego para que la inconformidad de la gente hacia Morena se canalice por la vía de su estrategia “ricachonícola”, al final los ciudadanos confiaran más en la vía que MC sostiene: avanzar solo, sin alianzas con los partidos repudiados, pero si con una sociedad civil fortalecida desde las causas ciudadanas y con una orientación basada en el sistema más eficiente conocido hasta ahora en los últimos setenta años en las sociedades modernas: la socialdemocracia, el progresismo y el Estado de bienestar.Aunque muchos desean confundir las cosas, éstas van bien. En 2027 y, en 2030, quedarán en los escenarios los dos proyectos: MC frente a Morena. La derecha está anulada; por ello busca su refugio en Morena, partido en el poder, por ahora.

