Hoy los veo doblegados, mercantilizados, ¡Adoctrinados!
Simplemente ¡Agachados! Y mandatados a cumplir ¡Órdenes!
Sin esa imagen que inspiraba ¡Respeto! ¡Admiración!, incluso cariño.
Sin esa combativa lucha que no permite imposición ni ¡Libertad! En su cátedra.
Hoy no veo ese arrojo de convicciones, que no solapaba ni una falta.
Ni un error ortográfico ni uno en el actuar cotidiano.
Aquellos eran ¡Maestros! Hoy, muchos sólo mercantes y cobradores por la ¡Educación!
Pocos para ¡Admirar! Con el
orgullo de decir: ¡Maestro!
Hoy, hasta permiten los dirija y represente el ejemplo de la ¡Corrupción!
La del ¡Diezmo!, Delfina Gómez Álvarez, secretaria sumisa a la imposición educativa ideologizada.
De aprendizaje para el servilismo que la unja para su aspiración de gobernar tierra mexiquense.
Muchos maestros del temor, incluso hasta frente al alumno.
Diferentes a los de ayer, que aún recuerdo hacían de la educación un arte para forjar hombres y mujeres ¡Libres!
No olvido los rostros de muchos.
A medio siglo, aún recuerdo la imagen imponente del maestro Pedro.
Aquel que jalaba patillas y aventaba el borrador a quien faltaba al respeto.
Hoy, sería demandado, sin valorar su enseñanza, su entrega en la aula y hasta su defensa por su grupo.
A 47 años, también está el rostro de Roberto, tan joven y tan afanado para ¡Educar! En improvisadas aulas de lámina y piso de tierra, sin importar ensuciar sus impecables zapatos.
¡Maestros! Que enseñaban, no a promover el ¡Diezmo! Sino a enfrentar hasta la vida con dignidad, aún en condiciones precarias.
Ahí están todavía sus rostros y mi agradecimiento por tanta enseñanza de convicción para seguir adelante.
Cómo olvidar las escuelas de honores y respeto a nuestra bandera y a nuestro himno nacional.
A nuestros ¡Héroes! Sin esa imposición ideológica que divide, que separa clases sociales.
Que era ¡Enseñanza!
Esa la de valores, de ética de ¡Civismo!
De la educación de antaño, sólo quedan los
rostros, los recuerdos, de verdaderos maestros, que educaban, sin miedo a las amenazas, al abuso disfrazado de ¡Derechos!
Eran ¡Maestros! De ¡Vocación!
No aquellos, que para educar, primero es el cobrar, el negocio por ¡Todo!
Por exámenes, por la limpieza de escuelas y aunque dicen que ya no hay, también por las ¡Cuotas!
Antes era un anhelo esperar las ganancias de la ¡Cooperativa!
De esa planilla que nos enseñaba a ¡Invertir! Y ganar al gastar.
Incluso me acuerdo la Que vergüenza que representaba esos sellos en el cuaderno, sin la obligación de un examen sicológico por ¡Mala conducta! O ¡No trabajar!
Esos que la sola imagen -perico, burro, diablo o tortuga-, nos hacía entender que estábamos mal.
Para los de hoy ¡Violencia sicológica!
Aunque yo los recuerdo con agrado, junto con aquella marcha de Zacatecas, que no olvido y que invitaba a entrar con alegría al salón donde me ¡Educaron!
Donde me enseñaron a tener convicciones, vocación.
A respetar a mis mentores y valorar hasta a mis libros de ¡Texto!
Sin imposición ideológica ni adoctrinamiento, que hoy quieren imponer para arrodillar también a los alumnos y adoren a un ¡Mesías!

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