Muerte en Paraíso

TRAS BAMBALINAS.

Por Jorge Octavio Ochoa.

El Niño se retorcía, sin consuelo, mirando los rostros de conocidos y de extraños, con un dolor punzante y sin entender el por qué. Esperaba quizá una señal divina, un ser que apareciera y aplacara el miedo, el vacío, la soledad ante la muerte.

“¡No me quiero morir!” Fue el grito que taladró el alma, que subió a un cielo sin respuestas, y de pronto uno piensa en sus hijos, en sus nietos. ¿Dios, por qué nos has abandonado? (Mateo 27:46)

Una mano inútilmente trataba de detener los borbotones de sangre que fluían del vientre infantil, que apenas estaba por cruzar a la adolescencia. El hombre que lo auxilia tampoco encuentra ese ángel bíblico que aparezca y detenga la tragedia.

La mirada del anciano se pierde entre la multitud. Es angustia, es desesperación, es impotencia. No baja ese espíritu milagroso que ponga fin al sufrimiento. Luego el niño deja de gritar.

Es el silencio, los murmullos, el ulular de una sirena, que llega tarde, porque la muerte ya instaló sus bártulos para levantar ese cuerpo y dejar en las bocas ese sabor salado de la amargura.

Duele el alma, y no puedo dejar de pensar en mis hijos, mis nietos. No puedo ver, sin llorar, una y otra vez las imágenes. Le cortaron las alas impunemente. No hubo abrazo alguno. Emiliano sólo pedía ver a su Mamá. “¡No me quiero Morir!”.

“Y nadie lo levantaba. Estaba un montonal de gente y nadie lo auxilió”. La abuelita de Emiliano relató desconsolada. “Ya cuando vino la ambulancia mi niño ya no gritaba”.

A más de 700 kilómetros de distancia, un día después, un hombre pontifica, y dice que, “como estamos en temporada electoral, todo lo que sea para perjudicarme, más que es mi estado, pues los corruptos están muy enojados, magnifican mucho todo lo relacionado con violencia”.

Con una inexplicable sonrisa marcada en el rostro, sintetiza así aquel instante de agonía. Los medios “magnifican” el asesinato de un niño de 12 años en Tabasco, para perjudicarlo a él. Y no cae un rayo que lo parta.

No fue secuestro de la madre, dice, “básicamente fue a él que quisieron llevárselo y salió uno de ellos, de los del carro y le dispararon”“Pero no es lo del secuestro, porque ayer se habló mucho de eso sin ninguna prueba”.

Eso es lo único que salió del alma de ese, que juró alguna vez velar por todos. Hoy vemos que no protege ni a su feligresía. Él habla del Dios del dinero, sin que venga a cuento, sin que tenga nada qué ver.

En Paraíso, Tabasco, todos guardan silencio. Algunos vieron los rostros y saben de dónde es el brazo ejecutor. Pero a este país se lo carcome el miedo, para los que viven cerca del fuego, y la indiferencia, para los que están lejos.

La conclusión de la madre de Emiliano es demoledora: “se le salió de las manos la delincuencia a él (al presidente), de verdad”. Ella ya no cree en justicia alguna. Sólo pide que la dejen sola.

La fiscalía de Tabasco suelta la especie de que quizá el niño tenía vínculos con el crimen organizado. El gobernador morenista, Carlos Merino dijo que los opositores tratan de sacar raja política de la tragedia.  

Esos son los que nos defienden del crimen organizado. “¡No me quiero morir!” Fue el último grito de un niño de 12 años, asesinado salvajemente por sicarios del narco. ¿Qué nos ha pasado como país?

Ese grito debiera taladrar las conciencias de los mexicanos. Nos hemos vuelto una raza deshumanizada, que mira hacia otro lado, mientras el abuso y el crimen se enseñorean.

Hoy, tenemos claro, que la de López Obrador, no es la palabra de concordia la que domina su pensamiento. Es el rencor, el odio, la división. “Están muy enojados”, dice, como si la muerte de un niño fuera para menos.

La desestabilización y la violencia son lo suyo. Así llegó al poder y no lo soltará de otra manera, aunque la evidencia de las urnas fuera aplastante, porque él siempre tiene otros datos.

En el 2006, decidió impedir la toma de protesta, y Calderón tuvo que entrar por una puerta trasera del recinto de San Lázaro para que le impusieran la banda presidencial.

Doce años más tarde, llegó al poder con un manto de polarización y división. La clase media está proscrita y las instituciones electorales satanizadas. El Tribunal Electoral, ha tenido que sesionar con 5 magistrados y se requieren 6.

La calificación presidencial del 2 de junio está en vilo desde ahora. Él lleva al menos 3 años preparando el Golpe de Estado del que tanto habla, el gran fraude electoral en el que el único ganador es él.

La desestabilización está en la mira de López Obrador. Realmente no le preocupa que Claudia gane. La vía del Interinato está a la vista. Él tiene sus marionetas. Luisa María Alcalde es la figurita que culminará el golpe.

Reventar, reventar. Es lo único que él sabe hacer.

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